Caminante «Sí» hay camino #pasajeseguro

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Caminante "Sí "hay camino

Caminante «Sí «hay camino

Artículo 14.1 Declaración Universal de los Derechos Humanos:

En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.

Hay muchas vallas. Unas las vemos, otras quizás no tanto. Estas últimas son las peores, nos impiden ver con la suficiente claridad las primeras: La imagen de una joven arrastrada por la mar a las costas de una utopía desgastada de tanto usarla. Y de tanto comprarla y venderla ya no vale nada.

Su rostro atravesado por imágenes que nadie debería ver jamás, su cuerpo magullado con heridas que nadie debería tener jamás. Su mirada buscando un hueco en tu mirada, para no perderse en el vacío. Y sus latidos congelados por el frío de un invierno que no debería haber llegado nunca, de un infierno que te deja helado y que no cabe en una plegaria, ni en una blasfemia. Que solo cabe en un corazón hecho a golpe de pisada, de huella en el camino, de “aprieta los dientes y no te des jamás por vencida”.

Hay muchas vallas. Unas te dejan pasar sin verte. Te vuelves invisible cada vez que cruzas la línea que separa todo lo que quieres olvidar de todo aquello que aún no sabes el precio que deberás pagar por permitirte el lujo de soñarlo. Aunque sí lo sabes; llevas kilómetros pagándolo. Llevas días, meses, años pagando el precio de un billete de ida donde no importa el destino, sino dejar atrás tanta guerra, dolor e injusticia. Y todo para acabar convertida en una instantánea más para la foto de perfil de un recaudador de votos. ¿A qué precio?

Caminante no hay camino” se puede leer en el letrero de otra campaña de ayuda al refugiado. Te quedas dubitativa pensando en si es un juego de palabras convertidas en versos, o versos utilizados para un nuevo juego de palabras. Pero, si  tu vida no es un juego, ¿por qué se empeñan en jugar con ella? Y de pie en la frontera, inmóvil frente a la valla, esperas a que aparezca otro letrero luminoso que complete el primero: “Se hace camino al andar”. Pero no llega. Quizás, en uno de tus inevitables parpadeos, pasó fugazmente, como un deseo descartado, y no lo viste: -Malditos parpadeos, por vuestra culpa sigo aquí, en pie, frente a la valla.

Se hace camino al andar,  ¡Se hace camino al andar! Te repites una y otra vez mientras golpeas con los nudillos la maldita valla. Pero nada, rodeada de concertinas, reforzada con puestos de vigilantes y focos de luz, para no dejar ninguna  sombra de sospecha –acabaron con todas- el mismo enunciado: “Caminante no hay camino”. Acompañado de un punto final tan pequeño, tan diminuto, que parecía una mota de polvo. Tan pequeño, tan diminuto como la letra pequeña de un contrato de por vida que te asegura la muerte.

¿En qué momento sucedió? ¿Cuándo la mano tendida se convirtió en el puño cerrado de la Indiferencia, de la Intolerancia, del puñetazo en la cara, de la eutanasia forzada, del suicidio provocado, del crimen por omisión?

Caminante no hay camino,  solo una valla de concertinas, caminante no hay camino, solo el precio por tu vida,  caminante no hay camino,  el camino es una huida,  a ninguna parte,  caminante,  sin pasaje, a ninguna parte… ¿Dónde estás Libertad? Caminante no hay camino, solo cuerpos en el mar…

Como un trampantojo, te das cuenta de que esa mano tendida solo era una ilusión, un engaño:

Caminante, no hay camino, solo una estrella de David dibujada en tú puerta, caminante no hay camino, solo facturas por dejarte cruzar la frontera. Caminante no hay camino solo piedras y más  piedras;  para levantar un muro por encima de tu cabeza, para disparar al futuro, con balas de Indiferencia.

Pero los muros que unas manos levantan otras manos derriban; “golpe a golpe a golpe, verso a verso, paso a paso, gesto a gesto”. Porque las fronteras que unas pisadas forman,  otras pisadas las borran. Porque hay manos que se cierran en un puño, pero también que se levantan insumisas, que se abren para una caricia,  para recuperar un abrazo, para calmar el temblor de un invierno que nunca debió llegar. Manos que se extienden para “echarte una mano”, no por caridad, sino por Justicia. Manos que se extienden para darte la mano, no porque te conozcan, sino porque te quieren conocer. Manos que no renuncian a valor de un gesto. Manos en las playas de Lesbos, arrebatadas al mar  para evitar que alguien se ahogue. Manos contra pecho, para contar hasta veinte mientras golpean un corazón sin latidos al que intentan reanimar-y lo consiguen-. Manos que cubren  un cuerpo al que no pudieron despertar. Manos en el campo de refugiados de Calais, en el Kurdistán, en la franja de Gaza, el Sáhara, Eritrea, Yemen… Manos en el estrecho de Gibraltar y en el monte Gurugú.  Y tantas manos, lugares y personas que no caben en la palma de una mano, en la línea de una vida.  Manos que recogen manos y levantan la mano para preguntar ¿Dónde están?

“Caminante -SÍ- hay camino, y haremos (juntas) camino al andar…» #pasajeseguro

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2 Comentarios

  • Sandra
    24 de febrero de 2016

    Apoyo infinito al refugiado de guerra! No a las fronteras
    Si a la vida! Juntos podemos ayudarles. Gracias de todo corazón en nombre de los mas débiles..El Universo les bendiga a todos

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