Trapos de colores

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“El ser humano, como escribió Cassirer, no vive solo en un universo físico, sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte o la religión constituyen parte de ese universo. Son lo diversos hilos que tejen la red simbólica. El ser humano no puede acceder la realidad de una manera inmediata; no puede verla, digamos, cara a cara (…). Se ha rodeado de tal manera por formas lingüísticas, imágenes artísticas, símbolos míticos o ritos religiosos, que no puede conocer nada si no es a través de este medio artificial”.  Y sobre ese mundo simbólico, como nos recuerda el profesor José Álvarez Junco,  se mueve a sus anchas el fenómeno nacional[1]

Quizás se nos antoje complicado sintetizar todo eso en un trapo de colores. Sin embargo hay quien se empeña en ello. Y así  diferentes narrativas, que pretenden anclarnos en un pasado que de sentido a la forma que tenemos de ubicarnos en el presente, compiten entre sí por ocupar ese espacio emocional que configura nuestra identidad. Cómo nos sentimos y, en qué medida -si es que se puede- categorizamos ese sentimiento. De qué forma encaja,  o no,  entre los cuatro ángulos que ese trapo de colores dice representar. Y no es fácil, nada fácil, pues incluso en torno al mismo trapo compiten diferentes narrativas,  discursos, relatos y miradas. Sin olvidar quienes se quedan fuera, quienes son expulsados o excluidos por no dar la medida de un traje que demasiadas veces sale demasiado caro.

Múltiples son las  razones que provocan ese sentimiento de identificación con un símbolo que a su vez nos remite a una “comunidad imaginada”, en palabras de Benedict Anderson, a la que, en su mayoría, no conocemos, pero con la que creemos compartir  lazos  que se  refuerzan, o no, desde la cotidianidad; de forma repetida, ritualizada. Estos rituales son actos colectivos sobrecargados de símbolos en los que un grupo social escenifica ese sentimiento de comunidad compartida. El símbolo, en este caso la bandera, se convierte en catalizador de mensajes y significados. Sin él se difuminaría hasta confundirse con un acto rutinario socialmente estructurado como es, por ejemplo,  cepillarse  los dientes tras cada comida.

 

«Las banderas de mi casa son la ropa tendida» No está mal esta cita de Robert Iniesta como declaración de intenciones…

 

La intermediación simbólica de los aspectos culturales[2] nos ofrece un marco de análisis de acontecimientos y procesos sociales, y nos permite realizar esa aproximación “densa”, es decir, un estudio acerca de la compleja relación entre el relato, los símbolos, el significado que se les da y los fenómenos que tienden a representar. El uso de los símbolos, en este caso las banderas, se convierte en un marcador identitario en el que el individuo no solo se define en función del grupo, sino que tiende a uniformizarse renunciando a los matices, a su capacidad (auto) crítica. Nace así el individuo-masa, el fetichismo de la bandera. Comienza la negación del “otro”.

En ese proceso de interiorización identitaria  de lo que creemos ser,  los llamados “mediadores simbólicos” adquirirían un papel protagonista, es decir, serían quienes nos dan esa información que estructura el sentimiento y le dota de su “razón de ser”. El ideal emancipador de la ilustración debía llevarnos a no necesitar de esos mediadores o a que, por lo menos, su influencia  no fuera determinante a la hora de decidir quien soy y cómo quiero serlo. El “sapere aude” (atrévete a saber) kantiano debía venir acompañado de las herramientas que nos permitieran dotarnos de la capacidad crítica suficiente para no necesitar de tantos “intérpretes”;  de un acceso al conocimiento, lo suficientemente libre y autónomo, que no se viera mediatizado por nada más que esa aspiración de Libertad.  Pues, como sabemos,  en toda mediación existe un sesgo.

Y así nos encontramos en  peregrinación tras un trapo de colores que representa, para la mayoría,  los valores e ideales más nobles a los que aspirar como sociedad.  Y bajo el manto de ese trapo de colores las diferencias se diluyen, los problemas desaparecen. En lo que dura la “misa” lo simbólico se impone a  lo real. Un acto de fe en torno a una religión de sustitución donde la bandera es el símbolo de esa comunidad.  Una forma  de comprensión y aprehensión de una realidad heredada, pero a  la vez resignificada que necesita que el presente encaje en ese pasado interpretado sesgadamente. De esta forma, quien camina tras su trapo de colores se cree en posesión de la verdad, cree que quien está en frente está equivocado. Que los suyos son los buenos, los demócratas, los “elegidos” o los revolucionarios. Y así nos olvidamos de que solo era un trapo de colores y que lo real, de carne, hueso, pellejo, latido, corazón, mirada,  es lo que ese trapo esconde.

