“Si Amparo hubiera vivido en una zona más pudiente se le habría tratado de otra manera»

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Algo está cambiando en Santander. Ya no se puede hablar de casos aislados con el surgimiento de tantas asociaciones que cuestionan y enfrentan ciertas políticas, sobre todo urbanísticas, del Ayuntamiento.

Primero fue la Plataforma Deba, que lleva años trabajando en defensa de la Bahía de Santander, y denunciando obras como la del Centro Botín.

Luego vino fue la Asamblea de la Senda Costera, que se creó aparte de la Asociación de Vecinos de Cueto al ver que ésta no pretendía hacer ningún tipo de oposición a las “excesivas” obras (reconocido así por el Jefe de la Demarcación de Costas, José Antonio Osorio) en la senda que va de Cabo Mayor y la Virgen del Mar.

Después surgió la Plataforma en defensa de Amparo Pérez, la anciana que este lunes, si nada lo impide, se verá obligada a abandonar su hogar debido a la expropiación que el Ayuntamiento hizo de su casa para la construcción de un vial que enlace el centro de Santander con la S-20.

Posteriormente los vecinos de Prado San Roque y Río de la Pila levantaron la voz contra el abandono sistemático que el Consistorio lleva meses sometiendo a la zona, y ante el miedo de sufrir una gentrificación. Este término define a aquellas zonas devaluadas a propósito por las instituciones públicas para obligar a los vecinos a marcharse, y poder realizar reformas y repoblarla de habitantes de un mayor nivel económico.

Los vecinos de Castilla-Hermida han sido los últmos en moverse en defensa del Parque de la Marga.

Los vecinos de Castilla-Hermida han sido los últmos en moverse en defensa del Parque de la Marga.

Lo último que ha surgido es la unión de los vecinos de Castilla-La Hermida, que esta tarde, a las 17:00 horas, realizarán un encuentro en el Parque de la Marga para tratar de devolverle la vida de antaño.

Lo que les preocupa es el proyecto que ha presentado este mes el Ayuntamiento de Santander, del paisajista David Añibarro, en el que se prevé la tala de gran parte de los árboles y el gasto de 480.000 €, de los cuales la mitad se irían en cubrir las zonas con cemento.

«UN PARQUE NATURALIZADO ATRAE POR SÍ MISMO»

Pero, aunque cueste creerlo, esto no es un fenómeno completamente nuevo. Aprovechamos la inminente llegada del día 2 de febrero, fecha marcada en rojo en el calendario de la Plataforma #Amparonoestássola como la del posible desalojo de la anciana, para recordar cómo se inició todo el proyecto de la Vaguada de las Llamas.

Carlos García, presidente de ARCA, la Asociación en Defensa de los Recursos Naturales de Cantabria, recuerda que, allá por los años 80, el Ayuntamiento que entonces dirigía Juan Hormaechea pretendía convertir la Avenida de la S-20  en una “nueva calle San Fernando”.

Los vecinos de la parte alta de General Dávila se negaron a otra masificación similar y hubo dos asociaciones vecinales que le plantaron cara al Ayuntamiento.

En 1988 ARCA presentó una Campaña de Educación Ambiental Divulgativa, con imágenes traídas de Gran Bretaña y de Escandinavia, para proponer a los vecinos convertir el espacio de la Vaguada de las Llamas, basándose en los estilos de parques de esos países.

«Han convertido a la Vaguada de las Llamas en un sitio donde ponen aquello que no saben dónde meter”

Y fueron estas asociaciones quienes lo presentaron al Ayuntamiento. Un proyecto que quedó olvidado en algún cajón de algún despacho hasta que, en 2006, el Ayuntamiento de Gonzalo Piñeiro presentó un proyecto que “contradice las características de lo que debe ser un parque”, asegura Carlos García. Y es que este “eleva la obra a primer término cuando en un parque debe primar el diseño natural”.

Amparo, acompañada de sus nietos

Amparo, acompañada de sus nietos

Una obra que Carlos califica de “extraordinariamente cara” (se comenta que el coste final del Parque de las Llamas rondó los 40 millones de euros, cuando inicialmente eran de 24), y que “entra en conflicto con la idea tradicional de un parque”. Y es que asegura que los responsables municipales no parecen tener ninguna idea de para qué debe servir un espacio verde.

En lo tocante al tema de Amparo, Carlos García comparte la opinión más popular. “Si esta mujer hubiera vivido en otra zona más pudiente se habría tratado el tema de otra manera, se le hubiera tratado a ella con más respeto y se le hubieran ofrecido otro tipo de condiciones”.

