“Tengo ganas de que empiece la campaña”, repetía, enfatizaba un diputado de la formación en la puerta de la sede del PP de Cantabria. Con cierto tono de desafío, tras los discursos de la cena de Navidad de la formación, en la primera escapada de la noche de los fumadores a la calle Joaquín Costa.

“Tengo ganas de que lleguen los Pirineos”, hubiera dicho si fuera un ciclista con la mirada perdida, después de una buena pájara en las elecciones europeas, cuando sólo se hablaba del caso Balneario que cuestionaba el propio liderazgo de Ignacio Diego, de Podemos, que lideraba las encuestas nacionales, y de los malos datos del paro, en pleno invierno económico.

Pocas semanas después la maquinaria del PP parece engrasada, con toda la experiencia en carreras como las que acaban de empezar: de tres meses a tope y trabajo estajanovista – de ahí su socialismo de derechas-. Sin fisuras en la organización, con toda la superioridad física (numérica y económica) y técnica (saber hacer en campañas).

La precampaña, en fila india.

El PP de hoy es la imagen de un equipo ciclista favorito en el Tour de Cantabria, que pone a sus mejores gregarios a endurecer los primeros compases de la etapa reina de la grande boucle. Y a los rivales en fila de uno, para que nada se descontrole  en los kilómetros decisivos, cuando lleguen las rampas más duras.

Para llevarse la etapa – y la General, que es a lo que han venido al Tour-, saben que cuentan con bazas que no tienen los demás: los gobiernos de España y de Cantabria y el Ayuntamiento de Santander – todas las instituciones-.

Y un partido al servicio, muy arraigado en la sociedad y con una militancia poco crítica, que llegado el momento se olvida de todas las vergüenzas pasadas y se moviliza. Vota contra la alternativa, contra Venezuela, contra lo que sea.

Ignacio Diego comienza hoy en Castro Urdiales una precampaña al estilo clásico, que le llevará por prácticamente todos los municipios de Cantabria (por los más importantes). Quedan 82 días para meta y la estrategia para la etapa reina está clara. El relato de campaña está armado.

Se titula “de la crisis al crecimiento” y consiste en repetir sin cesar los mensajes, apoyados en lecturas parciales de datos y realidades: “lo hemos pasado mal por la herencia recibida y queda mucho por hacer, pero ha empezado la recuperación”. Y (aquí viene el discurso del miedo) “no os podéis fiar de nadie que no sea el PP para gestionar la etapa de crecimiento”.

En términos político-aritméticos, saben que el Parlamento saliente de las elecciones del 24 de mayo puede ser ingobernable, pero confían en una mayoría suficiente para gobernar en minoría, frente a la atomización del arco por la parte de la oposición.

Para alcanzar el mejor resultado, el  PP ha adaptado el guion de la realidad y ha unido a esa oposición fragmentada bajo la etiqueta de “izquierda radical”, en la que incluyen de forma totalmente forzada al PRC y al PSOE, que junto a Podemos, así lo pintan, nos llevarían al caos. De nuevo recurre al miedo, aunque sea un temor inexistente a un tripartito imposible, con un líder que sabe presidir pero no gobernar (Revilla).

Frente a este PP, que se ha puesto a tirar en cabeza del pelotón de precampaña, imponiendo un ritmo fuerte a base de relevos (Partido-Gobierno central-Gobierno autonómico-Ayuntamiento de Santander) ¿Qué hacen los adversarios?

EL PELOTÓN

Por el momento están tapados, esperando su oportunidad para un ataque con el que entrar en campaña. Revilla, el jefe de filas de la oposición, está desaparecido del debate regional. Entrará cuando él quiera, porque tampoco le importa. Estaba más preocupado por la sucesión y al final fue dinástica: para tí el partido, De la Sierra; para tu hijo Torrelavega, Marcano.

El PSOE es una marca en horas bajas, un equipo fatigado por los años y las derrotas. Con una líder -sic-, Eva Díaz Tezanos, que no tiene buenas sensaciones, no proyecta poder. Continuismo, a pesar del declive imparable, que crea problemas donde no los había: como en Torrelavega, donde expulsó a su líder histórica para poner a una alcaldesa que no será la candidata.

Podemos tiene un problema: su propio proceso constituyente, las luchas por el liderazgo interno. Lejos de abrir el círculo para ser lo que quiere, representante de una mayoría social indignada, está estrangulando la llegada de esa gente decente a la que apela, que no termina de convencerse de lo que ve de cerca.  Lo fía todo al tirón final de la marca, lo mismo que Ciudadanos.

Pero corren todos un riesgo, también IU, Equo o UPyD: defraudar las expectativas de sus electorados, que hubieran preferido acuerdos de confluencia de lo que un día fue el #votoraro, para convertirse en verdadera alternativa al tripartidismo.

Como los ciclistas favoritos, puede que el mayor rival del PP sea el propio PP. Que sufra otra pájara, por el sentir generalizado de hartazgo en la calle, que haga imposible recuperar gran parte del voto que ha perdido en esta legislatura. Por incumplimientos de promesas, por incapacidad para evitar sufrimiento ante la coyuntura económica y, sobre todo, por sus escandalazos de corrupción.

Que llegue el gran día, el final de etapa en alto, y no le vayan las piernas. Que no le voten ni con la nariz tapada, por más discurso del miedo a Venezuela, por más contratos de trabajo temporales-electorales. Que pase como en las Europeas y la abstención cambie de bando.

Y puede pasar que el PP pierda tiempo en la etapa, diputados y concejales; pero así no pierde el maillot amarillo, la Clasificación General. El Gobierno, que es a lo que han venido a este Tour.