“No se puede imponer un único relato del fin de ETA”

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Si de algo aprendíó el periodista vasco Borja Ventura al escribir ‘Guztiak’, su trabajo editado por Libros.com en el que abordó múltiples voces de las últimas décadas del País Vasco marcadas por el terrorismo y que significa orecisamente ‘Todos’, fue de pluralidad.

Borja Ventura, presentando en Madrid su libro 'Guztiak'

Borja Ventura, presentando en Madrid su libro ‘Guztiak’

Desde esa perspectiva, considera que tras el anuncio de desarme de ETA y pese a los discursos oficiales, “no se puede imponer un único relato” de una historia que ha afectado a tantas generaciones durante tantos años.

Tal y como señalaba a EL FARADIO DE LA MAÑANA de Arco FM, pretender saldar esta parte de la historia con un “único relato” supone “un brindis al sol” y “un error”.

Porque son historias en las que, sin “justificar ni legitimar”, hay “matices” que impiden contar un asunto tan “complejo”, que se ha extendido durante cinco décadas dejando multitud de muertos, tanto las víctimas de ETA como los propios fallecidos de la banda a manos del GAL o el Batallón Vasco-Español.

“No se puede ser tan simplista, si la historia de ETA fuera tan sencilla no hubiera durado 50 años, y las implicaciones no son sólo políticas, sino sociales o culturales. No es sólo una banda de pistoleros matando gente. Hay algo más”, señalaba.

Para escribir ‘Guztiak’, Borja Ventura abordó a través de 17 entrevistas todo tipo de perspectivas: habló con políticos, con personas que habían pasado por la banda, con víctimas, con periodistas que han cubierto noticias sobre el terreno y con ciudadanos de a pie.

“Cada persona tiene una historia” y eso impide que haya “una sola visión”, de modo que “intentar imponer un solo relato va a conseguir que siga habiendo divisiones”

DISOLUCIÓN Y ACERCAMIENTO DE PRESOS

Ni el Gobierno ni ETA “van a dar su brazo a torcer de cara al público”. “De cara a la galería las posturas son siempre inamovibles”, afirma Ventura, quien matiza a continuación que pese a esas posturas públicas “en estos años de democracia siempre ha habido negociaciones con contenidos por debajo de la mesa y puntos calientes que no se conocían”.

En cualquier caso, Borja Ventura considera que la situación actual responde a una “sucesión de muchas cosas”, sin un punto concreto que lo haya “desencadenado” –aunque para muchos sea consecuencia del proceso abierto bajo la etapa de Zapatero– y sin que estén tan claros los próximos pasos.

Lo que sí se están dando ahora son lecturas más “posibilistas”. Porque aunque en el mundo político de la izquierda abertzale apostaran por la “amnistía para todos”, es algo que “no van a conseguir”. Sí que se manejan dos objetivos: un referéndum a medio plazo y el acercamiento de presos. Respecto al primero, Ventura tampoco lo ve “a medio plazo” (aunque “estando la vía catalana sobre la mesa no parece tan loco”, y sobre el segundo, “”es factible que se vaya a producir”, si bien no será algo que suceda “pronto” ni de forma “inmediata”.

En lo que concierne al Gobierno, “siempre pedirá la colaboración para que vuelvan los huidos”, algo que tampoco se va a conseguir. Y está otro objetivo “más posible”, el de la propia disolución de la banda, aunque sea un tema “más de marketing”, toda vez que “ETA ya ha manifestado que no va a matar y ha entregado las armas”. En cualquier caso, tampoco sucederá “a corto plazo” ni “de forma rápida”.

En resumen, la disolución oficial y el fin de la dispersión de los presos serán “los próximos pasos”, pero sin fechas cercanas ni inmediatas.

ENTRE EL “HASTÍO” Y LA ALEGRÍA

Para Borja Ventura, el anuncio del pasado fin de semana del desarme de ETA. El hecho de que “deje de haber armas encima de la mesa”, es “muy buena noticia para todos”, es algo “por lo que hace 20 años hubiéramos brindado y celebrado”.

“Nos merecemos celebrarlo y la alegría de haber llegado a este escenario”, aseveraba, matizando que entiende que a “gente que ha vivido esto en sus propias carnes” no les suponga “motivo de alegría” al entender que “tenía que haber pasado antes”.

Y aunque entre los protagonistas de Gustiak se da cierto “hastío” con el tema por la sensación de que en realidad era algo que se “daba por descontado” y que además había dejado de ser una preocupación de los españoles o noticia recurrente en los medios, “cuando hablas con la gente que lo ha vivido de cerca sigue siendo el tema, el monotema”, que viven entre la “liberación” y el deseo de “seguir adelante”, uno de los grandes retos de fondo que analiza su libro ‘Guztiak’.

