MARE MORTUM #SantanderCiudadRefugio

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"Aylan y los ángeles del agua" realizado en castro Urdiales

«Aylan y los ángeles del agua»

A través de la presente y en relación con el asunto de la referencia, ruego a este Illmo. Ayuntamiento se sume a la iniciativa de otros tantos Illmos. Ayuntamientos españoles para que esta ciudad se una a la red de ciudades de acogida para los Refugiados.”

Así recogía, según el depósito de recuerdos de Facebook, en uno de sus fragmentos, el escrito para solicitar que Santander acogiera a personas refugiadas con el objetivo de formar parte de una red de ciudades con voluntad política de dar respuesta a este drama humanitario.

Una Iniciativa surgida de la propia ciudadanía reclamando a instituciones y responsables políticos una respuesta al principio ético sobre el que se sustantiva toda legitimidad democrática: los derechos humanos, la globalización pendiente.

Hace un año una fotografía sin rostro, que podría representar a tantos y tantos rostros sin fotografía, nos advirtió de que: “Ojalá esta imagen hiera sus sensibilidades”. ¿Y después? ¿Se puede vivir con el iris rasgado por una imagen que se ha repetido hasta 423 veces desde entonces? Un año después al menos 423 menores han muerto ahogados en el Mediterráneo tratando de llegar a Europa, según Save The Children. 423 rostros donde no llegó el flash de ninguna cámara. Sin olvidar  a quienes ni tan siquiera se les ha dado el derecho a formar parte de una cifra, de una estadística, de un dígito, de una “noticia”.

Hace poco más de un año que responsables políticos utilizaron la conmoción causada por esa imagen para prometer tomar medidas, buscar soluciones. Pero todo parece haber quedado en papel mojado. Papel mojado de un mare mortum que engulle no solo personas, sino principios, valores, y el derecho a sobrevivir de quienes lo han perdido todo, o están a punto de hacerlo. Papel mojado de cifras, para una acogida que no llega, mientras el Mediterráneo sigue cavando su tumba. Una fosa común repleta de cuerpos y de falsas promesas en la que mueren cada año miles de personas: 4.182 desde la foto de Aylan.

Hace poco más de un año que una imagen sacudió  conciencias, corazones, estómagos y entrañas. Que, para muchos,  se convirtió en esa gota que colma vasos, en ese “hasta aquí hemos llegado”, en esa línea roja que nadie quiere cruzar a riesgo de perder lo que le queda de humanidad. Esa línea  que siempre ha estado, pero quizás no siempre vemos y que imágenes como ésta vuelven a sacar a la luz, a mostrarla tal cual, a rasgarnos el iris. Pero también hace un año de quienes continúan haciendo negocio fabricando y vendiendo vasos sin fondo, trampantojos virtuales y tipex negro. De quienes continúan escribiendo el relato de la Indiferencia,  para quienes esa foto solo ilustra un capítulo más.

 

"Aylan y los ángeles del agua" realizado en Castro Urdiales

«Aylan y los ángeles del agua»  acto por los refugiados y  en memoria de los ahogados en el Mediterráneo, organizado en Castro Urdiales por Pilar Machín, miembro de  Cantabria Actúa

 

Hace poco más de un año  una fotografía más se incorporó al álbum  de la vergüenza y  se volvió a normalizar la barbarie, otra vez, bajo ese mantra de “tragedia inevitable”. Esa maldita retórica de la inevitabilidad que elude cualquier tipo de responsabilidad ética y política y que aborda este tipo de hechos históricos como si de una catástrofe natural se tratara. Como si los muros y alambradas se construyeran solos, como si los tratados de la VergUEnza fueran las tablas de la ley. Como si a las armas las cargara el diablo.

Pero también hace poco más de un año que personas comunes respondieron con hechos a esa indignación compartida. Que quisieron ser algo más que otro comentario en Facebook. Que decidieron ser algo más que una frase de condolencia en una rueda de prensa, en una campaña electoral, en un funeral de estado. Una movilización real representada por las personas voluntarias que esperan en las playas. Que se juegan la vida en el mar. Que se dejan la piel en los campos de refugiados. Que ofrecen sus casas. Que se organizan en sus comunidades, que mueven un dedo, que alzan la voz, que tienen un gesto. Que intentan zurcir, con alguna puntada,  el saco roto de las palabras.

Hace poco más de un año que una imagen se hizo viral en las redes sociales, que se convirtió en trendic topic en la red. Una imagen que forma parte de un imaginario colectivo poniéndole rostro a la sinrazón.

Hace algo menos de un año que la imagen de un refugiado sirio, al que una periodista en la frontera de Hungría  le puso la zancadilla, también dio la vuelta al mundo. La zancadilla de Europa a su Libertad, a su Igualdad, a su Fraternidad…a los derechos humanos.

Hace poco más de un año creíamos que quizás una imagen sirviera para que no nos deshumanizáramos ni una capa más y, sin embargo, hay quienes se empeñan en despellejarnos vivos mientras hacen negocio vendiéndonos abrigos de piel.

Ova mi niño Ova / Tu cuna está hecha  de sal / De patera estrellada en las rocas /De ojos en el fondo del mar / De barrigas decoradas con moscas / De uniformes que no dejan pasar…/ De tratados que tratan de muerte / De visados que no miran atrás /De esos ojos que te miran sin verte /Mientras cambian de canal…” (fragmento de “la nana del refugiado”)

El próximo 18 de septiembre, Santander corre por Siria, carrera solidaria para ayudar a los refugiados.

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