Norbert Elias nos recuerda cómo las valencias afectivas de los humanos normalmente se suelen anclar en otras personas, pero que también ciertas convenciones simbólicas muy arraigadas, como una bandera o un himno,  suelen ser objetos de anclaje afectivo intenso. Quizás sea importante que no nos olvidemos de la primera de las anclas, la real, la que nos muestra desnudos, la que nos ancla a ver en el “otro” algo más que la etiqueta que lo clasifica. Y así, a partir de  ese “algo más”, impidamos que la segunda ancla nos hunda en su mortaja de colores.

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[1]Álvarez Junco, Jose.  “Mater Dolorosa, La idea de España en el s.XIX”, págs 20- 21

[2] Lo que el antropólogo norteamericano Clifford Geertz, ampliando la concepción de cultura, considerará como, “el contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa”,

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2 Comentarios

  • agustín romero barroso
    12 de octubre de 2017

    CRITERIO ANTE OPINIONES Y CREENCIAS

    Por dinero
    baila el caballero
    y por pan,
    si se lo dan.

    Opinión y creencia popular

    Vamos a ver: ya digo desde ahora que en las escuelas NO se enseñan cosas tan importantes como pensar, distinguir el significado de palabras…, ser y estar libres con los demás, a entender qué quiere decir ser iguales ante derechos, deberes y leyes, que en las otras cosas sabemos que no y, es imposible…, y a ser solidarios. Y ello es así porque la escuela cada vez está más claro que apoya la confusión, ha abandonado su misión de hacer personas libres, iguales y solidarias, apostando -como dicen sus fautores y expertos- por ceporros/as dominados por irracionalidades, opiniones y creencias, que son como NADA para entenderse y entender el mundo.
    La opinión=doxa griega es lo que uno, NO necesariamente por proceso racional o lógico, estima de algo, alguien. Así un caribeño puede opinar que en Europa los burros vuelan, y tener la opinión de que lo hacen a dos metros del suelo… O cualquiera puede opinar que Rajoy es un genio de la política mundial, o que la tele sirve pa verte y controlarte, o que la patria existe desde siempre, o que lo que llaman democracia es real o que los derechos humanos se cumplen para todos, o que la administración de Justicia es perfecta…
    Junto a la opinión=doxa está la creencia=pitias griega, que es aún más irracional e ilógica. Así se cree que el sol sale y se pone, o que los reyes magos existen y viven en Arabia Saudí, o que el Pato Donals gobierna los EEUU, o que uno es rubio y de dos metros de altura, o creerse dios o satán… Así que opinión y creencia NUNCA VALDRÁN PARA NA, QUE NO SEA EL MUNDO DE CADA UNO, Y EL DE LOS QUE ACEPTEN CREENCIAS Y OPINIONES COMUNES, siempre de índoles irracionales, fanáticas, si es mucho el personal apegado a tales formas de ser y estar…
    Ante eso algunos seres humanos hemos leído a otros anteriores, implicados en lo mismo, en crear una vía para el logro de lo que se llama CRITERIO. O los caminos para saber el mundo real total, o simplemente el mundo, entender nuestros procesos de conocimientos de ese mundo, saberlo como es y funciona, etc. Su base esencial es la razón y los procesos racionales, reales y verificables por la experiencia de la realidad… Sea esa realidad espiritual o física, interna o externa a uno mismo. Y esos maestros irían desde los antiguos griegos, decantados en Platón y Aristóteles, y en un proceso diacrónico llegaríamos hasta un Espinosa, o un Descartes…, para pasar a los muchos posteriores, hasta un Wingestein, que en su Tractatus casi asume todos los procesos para tomar criterios y saber pensar con aciertos.
    Desgraciadamente a toda persona que usa procesos de criterios, en estas sociedades llenas de ignorancias, miedos y odios a tope, se nos tacha de POLÉMICOS, polemistas, incluso liantes o anarquistas y etc., y se nos extermina, bien como por artes de magias, bien tomando cicuta o crucificados, cuando no apaleados por esas calles, por toda la troupe morrimierdana detrás, echando sapos y ostias contra nos, latigazos, cárcel, escupitajos, crucifixión, apaleamientos, fusilamientos. Pero -sobre todo- el PPoder y la PPasta han descubiertos que el ninguneo total, o la entrega a la chusma y el acoso de la chusma a esa gente peligrosa en la vida cotidiana normal, como ocurre en Extremadura y en la España profunda de muerte total de todo lo libre/sabio, igual/valores y solidario/amor se extermina por ese pensamiento barrabasado en estado puro del vivito Barrabás o cualquier zote de partido en mando, o jefe o linda de la tele, tela, del futGOLeo o tirititero al uso.

    SOPITAS JONDEÁS PA NENES MODELNOS
    https://poetaenllerena.blogspot.com.es/2017/09/criterio-ante-opiniones-y-creencias.html

    • Jose Elizondo
      Jose
      13 de octubre de 2017

      Gracias por tu comentario Agustín. Un cordial saludo.

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