«Nos habéis hecho perder 30.000 euros de una constructora»

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«Nos habéis hecho perder 30.000 euros de una constructora con vuestro voto en contra». La voz del reproche corresponde a José Guerrero, el tesorero del PSC-PSOE, que culminaba así, por teléfono, las presiones hacia el equipo de la secretaria de Santander y candidata socialista a la Alcaldía en 2011, Eugenia Gómez de Diego, para que no posicionara al grupo municipal en contra del Plan General de Ordenación Urbana.

«En el PP era Bárcenas, en el PSOE de Cantabria tenemos a José Guerrero»

La llamada del «eterno tesorero» se produjo a finales de 2010, según relata el que fuera jefe de campaña del PSOE de Santander en aquellas elecciones, Raúl Gil, en su libro Con Tinta Roja, de la editorial libros.com.

Son las memorias de sus 20 años dedicados al PSOE: una historia de amor y desengaño de «un joven socialista que lo dio todo y no consiguió casi nada». El libro es un ejercicio de «autocrítica y transparencia» que destapa «procedimientos corruptos», pero también es «un intento de legitimar lo público desde dentro» y trata de mostrar «el impacto positivo del trabajo bien hecho».

Está escrito desde Berlín, donde vive Raúl Gil desde hace casi tres años (se compró el billete de ida el día que Rubalcaba ganó el Congreso de Sevilla, el 5 de febrero de 2012), en un contexto de grandes transformaciones sociales en España: «un buen momento para reflexionar sobre la importancia de la palabra y el ejemplo como motores de cambio».

El libro ha sido un «buen antídoto» para Gil: «Me ha hecho recordar de la manera más cruda que he perdido mi sitio para siempre. Que he nacido para hacer política, pero allí – por aquí- no puedo, no pertenezco más a ese mundo. Resulta muy duro. Es como si a un músico le dicen que ya no puede tocar más, que le han cerrado la puerta de todas las salas de conciertos. Que nadie lo quiere ya en su banda».

Raúl Gil cuenta cómo fue su entrada en el partido, en Santoña al final del  Felipismo, la etapa al frente de las Juventudes Socialistas, su paso por la dirección general de Juventud del Gobierno, el Parlamento, Bruselas, el Parque Científico y Tecnológico y, al margen del cargo, los informes y consejos de comunicación política, generalmente poco atendidos por los dirigentes de su partido. La debacle electoral estaba en marcha y el libro explica, al menos en parte, aquel fenómeno.

 

LA CORRUPCIÓN LLEGÓ PARA QUEDARSE

 

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Portada de ‘Con Tinta Roja’, de Raúl Gil

«Le colgué atónito», recuerda Gil, que se sintió «más convencido aún de haber hecho lo correcto», manteniendo el voto en contra del PGOU en Santander, donde gobierna con mayoría absoluta el Partido Popular, que no necesitaba los votos de la oposición para aprobar la norma.

En el capítulo La corrupción llegó para quedarse, este experto en comunicación política recuerda la postura del ‘No’ de los socialistas en aquella votación en el Ayuntamiento de Santander, argumentada en la construcción de 40.000 viviendas prevista en el planeamiento: «A finales de 2010, más ladrillo; lo último que la ciudad necesitaba; sólo beneficiaba a las grandes constructoras».

La experiencia le da para explicar que «siempre hay alguien (en los partidos) a quien le corresponde la ingrata labor de gestionar todo eso», las muchas decisiones que se toman «por el importe de lo que una empresa te va a pagar en negro».

“Ahí sigue”. Efectivamente, José Guerrero es secretario de Acción Electoral, Programas y Administración (tesorero). Un cargo que se sacó de la chistera la Ejecutiva de 2008 para llevarse las competencias de tesorería cuando, como consecuencia de otro equilibrio entre familias socialistas, tuvo que pactar con Francisco Fernández Mañanes para ganar el Congreso y ceder la Secretaría de Organización al Mañanista Eduardo Echevarría. Una trampa orgánica.

«Guerrero es uno de los personajes más siniestros de la política cántabra. ¿Qué le contará a sus nietos?»

“A fuerza de conocer los secretos de todo” tiene una capacidad «innata» para «chantajear”, concluye Gil en su libro. Por eso «da igual Jaime Blanco, Rosa Inés García, que Dolores Gorostiaga o Rosa Eva Díaz Tezanos: Vendidos siempre los dirigentes de turno a él”, lamenta.

 

EL JAGUAR DEL COMUNISTA

 

Raúl Gil sólo le dedica un capítulo del libro a la corrupción en el seno del PSOE de Cantabria, que llegó para quedarse según el autor, a partir de la dejación de funciones, las omisiones de la líder socialista del SXXI en la región, su secretaria general en el partido y vicepresidenta en el Gobierno, Dolores Gorostiaga.

Gil recuerda como uno de los días más tristes de su vida cuando falleció, en accidente de tráfico, José Félix García Calleja, el que fuera director general de Cooperación y Asuntos Europeos del Gobierno de Cantabria, un hombre «íntegro, luchador y con unos profundos principios solidarios», además de «la única figura del PSOE de Cantabria que contaba con la simpatía de toda la gente de izquierdas de la región».

«Nunca podré olvidar aquella imagen: Ángel Agudo con su Jaguar»

Aquel día, se encontraba con compañeros en el aparcamiento del tanatorio, en el velatorio de García Calleja, apoyados en el capó de un coche que resultó ser un Jaguar color crema, una marca que «cualquiera no se la puede permitir»; la última mano que esperaba «accionando el aparato» era la del consejero de Economía y Hacienda socialista, Ángel Agudo.