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LOS PARQUES

Para empezar, un parque debe ser un lugar que compense la superficialidad de la ciudad, que carezca de elementos urbanos. En definitiva, nada de hormigón, baldosa o asfalto. Algo que choca frontalmente con lo construido en el Parque de las Llamas y con el proyecto en el Parque de la Marga.

También debe reproducir el paisaje natural propio de la zona. No es que no se puedan combinar también especies extranjeras, pero claramente deberían contar con más protagonismo los árboles autóctonos como roble o el haya. Y es que la presencia de árboles es fundamental. Estos aportan oxígeno y aíslan del ruido, dos principios básicos de un parque.

Es importante también que el espacio atraiga a ciudadanos de todas las edades y condiciones. “Un parque naturalizado atrae por sí mismo, pero sin embargo un parque hormigonado como el actual necesita de muchos eventos y actividades, porque si no la gente no va a él”, asegura Carlos.

Desde ARCA siempre han defendido el modelo paisajístico que abunda en los parques de ciudades como Londres, Berlín, Estocolmo o Amsterdam. “Allí buscan acercar los parques a la vida ciudadana, integrarlos en la ciudad, de modo que haya siempre un espacio verde a tres o cuatro minutos de las viviendas”.

Y es que, si algo es cierto, es que un parque no es un sitio donde la gente vaya en coche. Y actualmente, según denuncia ARCA, “no se ha contemplado la idea de hacer de aquello un corredor verde de acceso a pie. Es una zona que se atraviesa mayoritariamente en coche porque está aislada de la ciudad”.

Asímismo, denuncia que han convertido a la Vaguada de las Llamas en un sitio donde ponen “aquello que no saben dónde meter”. Un error, en su opinión, pues este espacio “ya tenía identidad en sí mismo”. Se refiere a la construcción de edificios como Escenario Santander, que supone una “disminución física paulatina” del espacio natural.

“LA CIUDADANÍA ESTÁ RECUPERANDO SU ESPACIO PERDIDO”

La pregunta es: ¿Qué ocurrió con esos movimientos vecinales de los años 80, que se movilizaban y se atrevían a plantar cara a las instituciones públicas?

Todo cambió a principios de los 90, nos cuenta Carlos. “Los partidos políticos acapararon todo el poder, el que les corresponde y el que no. La sociedad dejó de participar, los jóvenes se trasladaron y las asociaciones vecinales pasaron a estar compuestas por gente de avanzada edad que no quieren problemas, y solo se ponen al servicio de lo que quiera el poder”.

Las asociaciones vecinales han pasado a convertirse en “aparatos al servicio del Ayuntamiento”, que cuentan con una sola junta directiva y no tienen ningún tipo de participación. Carlos nos cuenta que, hace años, incluso los vecinos más afines al Ayuntamiento tenían el sentido común de discrepar cuando había un proyecto mejor. Ahora, el que se atreve a discrepar “se convierte en el enemigo. Ha habido una involución brutal en ese aspecto”.

De ahí el desarraigo de muchos vecinos hacia las asociaciones vecinales oficiales. Aunque el escaso respaldo que se les ha dado en los últimos años les ha convertido en lo que muchas son hoy en día.

Carlos comentó que en el año 2006, cuando se presentó el proyecto del que hoy es el Parque de las Llamas, algunas asociaciones quisieron hacerse fuertes frente al Ayuntamiento.

Recuerda que en la Asociación de la Encina, en el barrio Ateca, se llevó a cabo una reunión a la que acudió el entonces Concejal de Barrio, Santiago Recio. “Este habló con la presidenta de la asociación aparte, y le recordó de dónde venía el dinero que se invertía en el barrio, y que había proyecto que podrían hacerse o no dependiendo de la postura que tomaran en ese momento”.

Concentración durante el pasado mes de agosto para paralizar las obras en Las Llamas.

Vecinos protestando antes las obras junto a la casa de Amparo.

Es decir, condicionó las ayudas vecinales al apoyo del proyecto del Ayuntamiento. Y todo esto se consiguió porque las asociaciones no se sentían respaldadas por sus vecinos ni por su nula participación. “Antes había actividades, cursos, fiestas y veían unas 60 personas a las reuniones. Pero llegó un momento en que no iba nadie”.

Con esta nueva etapa, en la que están resurgiendo nuevas asociaciones de carácter más reivindicativo, Carlos confiesa que lleva tiempo esperándolo. “Confiábamos en esa recuperación de la normalidad. La ciudadanía está recuperando ese espacio perdido”.

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