Jazz bajo la lluvia

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||por FERNANDO CERECEDO||

¿Cómo es posible que en uno de los veranos más calurosos y secos de los últimos 70 años, el día de la inauguración caiga una como si estuviéramos en otoño? Bienvenidos a Jazzaldia, el festival donde (casi) siempre llueve.

19:00 horas, terrazas del Kursaal: con puntualidad cartesiana (como no puede ser de otra forma, dada la cantidad de actuaciones que tienen lugar), comienza la 50º edición del Festival de Jazz de Donostia-San Sebastián.

Mi primera elección es el concierto de la vocalista de Detroit Carla Cook, acompañada por el trío del pianista barcelonés Albert Bover (Ignasi González al contrabajo y Jo Krause a la batería)

Tras una versión de «I Hear a Rhapsody» por parte del trío para calentar motores, salió la Cook. Escena. Ya en su segundo tema se atrevió con el monkiano «Well you needn’t», y poco después caería algún standard más («Softly as in a Morning Sunrise» o «Honeysuckle Rose»), además de una bossa y un tema con reminiscencias gospel.

Estuvo bien Carla Cook, aunque quizás no brilló en el scat, y le faltó a su concierto un poco de chispa. Mención especial para Albert Bover, un imprescindible en la escena jazzística nacional, que estuvo impecable todo el concierto.

La segunda cita de la jornada fue con “The Cookers”. Bajo este nombre se agrupa una formación de muchos kilates -Billy Harper (saxo tenor), Eddie Henderson (trompeta), Donald Harrison (saxo alto), David Weiss (trompeta), Danny Grissett (piano), Cecil McBee (bajo), Billy Hart (batería)- que recoje la esencia de la célebre grabación The Night of the Cookers, en la que los trompetistas Lee Morgan y Freddie Hubbard protagonizaron uno de los duelos jazzísticos más recordados del jazz.

La consigna parecía clara: hard bop sin concesiones y sin descanso.

Uno de los conciertos de Jazzaldia

Uno de los conciertos de Jazzaldia

Y eso resultó el concierto, que se vió empañado por una sonorización bastante deficiente que incomodó a los músicos y a parte de los espectadores: un contrabajo que era una pelota de notas sin definición, un piano metálico y agudo y unos vientos en los que cualquier matiz era una quimera.

Una lástima, porque la banda liderada por Weiss tenía mucho que ofrecer. A pesar de las condiciones, Donald Harrison fue capaz de ofrecernos un par de solos antológicos, pero perderse todos los arreglos y sutilezas que la banda traía consigo…una lástima.

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