Marky Ramone difunde la palabra del punk en el Escenario Santander

Tiempo de lectura: 3 min

La prueba de que los Ramones eran muy buenos es que están todos muertos. Bueno, todos no. Queda uno. Los dioses del rock and roll siguen dejando vivir a Marky Ramone para que dé testimonio de la grandeza de una banda que inventó el punk en los setenta y nunca terminó de encontrar acomodo ni en las listas de éxitos ni en las portadas de las revistas molonas.

Y ahí viene Marky, como un Jonás escapado del vientre de la ballena, con la chupa de cuero y la misma melena de los veinte años. El sábado se aparecerá en el Escenario Santander, para predicar la palabra a los fieles, a partir de las 21:30 horas, acompañado de Melopienso, Lupers y Los Pirris. Una noche para tatuarsela.

Marky Ramone

Esta previa no es parcial. Los Ramones fueron todo lo grandes que pueden ser unos chavales con mala cara acostumbrados a perder siempre. Y cuando formaron el grupo en Nueva York, en 1974, a todo el mundo le cogió la cosa mirando hacia otro lado. Nadie sabía muy bien qué sonaba. Eran cuatro chicos estrafalarios que se peleaban a gritos sobre el escenario, discutiendo la siguiente canción.

Marky entró en la banda en el 78, cuando el batería original, Tommy Ramone, decidió que la vida peligrosa de los conciertos en salas sucias estaba bien para un rato y renunció a envejecer en una furgo de gira. El título del primer disco que grabó M. con los chicos ya dejaba claro por donde iban las aspiraciones del grupo por aquel entonces: se llamaba Road to Ruin. Hay muchas cosas que nunca se les han terminado de reconocer a los Ramones. Una de ellas es el sentido del humor, cínico y negro.

Marky se ganó su nombre en los créditos, un lugar en el corazón de los fans y un hueco en el logo de las camisetas. Abandonó la banda durante unos años, cuando atravesó un periodo particularmente alcohólico: el único concierto que los Ramones suspendieron en veinte años de carrera fue obra de una noche de delirio y botellas de Marky.

Regresó después de que los chicos probaran con dos baterías que no terminaron de encajar y se mantuvo en el grupo hasta el final, en 1996, cuando los Ramones decidieron separarse después de grabar su último álbum, titulado con una despedida en español: Adiós, amigos. En la portada aparecían unos dinosaurios ataviados con sombreros mejicanos. El sentido del humor.

Después de la separación, cada uno se fue por su lado, un poco sin rumbo, como niños perdidos en un centro comercial, hasta que la muerte los fue reuniendo de nuevo. Primero Joey, el cantante. Después Dee Dee, el bajista. Finalmente Johnny, el guitarra. Queda Marky, que puede contar unas cuantas historias de aquella época dura y hermosa que no volverá. Y puede cantar unas cuantas canciones de una banda de punk que no se parece a ninguna otra banda de guitarras distorsionadas. El sábado estará en Santander para difundir la palabra.

  • Este espacio es para opinar sobre las noticias y artículos de El Faradio, para comentar, enriquecer y aportar claves para su análisis.
  • No es un espacio para el insulto y la confrontación.
  • El espacio y el tiempo de nuestros lectores son limitados. Respetáis a todos si tratáis de ser concisos y directos.
  • No es el lugar desde donde difundir publicidad ni noticias. Si tienes una historia o rumor que quieras que contrastemos, contacta con el autor de las informaciones por Twitter o envíanos un correo a info@emmedios.com, y nosotros lo verificaremos para poder publicarlo.