La Nieve

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Toda réplica es una copia imperfecta del original, una especie de fotografía que parece coincidir en todos los detalles y que, sin embargo, no te acaba de convencer del todo. Quizás la tienes como recordatorio de lo que sentiste, un poco como esas estampitas con fotografía acompañadas de una fecha, una frase, un “no te olvidamos” que se repartían tras los funerales de un ser querido. Era un poco como tenerlo un poco más, aunque ya no estuviera. Y así nos ayudaría a recordar cuando la memoria se volviera frágil, o esquiva, cuando se desdibujara en nuestra mente los contornos de su rostro. Es curioso, antes no existían las fotografías de la voz  y era lo que más miedo te daba, olvidarte de su voz; la repetías en tu cabeza para intentar recordarla, pero al final sabías que no sonaba igual y, un poco más al final, solo silencio. No sé si con los cuadros pasa lo mismo.

Un cuadro, “Los cazadores en la nieve” del pintor Pieter Brueghel “el Viejo”, perteneciente al ciclo de seis obras sobre los meses del año, representa el invierno o los meses de diciembre y enero. Curiosamente, en este cuadro en particular, el autor cuida tantos los detalles que cada parte, cada rincón, se convierte en una obra de arte sí misma. Y, sin embargo, al mirar la copia, algo se pierde por el camino, por mi perfecta que sea ésta. Quizás en esa búsqueda de lo auténtico, de esta modernidad tan borrosa, volver a los detalles sea más que necesario, sea urgente.

 

«Los cazadores en la Nieve» Obra de Pieter Brueghel el Viejo (Es una réplica, quizás le falta «algo»)

 

Y hay detalles minúsculos que forman parte de esos momentos que rescatamos cuando algo se parece tanto que no podemos sino recordar el original. Unos copos, un manto blanco, salir a la calle y pisar la nieve, ver los regatos helados romperse al golpe de una piedra. Sentir la nieve fría en tus manos, hacer una bola y tirarla. Y, al hacerlo, golpear a esa niñez llena de bolas, de muñecos, de batallas, de caladuras, de plásticos resbalando por el prao hasta darte de bruces. Y levantarte con las manos congeladas, pero a la vez ardiendo de adrenalina, con las mejillas pellizcadas por el viento. Y volver a subir otra vez la cuesta del prao para volver a tirarte tantas veces como puedas hasta que te llamen para volver a casa. Y no notas la caladura porque sabes que en casa estarás caliente, junto a la chapa, con los pies en el horno. Y cada copo de nieve es un recuerdo de infancia. Y el frío sabe a tostadas, a leche frita, a pan hecho en casa, porque la nieve lo cubre todo y te quedas unos días incomunicado. Y te encanta, porque esa soledad sabe a libertad. Todo se para, solo la nieve que cae y tú enredado en Ella con la certeza de que ese abrazo lo ganas tú. Por eso recordar cada detalle te da la vida, porque en ese abrazo siempre ganabas tú.

En el cuadro de Brueghel la mirada se eleva sobre el terreno, como una pequeña vista de pájaro, y ves a los cazadores, acompañados de sus perros de caza. Sus siluetas se mueven en un primer plano mirando desde lo alto las manchas negras que  a lo lejos construyen una escena de nieve y recuerdos, de vida en cada uno de sus detalles. Como tus recuerdos de infancia. Un paisaje helado lleno de pinceladas de sombra donde el paisaje se convierte en verdadero protagonista. La nieve, el hielo, el paisaje invernal se ofrece como marco en el que fabricar recuerdos.

 

Imagen reciente de tiendas de refugiados en París, (también nieva en Siria, en Irak… ) la nieve cae igual «los detalles» No

 

La misma nieve, el mismo hielo, el mismo paisaje invernal, o quizás no sea el mismo, se ofrece como marco en el que fabricar o, en su caso, destruir recuerdos y vidas, en París, aquí al lado, donde alrededor de  1.300 personas refugiadas y sin techo siguen viviendo en la calle. En su fotografía nadie se asoma para enredarse con la nieve, para jugar con ella, para fabricar recuerdos donde volver el día de mañana. Las tiendas de campaña aparecen cerradas, los cazadores no se ven, quizás porque están a salvo. Los métodos de caza han evolucionado tanto que no necesitan siquiera salir en su busca. Es la Necropolítica[1]. Nadie juega con la nieve, nadie patina, nadie tira bolas, nadie  ríe. Nadie, nadie, nadie, solo un desesperante Nadie…Una sillita vacía, congelada, llena de nieve, y sobre ella nadie, y junto a ella nadie; y nadie, nadie, nadie, y ese desesperante Nadie que lo ocupa Todo. Hasta las tiendas de campaña parecen desalojadas, como si nadie las habitara. Solo las pisadas sobre la nieve ponen rostro a ese Nadie con los pies congelados, amputados, gangrenados por el frío, muertos. Y los detalles marcan tanto que sangran. Una figura al fondo se desdibuja sin saber si se va o si viene. Y la nieve ya no sabe a juventud, a niñez, ni a tostadas, ni a horno de leña ni a cristo que lo pintó. Sabe a Muerte, a Olvido, a Indiferencia, a Muerte. Y la nieve no es la culpable, ella solo ofrece el marco. Nosotros dibujamos los detalles. ¿Alguien los ve aún? ¿Alguien ve la nieve, los detalles, de Siria, de Irak, de…..?

¿Alguien los ve?

 

 

 

[1] Según Clara Valverde autora de “De la necro política liberal a la empatía radical”: La ‘necropolítica’ es la política basada en la idea de que para el poder unas vidas tienen valor y otras no”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=206234

 

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