«Expresidente del Partido Comunista de Cantabria, el marxista Agudo conducía un Jaguar color crema, y solo cobraba 400 euros más que yo al mes -su capacidad de ahorro es admirable-«, ironiza Raúl Gil en Con Tinta Roja.

De esta manera, Gil se refiere a una «forma de gobernar corrupta», desde el departamento de Agudo, con su jefe de Gabinete, Fernando Pérez, el consejero delegado de CEP Cantabria, ´Luis Egusquiza, y el de SODERCAN, Salvador Blanco, basada en la «creatividad económica» y la «financiación estructurada», tras la que aparecieron nuevos personajes.

Y señala fundamentalmente a dos empresarios (sic): Javier Cervera, que «se colgó del brazo de Gorostiaga como luego fue colgando bolsos de marcas inaccesibles para la gente normal» y Juanjo Fraile, de Fraile & Blanco, que llegó «para quedarse» después de haber «engatusado» a  Agudo y cía.

«Enseguida pasé de ser el joven dirigente al que Fraile y Cervera quisieron comprar con una televisión de plasma, al más odiado por la pareja de empresarios y por la corte de políticos que jugaban a su juego», recuerda Raúl Gil.

 

EL SÉPTIMO CONSEJERO SOCIALISTA

 

Fraile y Blanco se apuntó al menos 11 millones de euros de dinero público, sobre todo de las consejerías y empresas públicas del área de Gobierno socialista, sólo en el periodo 2007-2011, en la segunda legislatura, a base de fraccionamientos de contratos, facturando a la administración precios muy por encima que los del mercado.  Pero Fraile, Juan José, llegó en la primera etapa (2003-2007).

De Fraile, Gil recuerda que no era «un publicista», sino que «decidía políticas» y «evidentemente no lo hacía pensando en el interés de los cántabros» sino en «cuánto podía facturar».   Hasta el punto de que se refiere a él como «el séptimo consejero» de la parte socialista de aquel Gobierno de coalición con el PRC. Hasta se atrevió con la campaña del PSOE en 2007.

Según recuerda, Gorostiaga nunca le perdonó que se pusiera «en medio» para «tratar de alertarla de todo aquello». Por eso decidió «alejarle» y avalar la entrada de Fraile y Cervera, con la ascendencia de Agudo y Pérez, que supuso la implantación de una «forma de gobernar corrupta» y pensada en satisfacer «los intereses de unos pocos».

De aquella situación, Gil se considera el primero de muchos «cómplices» pero recuerda «la frustración», junto a sus colaboradores más acérrimos: «Nos imaginábamos denunciando lo que estaba pasando», aunque «pensábamos que nadie nos iba a ayudar a hacerlo y fracasaríamos en el intento». También tuvieron miedo, a que les «hundieran la vida para siempre».

 

3.000 VOTOS PARA REVILLA

 

 

En el libro, Gil defiende las políticas públicas pero cuestiona las continuas renuncias del PSC-PSOE a la comunicación política: las oportunidades perdidas.

«A los dirigentes del Partido les iba bien, porque la mayoría veía saciadas sus necesidades monetarias y de ego personal. ¿Quién querría cambiar una situación así? Por eso duró hasta que nuestros votantes se cansaron. Unas elecciones son siempre un acto de justicia. El problema es no aprender de ello».

En este sentido apunta a la actual secretaria general, Rosa Eva Díaz Tezanos, que no aprovecha su relato para introducir su gestión al frente de la Consejería de Educación y que, sobre todo, ha perdido la ocasión de apostar por unas elecciones primarias abiertas que hubieran reforzado su legitimidad como candidata a la Presidencia del Gobierno de Cantabria.

Pero las mayores críticas las concentra su antecesora, que de alguna manera decepcionó a toda una generación de socialistas jóvenes que la habían apoyado en el Congreso del año 2000. A Gorostiaga, le imputa la creencia de todo el ala socialista de «estar de prestado» en el Gobierno, cuando accedieron en 2003, en una comunidad donde siempre había gobernado la derecha.

De hecho, el miedo a que el PRC rompiera el pacto, que duró entre 2003 y 2011, aparece en varios pasajes de Con Tinta Roja. En uno de ellos, la dirección socialista renuncia a una campaña de marketing basada en una foto «maravillosa» de Dolores Gorostiaga, vestida de blanco, con el lema «Cantabria en serio», en el tiempo en que Revilla se especializaba en el show.

Pero lo que no le perdona Gil a la vicepresidenta es no haber querido comunicar, porque «gestionar sin comunicar no es gestionar».

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El acomodamiento fue tal que llegó a renunciar a rentabilizar las políticas socialistas, como las 3.000 ayudas del Gobierno central a la Dependencia, y dejar todo el tablero de la política a su socio, Miguel Ángel Revilla, que a la postre fagocitó al PSOE.

«3.000 votos para Revilla», le espetó Gil a la vicepresidenta, haciendo gala de un carácter que le hacía decir lo que pensaba, decir las cosas a la cara, cuando lo que se lleva en los partidos políticos es la condescencia hacia los líderes. Pero la líder del PSC no quiso ir a visitar a ninguno de los muchos beneficiarios de la Ley de Dependencia, ni siquiera por acercarse a conocer la realidad.

 

 

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