‘Expulsados’ recuerda sobre el terreno la reconstrucción franquista de Santander

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Ahí, en pleno centro, donde ahora está una franquicia de ropa interior, antes había una ferretería. Nos parece impensable que hubiera una ferretería, un comercio demasiado normal, en Calvo Sotelo, como pensar que esa calle en realidad eran dos, o que hubiera otros nombres como La Ribero o el Arrabal de la Mar antes de que las placas del callejero se poblaran de militares que, esos sí, iban contra la propia historia de la ciudad.

Más aún: la altura de la Catedral era la altura de esa zona. Es decir, la calle Lealtad existe porque se rebajó la altura, se desmontó, porque esa era la forma de conseguir que el centro fuera un solar que vender y repartirse.

Este domingo, 20N, aniversario de la muerte de Franco, EL FARADIO organizaba una ruta por el centro de la ciudad para contar sobre el terreno lo que plasmarán, si logran los apoyos necesarios, en ‘Expulsados. Santander, la transición urbanística pendiente’, y que se puede apoyar desde este enlace., porque sólo verá la luz si consigue 200 apoyos.

Es decir, que el modelo de ciudad impuesto a raíz del incendio de Santander en 1941 fue posible gracias a la expulsión de las clases populares del centro aprovechando esa desgracia, y que ese modelo basado en la expulsión continúa, como saben bien en el Cabildo, Tetuán, El Pilón, el Prado San Roque o la S-20.

LA CIUDAD ORGÁNICA

Porque, como recordaba Roberto Ruisánchez, profesor de Geografía que guiaba en el recorrido, en todas las ciudades españolas hubo destrucción y bombardeos, y en toda Europa también, y las reconstrucciones fueron diferentes. “La forma en que se hizo no fue la única de la que se podía haber hecho”, enfatizaba.

En la ciudad orgánica

En la ciudad orgánica

De hecho, se hizo de una forma muy concreta. La democracia “orgánica” (sic), como se autodenominaba la dictadura (llamada así porque se hacía “lo que le salía de los órganos” al dictador, ironizaba un asistente), tenía también su modelo urbanístico, el de la ciudad orgánica.

Se caracterizaba por una concentración del poder político y religioso en la misma zona, como se percibe en la Plaza Porticada, donde se encuentran las delegaciones de Hacienda, Defensa o de Gobierno (el todo poderoso Gobierno civil), la Cámara de Comercio y allí estaba el Ateneo, frente a la Catedral y otros centros religiosos.

La otra cara de esa concentración de poder era la expulsión de lo que sobraba. Y al régimen y sus nuevos amigos (comerciantes, banca, seguros, etc…) le sobraba mucha gente: los artesanos, la industria no contaminante (que la había en la ciudad), los pescadores y tenderos, los inquilinos, en suma, unas clases populares que fueron expulsadas al extrarradio.

Nada parecía suficiente: si desde el centro de la ciudad miras hacia arriba verás como a los edificios les crecían alturas no previstas.

EXPULSADOS DEL CENTRO

A la ruta han asistido alrededor de 60 personas, bajo una combinación de viento y lluvia que hubiera hecho que el incendio fuera otra cosa.

Muchos de los asistentes lo recordaban, porque lo vivieron, o porque es una historia contada de padres a hijos que no había llegado a los libros de historia y que han echado en falta en los fastos oficiales del aniversario del incendio.

La ruta tuvo su parada en el Cabildo de Arriba, donde se empezó a aplicar la palabra gentrificación y el término mobbing inmobiliaro hace nueve años, cuando esos conceptos no estaban de moda.

En el Cabildo

En el Cabildo

El solar en el que se produjo el desplome de un edificio, causando tres muertos demuestra que ese modelo de expulsión de los auténticos santanderinos de toda la vida de sus casas, según recordaban los periodistas Oscar Allende y Guillem Ruisánchez, quienes evocaron la cobertura de aquella tragedia y el manto de silencio de los años siguientes en torno a sus consecuencias en el tejido urbano.

El recorrido (sincronizando horarios para que diera tiempo a ir a ambas citas)  finalizaba en el Café de Noa (en la calle Alcázar de Toledo, sí), donde se celebraba la cita mensual de las Gildas,  que, este mes de noviembre hablan de la discriminación de género y que, en esta ocasión, advertían de que están “hasta el moño” del sexismo en unos medios de comunicación que también las expulsan.

Si quieres que esa historia no contada de la reconstrucción de Santander en un modelo, el de la expulsión de quien sobraba, continúa, puedes apoyar la publicación del libro desde este enlace.

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1 Comentario

  • Mila Sancho
    23 de noviembre de 2016

    La ruta estuvo muy bien, me ilustró mucho.
    También quiero agradecer esa labor al profesor Ruisanchez, a los periodistas del Faradio y a las Gildas, por esos trabajos de concienciación.
    Muchísimas gracias.

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