La canción del pueblo

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Un huevo contra una oficina bancaria. Y un grito, “¡culpables!”. La gente de Sniace entrando en una plaza (en la Plaza) y el resto aplaudiendo.  Era una huelga sobre educación. Debe ser que la educación va de eso: de intentar entender las cosas. De identificar las causas y de ver las consecuencias. Aunque falta aprender a proponer las soluciones.

Todo está cambiando. Las protestas sectoriales empiezan a ser protestas genéricas.  La manifestación por la educación de esta semana iba del sector financiero y del empleo. De eso va todo.

La gente que, como le reprocha la tecnocracia, no se ha leído la anteúltima ley educativa, en realidad protesta por como está la educación. Que es tanto como decir por como está el país, como está la política. La gente que protesta por Valdecilla tampoco se ha leído el pliego, pero le preocupa la sanidad. Y así sucesivamente.

La convocatoria es la excusa. Y se va, pero se va despacio, hacia algo más genérico.

El Ayuntamiento de Torrelavega dice que hay límite numérico a la presencia ciudadana en el Pleno (la máxima expresión de la democracia, como nos decían). El partido del Gobierno ha escondido su argumentario en unas tuberías. El presidente insiste en decir su verdad, sin darse cuenta de que ofende a toda una ciudad. Los diputados acabaron convirtiendo una comisión de asuntos nuestros en una de asuntos suyos, y se creen que sus problemas son nuestros problemas. (Re)apostamos por la construcción la misma semana en que comprobamos sus costosos efectos en lo que antes era el Alto del Cuco. En el país de los rescates sectoriales, acabamos de sumar las constructoras a las concesionarias de autopistas, los equipos de fútbol o los hospitales privados. Pero por Dios, no deis dinero público al cine o las ONGs.  Llueve el dinero y parece que todo va  a ser como antes. Como antes. Tenemos en una mano la calculadora y en otra el calendario electoral para ir planificando como soltar los avances. Abrazamos salvadores que nos dicen lo que queremos oír sin someterles a un mínimo escrutinio crítico. Como antes. Al final sí que va a ser cosa de educación.

Hablando de educación y con una realidad arrojando constantemente símbolos y capítulos, cada vez tengo más claro que la narrativa debería ser una técnica que se enseñara en las aulas. Estamos atascados en el principio de la trama, en la fase de gritar para protestar mientras otros se gritan entre ellos.  Estamos llegando al nudo.

Al final, todo es cuestión de narrativa. Ese es el gran problema. Estamos un poco como en el relato encadenado (que, por suerte, ha caído en manos de una buena narradora): intentando coger las piedras que nos lanzan otros y dándoles forma, sin una visión integral. Porque el problema, en definitiva, es que nos sigue faltando darle forma a lo que ahora es un grito y debería ser la canción del pueblo.

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