No tan tiernos…

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Se podría hacer un retorno a la infancia en el que diferentes generaciones se encontrasen alrededor de una mesa,  a la hora de desayunar, y su conexión generacional fuera compartir algún producto de la marca Bimbo. Más de treinta años, entre desayunos,  almuerzos, meriendas de niños y niñas que miraban la tele y se veían identificados con esa imagen familiar, cercana, de confianza de sus productos.  Sería como un álbum de los recuerdos hecho a golpe de anuncio publicitario. Como si los anuncios de la tele se convirtieran en las diapositivas de nuestra infancia, en imágenes de una memoria asociada a la venta de un producto. Una forma de recordar filtrada por el código de barras registrado en la caja del supermercado. Solo si tienes el dinero suficiente para pagarlo.

.La publicidad de esta marca suele apelar a la «ternura»

Quizás no deje de ser un rasgo interesante a la hora de explicar, de entender la sociedad en la que vivimos. Valores enlatados en una caja, a la que muchos llaman tonta, pero en torno a la que hemos crecido sin quitar el ojo. Un “homo videns”, en palabra del sociólogo Jean Braudillard, que ha sustituido al homo sapiens convencional. Donde la imagen sustituye vertiginosamente a la palabra y, de esta forma, la imaginación  queda reducida a la propuesta de un creativo publicitario.

Para esta forma evolucionada de homínido la palabra, según el autor francés, ha sido  destronada por la imagen. Puesto que nos encontramos en una rápida y cambiante revolución multimedia, es decir en una revolución digital. Una revolución en la que, como decía mi abuela, nos alimentamos por los ojos para acabar empachados sin dar apenas un bocado. Niños y niñas, con las pupilas pegadas a la pantalla, se comen con los ojos un mundo que todavía desconocen, sin que nadie les eduque sobre sus efectos secundarios en forma de adulto.

En esta línea, autores como Simon y A. Downs destacan los riesgos psicológicos de la obtención del procesamiento de información, que en el medio televisivo quedan reducidos  a mínimos, puesto que  nos dan una información ya “masticada”. Una información que en ningún caso es neutra. Así, según VSF (Justicia Alimentaria Global, en torno a la Soberanía Alimentaria) dentro de su campaña 25 gr[1] “el 67% de los niños/as realizan peticiones específicas de alimentos cuando acompañan a sus padres a la tienda de comestibles, de ahí que la industria alimentaria dedique una especial atención a cautivar a la población infantil.” Y así volvemos a recordar la imagen de una rebanada de pan tan tierna que se parece a la ternura. Que apela a ese niño que llevamos dentro y que un día estuvo absorto frente al televisor masticando cada imagen. Algunos, sin tener nada que llevarse a la boca, sentían como el estómago se apretaba más y más y no entendían como si en la tele era la tan fácil, para ellos no lo era tanto. Y es que demasiadas veces la imagen no encaja en la realidad por mucho que haya quien se empeñe en deformarla.

Un mundo, en el que vivimos, donde la televisión, y cada vez más Internet, se convierte en el principal agente educador antes incluso de aprender a leer y a escribir. Quizás por eso nos creíamos lo que nos decían los anuncios. No nos cuestionábamos nada. Ni titubeábamos al recordar aquel anuncio de la empresa BIMBO que, en los años noventa, nos mostraba como un hombre «hecho y derecho» se enternecía viendo Dumbo, el clásico animado de Disney, mientras se hacía un bocata con unas rebanadas donde lo tierno se confundía, otra vez,  con ternura. Donde “lo que era” se confundía con “lo que parecía”.

Quizás, por eso, nos cueste ahora entender esa lógica de “lo más tierno”.  Una lógica que se proponía alimentar nuestros sueños de infancia apelando a nuestras emociones más tiernas. Que se presentaba como parte de la familia, como ese vecino que te echa una mano, que madruga contigo, que está ahí para saludarte, cuando “no están puestas ni las aceras” y tu día amanece incluso antes de que salga el sol. Que te mostraba que era como tú. (En el anuncio “los frescos del día”).

Una lógica en la que ahora, a los responsables de esta empresa, como a los de muchas otras, parece que no les ha temblado el pulso a la hora de forzar un expediente de regulación. Que Tampoco parece conmoverse ante las decenas de familias cántabras que van a verse afectadas por sus políticas de ajustes,  reestructuración y planes de regulación de empleo. Y todo mediante una intimidación y presión,  como ha denunciado Comisiones Obreras de Cantabria, en la que no se muestran precisamente como los más tiernos. Y  se te revuelve  el estómago.

[1] 25 grs es una campaña de VSF Justicia Alimentaria Global, en colaboración con AECID. Desde la campaña 25 gramos se exige una regulación estricta de la publicidad de alimentos y bebidas malsanas dirigida a la infancia, transformando el actual Código PAOS y el mecanismo de Autorregulación en una normativa de obligado cumplimiento que prohíba las diferentes formas de publicidad de alimentos insanos dirigidas a la infancia. También se  demanda  la existencia de un control efectivo de la publicidad y distribución de la alimentación malsana en todas sus formas en los centros educativos.

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