Colossal, 57

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Colossal, la última genialidad del cineasta cántabro Nacho Vigalondo, iba a llamarse en un primer momento Santander.

Anne Hathaway domina el monstruo

En Colossal, Anne Hathaway, recuperándose de una ruptura sentimental, regresa a su ciudad natal, un sitio pequeño y tranquilo, en lo que para ella resulta una etapa muy desordenada de su vida.

Tras notar que cada vez que se emborracha un monstruo gigantesco arrasa Seúl, acaba descubriendo que el monstruo y ella están conectados, que cuando ella hace algo, el monstruo también hace algo.

Y entonces su historia se acaba convirtiendo en un ejercicio de responsabilidad: la posibilidad de hacer daño a otros, por muy lejanos que estén, le hace tomar medidas.

Más aún cuando descubre que otra persona tiene esa misma capacidad y no la está usando de forma responsable. Más bien al contrario: no es consciente de que sus decisiones, por mucho que le beneficien a él o a sus personas cercanas, también afectan a personas. Les pueden hacer daño.

DEL CABILDO A AMPARO

Zona del derrumbe en la calle del Sol, el mismo día

Zona del derrumbe en la calle del Sol, el mismo día

Que lo que haces en tu casa afecta a tus vecinos de al lado es algo que en Santander deberíamos haber aprendido porque sucedió, literalmente, hace ya casi diez años, cuando se cayó el Cabildo dejando tres muertos y varias vidas tambaleándose durante años.

Eran otros tiempos y tenemos que admitir que entonces Lucía y su familia estuvieron bastante solos. El conjunto de la ciudad no tuvo la sensación de que el Cabildo se nos cayó un poco a todos, y así, sin ese apoyo, se les cayó exclusivamente a ellos. Demasiado peso para pocas espaldas.

Antes de que acabásemos todos mirando al solar de Sol 57 llegaron más casos y más casas que iban desapareciendo en esa ciudad que se evapora ante nuestros ojos entre artificios e infografías.

Y llegó Amparo, y estuvo menos sola, y eso ya fue una pequeña victoria en una guerra perdida. Eran otros tiempos, pero seguía siendo muy difícil romper el manto de silencio.

Y si algo hay que agradecerle a Lucía del Cabildo, o a Marco, el nieto de Amparo, o a Bonilla, afectado por el incendio de Tetuán, por citar otro caso, es que la experiencia más traumática de sus vidas no les hizo callar ni olvidar.

Al revés, cuantas veces les llames para hablar de urbanismo, allí estarán, para recordarnos que hay que estar muy pendientes de la parte de tu vida que cedes a otros porque las instituciones a las que les habíamos subcontratado algo tan valioso como nuestra confianza no lo están.

SANTANDER, 2017

Eso ya ha cambiado: el 19 de julio ahí estábamos todos delante del Machichaco que ardía atracado en Puerto Chico, enviando fotos por Whatsapp, recibiendo vídeos, leyendo nuestras redes y siguiendo los medios que lo retransmitían en directo.

Cartel de Colossal

En la ciudad en la que más cuesta guardar un secreto, a las pocas horas los escombros ya dejaban ver bastantes cosas que los representantes institucionales no se han atrevido aún a pronunciar en voz alta: que la administración ha funcionado con dos velocidades. Ha funcionado mal. Ha fallado. Admitirlo es algo que tal vez no se puedan permitir. No todos somos Anne Hathaway.

Pero esto no es el Santander de los ‘alegres’ noventa.

Es 2017, ya no es la ciudad del joyero Venero, ya no cabemos todos en el patio del mismo colegio, y ya no debería importar más el apellido que el nombre.

La mayoría vivimos en una ciudad, y si las élites siguen viviendo en un pueblo caciquil, entonces es que ya no saben donde viven. Y no hay nada peor que le puede pasar a un político.

No puede ser que no hayamos aprendido nada. Porque a estas alturas ya tenemos experiencia.

Ya sabemos que los avisos de los vecinos se tienen que tener en cuenta, porque acaban teniendo razón. Ya sabemos que algo pasa en el departamento de Obras del Ayuntamiento. Las víctimas saben que el silencio no arregla problemas y el Ayuntamiento ya sabe (o debería) que puede perder concejales y juicios. Algo falla cuando las víctimas del urbanismo (porque el urbanismo deja víctimas) muestren más responsabilidad por los demás que quienes gobiernan o mandan.

DEL PRIVILEGIO A LA RESPONSABILIDAD

Porque cuando tu trabajo o función afecta a los demás tienes un privilegio que otros no tienen. Y unas responsabilidades.

Anne Hathaway se da cuenta de los efectos de sus actos

Porque si eres concejal y tienes la capacidad de que tus decisiones se cumplan o un partido que va a respaldar todo lo que hagas, si eres funcionario público y tienes una estabilidad laboral que otros no tienen, si eres un empresario o un ciudadano con una buena red de relaciones sociales y políticas y eso ayuda a tus negocios, pues bien por ti.

De verdad, enhorabuena: no nos molesta que te vaya bien, pero sí que eso perjudique a otros.

A esa parte buena hay que sumarle otra que va en el lote, un precio que debes pagar, tienes un privilegio, una responsabilidad con los demás que básicamente consiste en tratar de hacer las cosas bien y no perder de vista que no estás sólo en estas calles y que estas calles, estas casas y estas gentes seguirán después de ti.

Que la mera firma de un papel, y cómo lo hagas, puede tener efecto en los demás como lo tenían los movimientos de Anne Hathaway hasta que ella, al menos, después de ver la parte divertida, fue consciente de lo que tenía entre manos y decidió hacer algo al respecto.

Esa irresponsabilidad generalizada de nuestras élites es la que esta vez ha movido al monstruo que acaba destrozando viviendas y que en su último zarpazo se ha convertido en el inquilino de Colossal, 57.

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