El lenguaje del Puerto

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Tengo para mí que “en un poemario se suceden cuadros hechos con palabras, como en una exposición de pintura se suceden poemas hechos con formas y colores. No basta con recorrer una sala de exposiciones solo mirando cuadros, ni pasar por las páginas de un poemario leyendo versos, solo. Hay, además, que mirar estos como si fueran cuadros, en los que el poeta ha dispuesto sus materiales, las palabras, de una determinada manera. Y también leer en aquellos la poesía inherente a la disposición que el pintor ha querido para sus materiales”. Es, este, un aforismo, que forma parte de “Estimulantes”, libro de mi autoría.

Lo mismo podría decirse de la música, en la que el compositor distribuye y relaciona la notas según las siente, por lo que también debería escucharse como se lee un poema, y este leerse como se escucha una melodía, siendo así que, o la tiene, o no es poesía. El tema, la situación y la intención (Ángel González) condicionan el uso de sendos materiales de trabajo artístico.

Una mirada dentro del Puerto

Trinidad de tres lenguajes distintos y una sola obra verdadera: la de arte.

Es a uno de esos lenguajes al que quiero dedicar estas líneas: el que Roberto Orallo hace decir a sus pinceles en los cuadros de la exposición “Mi puerto”, que lo es, suyo, no solo porque creció a sus orillas, sino también porque lo ha hecho más suyo al atraparlo en su lenguaje, el “lenguaje Orallo”, como así se refiere a él en el frontispicio de su página web.

En esta ocasión nos habla del puerto de Santander, al que homenajea y celebra.

Como las exposiciones de Orallo, “Mi puerto” es también temática y, como todas, dotada de un estricto carácter unitario.

Colgados en las paredes del Palacete del embarcadero -¿qué espacio más apropiado para acoger una muestra de reconocimiento al puerto, del que es emblema? ¿el cercano Centro Botín, ese advenedizo al puerto?, ¡no, claro!-, Orallo ha expuesto su lenguaje pictórico, no solo para hablarnos de “su” puerto, sino también para que el puerto le hable y nos hable.

Y yo, como espectador, le he oído con atención, para escuchar lo que me parece entender que me dice. Facilita ese escuchar mirando, o mirar escuchando, el que en los cuadros de Orallo siempre hay un personaje, que ha ido creciendo, de exposición en exposición, puesto en situaciones muy distintas, en las que ha ido aprendiendo como persona y como integrante de la sociedad, creciendo en sentido crítico, y enseñado lo aprendido, acomodando su lenguaje al de Orallo, que bien conoce.

Y ahora el artista le ha situado, situándose, en el puerto de Santander, donde su pensar y su sentir son los de Orallo, o al revés, que viene a ser lo mismo. Porque los rostros geométricos de los personajes son todo menos cuadriculados. El humanismo del pintor se refleja en los ojos de los personajes, y sus miradas dicen, no solo lo que ven, sino también la impresión que les produce lo que ven.

Y el espectador, que ve lo que los personajes ven, también ve sus miradas, y las interpreta, seguramente proyectando su propia mirada. Y yo veo una ciudad compadecida con su puerto, si bien pareciera que el puerto, engrandecido, se come la ciudad; y veo el trabajo de las mariscadoras hurgando con sus manos en la bajamar, como el agricultor recoge con sus manos los frutos de la tierra al otro lado del puerto; y observa cómo ese trabajo, por el que las manos humanizan los limos, se acomoda en el corazón y las entrañas de los personajes; y veo barcos que traen y llevan a personas y mercancías, acompañados de las miradas complacidas de quienes desde el mismo cuadro los miran; y veo muchas grúas y otros muchos mecanismos deshumanizadores, sometidos a miradas, ora displicentes, ora resignadas, ora de disgusto, sin que falten las de admiración; y veo rostros con máscaras vegetales, por las que asoma el bigote y la mirada del pintor, como si quisiera neutralizar con aroma del campo el tufo de los aceites industriales.

Miradas quietas, que expresan emociones, sentimientos y pensamientos, que en los cuadros de Orallo, el oficio de depura técnica y su estética intransferible son soporte y forma de una ideación, compuesta de emoción y reflexión, que configuran un lenguaje pictórico elegantemente crítico: ¿tanta máquina embrutece al puerto del artista, pero la mirada humana lo redime? Como sea, siempre quedarán las mariscadoras. Y la Grúa de Piedra.

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1 Comentario

  • Roberto Orallo
    13 de febrero de 2018

    Muy querido amigo Fernando Llorente, hoy no sabría expresar mis sentimientos a tan hermosa y profunda visión de mi obra. Ya se, tu seguimiento de mi decir en éste mundo del ARTE. Sólo pienso , que somos , eso, amigos,¨gentes casi extraterrestres´ sometidos , dibujados, por una sociedad, muy lejana a nuestra identidad. Pero así todo, el puerto ¨MI PUERTO´ quedará, en tu mente y en la mía , quizás en otras muchas. Que le voy hacer ,si yo nací en la calleja del norte. Siempre mirando arriba, AL MAR. Orallo.

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