Franco, alcalde honorario de Santander

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“Españoles…Franco ha muerto”… Con estas palabras, entrecortadas por la emoción, el entonces presidente de Gobierno, Carlos Arias Navarro, se dirigió al país, a través de la televisión a las diez en punto de la mañana, un 20 de Noviembre de 1975.

Españoles, Franco ha muerto (…) Es cierto que Franco, el que durante tantos años fue nuestro Caudillo, ya no está entre nosotros; pero nos deja su obra, nos queda su ejemplo, nos lega un mandato histórico de inexcusable cumplimiento.”

Como todo el mundo ha podido comprobar, y ver en sus diferentes versiones, Arias Navarro acabó su breve discurso entre sollozos. Al parecer tuvo que repetir la grabación del mismo, pues la emoción se lo impedía.

EL FRANQUISMO SOCIOLÓGICO

Antes de que la imagen del caudillo se convierta en un icono pop para un presente sin memoria, o en parte de una revisión “vintage” de un “mal menor”, con rostro de amable abuelo pescador de salmones, quizás no esté de más volver a leer su “testamento póstumo”.

En él podremos comprobar como si bien es cierto que…Franco ha muerto “el franquismo sociológico” seguiría teniendo una presencia importante en la sociedad española.

La estatua del dictador en Santander fue la última en retirarse de toda España

La estatua del dictador en Santander fue la última en retirarse de toda España

¿Significa eso un apoyo  a la dictadura? No necesariamente.

Sin embargo, la forma de abordar el pasado puede establecer espacios de legitimación por omisión, de continuación histórica para un futuro incierto, sino hacemos nada para evitarlo.

Como  franquismo sociológico se conoce a aquellos sectores sociales y políticos integrados en el franquismo,  y de acuerdo con él, que aceptaban una Transición controlada en la que algo cambiara para que ellos siguieran igual.

Esta realidad no surge de la nada, ni siquiera de una -predisposición españolista hacia el imperialismo (ironía)- sino de políticas concretas, decisiones, responsabilidades concretas que, entre otras,  marcan puntos de inflexión a la hora de avanzar hacia una pedagogía democrática que nos permita construir una sociedad madura y libre de ataduras.

Una sociedad que asume su historia sin mirar a otro lado, sin necesidad de dulcificar el pasado. Una sociedad que levante sus alfombras, que mire en sus alcantarillas, que busque en sus cunetas.

La vigencia de las llamadas “leyes de punto final”, como es considerada  la Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía  promulgada en España el 15 de octubre de 1977, van en sentido contrario.

Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han solicitado, en diferentes ocasiones, la derogación de la citada ley, al considerarla incompatible con el Derecho internacional, pues impide juzgar delitos considerados imprescriptibles.

ENTRE CONDENAS Y HONORES

El hecho de que uno de los partidos hegemónicos en los últimos 35 años en el panorama nacional no se haya mostrado abiertamente favorable a condenar el régimen franquista, tampoco ha ayudado a que esa pedagogía democrática calara, más allá del lenguaje políticamente correcto, en parte de la sociedad española.

Así, resulta altamente clarificador el discurso de Manuel Fraga en marzo de 1977 en el congreso de creación de Alianza Popular:

Alianza Popular ha sido reconocida como que lo que es, como una fuerza política que se niega a aceptar la voladura de la obra gigantesca de los últimos cuarenta años, que no se avergüenza de un periódico histórico en el cual el país ha dado un salto colosal hacia adelante convirtiéndose en la décima potencia industrial del mundo y multiplicando por diez la renta de los españoles”.

Una treintena de calles de Santander conservan nombres que ensalzan la dictadura

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Las condenas del franquismo por parte del Partido Popular siempre han sido motivo de polémica.

Únicamente la moción aprobada en una comisión del Congreso en noviembre de 2002 con motivo de los 25 años de democracia.

Si bien es cierto que se aprobó por unanimidad, ésta no tiene una condena explícita al régimen de  Franco.

Sólo una condena en genérico a la violencia y, de esta manera, sujeta a interpretación.

Me viene a la mente el caso de Euskadi y el ambiguo papel de parte de la denominada izquierda abertzale al no condenar nunca explícitamente la violencia de ETA. Que el lector opine sobre el acierto, o no. en el paralelismo.

A groso modo el rechazo, la dificultad, la ambivalencia, la falta de contundencia, la omisión, o el calificativo que se prefiera, a la hora de desarrollar e incluso implementar, la  Ley de Memoria Histórica, aprobada por el Congreso de los Diputados el 31 de octubre de 2007, ha sido un episodio más en la vigencia o continuidad de esa sociología neo-franquista,  que se acomoda en un marco constitucional, incapaz de revisar un pasado para construir una verdadera cultura cívica democrática que vaya más allá de introducir una papeleta en una urna.

Y así, de esa forma, dotarnos a los ciudadanos de herramientas que nos permitan detectar cuando y de qué manera se vulneran principios democráticos fundamentales, derechos civiles irrenunciables, cuando perdemos soberanía democrática y política, sin ser consultados, incapaces de darnos cuenta hasta que ya es demasiado tarde.

Españoles ¿Franco ha muerto? …El hecho de que aún sea alcalde honorífico de esta ciudad, sin que ni parte de las instituciones, ni gran parte de la sociedad civil de Santander sienta vergüenza o, aún peor, no lo conozca o le genere indiferencia, responde, en parte, a esa pregunta. Y la indiferencia y el Olvido son el caldo de cultivo para nuevos fascismos, se vistan como se vistan.

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