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2 Comentarios

  • Marisa del Campo Larramendi
    15 de abril de 2017

    La terminología no es neutral y emplear la palabra «relato» es ya toda una opción ideológica. El análisis histórico, político y social emplea recursos narrativos pero no elabora «relatos», sino teorías explicativas. El concepto relato conlleva un matiz ficcional y subjetivo que favorece la concepción de que todos los relatos valen lo mismo, son igualmente legítimos, igualmente verosímiles, igualmente verdaderos, ya que: «Cada persona tiene una historia». Inconmensurables entre sí, los relatos no serían falsables, ni necesitarían ser confrontados con los hechos. Plurales y democráticos, debemos aceptarlos como manifestaciones de la «diversidad de lecturas». Sin embargo esto sería renunciar a la búsqueda de teorías explicativas acordes con los hechos, puro postmodernismo, pura postverdad. El «relato» sobre ETA por supuesto no debe decir solo que era «una banda de pistoleros matando gente», pero sí debe partir de una afirmación sin paliativos: ETA era una banda terrorista que trató de implantar sus concepciones políticas matando.

  • JAVI GONZÁLEZ
    15 de abril de 2017

    ¿Imponer? ¿Único? ¿Relato? Va a ser que no. Que no cuela. La organización terrorista ETA asesinó a más de 800 personas para tratar de imponer su proyecto totalitario. No lo logró. Afortunadamente no lo hizo gracias a la fortaleza de la democracia y del Estado de Derecho con sus leyes. Y la eficaz actuación de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
    Con el mismo argumento de haber afectado a generaciones se podría entrar en una justificación de atrocidades como la dictadura franquista. O la violencia machista. O la pederastia.
    Esos matices los carga el diablo. Todo lo que no suene a rotunda condena, suena a sibilina justificación. Hablamos de asesinos. De gente fanatizada en el odio. De exterminadores profesionales. De psicópatas asesinos.
    ¿Un ejemplo? Entre las víctimas tal día como hoy, 15 de abril, pero de 1991, está la joven Coro Villamudria. Una jovencita donostiarra, que aquella mañana se preparaba, junto a sus cuatro hermanos, a acudir al instituto. Mientras su padre, agente de Policía Nacional, procedía a la revisión metódica de los bajos del coche, la apertura de la puerta del copiloto accionó el mecanismo de la bomba. Y Coro murió mutilada y desangrada. Sus tres hermanos y su padre sufrieron graves heridas. La madre, asomada al balcón, contempló aquella escena. Aquella mañana fue un infierno en la Bella Easo.
    En su reivindicación, los asesinos acusaron al padre de usar a su familia de escudo humano. Y en el colmo de su miseria humana, remataron señalando que Coro quería ser Policía Nacional en el futuro. ¿Qué hablamos, de asesinato preventivo?
    No Borja. No cuela. Cada historia de las más de 800 víctimas de ETA encierra tanta o más infamia. Fíjate. Por el mismo precio, tal día como hoy, 15 de abril, pero de 1988, dos agentes de la Policía Nacional, Antonio Gómez Osuna y Francisco Espina Vargas, miembros de una patrulla motorizada, murieron tiroteados. Ambos procedían a identificar a dos sospechosos por tráfico de drogas. Respondían a una llamada que los terroristas habían hecho a la comisaría de Vitoria para denunciar que había varios jóvenes toxicómanos pinchándose. Allí los asesinaron a quemarropa. Incluso resultó herido uno de los toxicómanos, utilizado como cebo por los propios terroristas. Menuda épica en su acción criminal.
    Sólo tendrías que haberte interesado por desentrañar las auténticas razones de muchos de esos asesinos para enrolarse en esa siniestra cofradía del terror. Y se os caería el telón de los ojos.
    No se entiende que hagáis tantos esfuerzos por no llamar por su nombre la infame andadura terrorista de ETA. Y dejéis caer insinuaciones que, cuando suenan a intentos de comprender su pulsión criminal, resultan repugnantes.
    No cuela ni siquiera esa apelación a los GAL y al Batallón Vasco Español. Igual de asesinos y criminales y que por ello forman parte del mismo montón de mierda que ETA. Al otro lado, sólo quedamos los demócratas. La gente de bien. Quien se sitúa en medio, en una pretendida equidistancia, está realmente del lado de los asesinos. No de las víctimas.
    Lo de que vuelvan los “huidos” es otra de esas perlas que ya delatan a quien las maneja. ¿Huidos en una democracia? ¿No serán en realidad asesinos prófugos de la justicia? Sí. Esos que en la jerga etarra se llaman refugiados. No cuela.
    Por eso el esperpento de la entrega de armas, con los matarifes y sus mariachis convertidos en “artesanos de la paz” fue acogido con absoluto desdén y repugnancia por la gente de bien. Porque sobran esas parafernalias. Quienes nunca hemos empuñado un arma no hemos hecho ostentación de nuestra condición de gente de bien. ¿Cómo no nos va a resultar vomitivo semejante akelarre de los apologistas del odio? De los del “ETA, mátalos”.
    No cuela. Borja. No cuela. Y menos cuando tanto tú, como yo, nos hemos criado y hemos crecido en Euskadi. Amaneciendo a diario con la liturgia del asesinato mafioso. Con el infame “algo habrá hecho”. Con el lacerante silencio. Con la indiferencia. Con la cobardía y el miedo ante el terror. No en vano llamamos terrorismo a la acción de ETA. Y no se trata de imponer un relato. Se trata de no olvidar. De no ceder al intento burdo de blanquear el pasado de los terroristas.

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