Hay que rehacer el pueblo

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Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que el Ministerio de Educación español promocionó un proyecto de recuperación de pueblos abandonados. Fueron alumnos de centros de enseñanza de distintos lugares del territorio nacional quienes, acompañados de sus profesores, y recibidos por monitores ad hoc, participaron durante unos días, no tanto en su reconstrucción, como sí en una inmersión en los usos y costumbres de un entorno que se venía, y se viene, despoblando: el rural.

Albricias

Pues, bien, “ALBRICIAS. Novela de todo un pueblo” es el título del libro, que el profesor cántabro, Antonio Manuel Ramos Martín, ha escrito, y ha publicado Álter Ego Ediciones. Y es también el nombre literario de un pueblo, objeto de abandono, al que los lectores accedemos, llevado de la voz de una narradora en edad escolar.

Una narradora sin nombre, como si el autor quisiera reunir en ella a los miles de aquellos estudiantes beneficiarios de aquel programa ministerial. Su presencia cuenta con el acompañamiento de familiares, que bien pueden tenerse por aquellos monitores, que iniciaban a los jóvenes en la teoría y la práctica de los trabajos en el campo.

Entre ellos destacan las figuras del abuelo y la abuela, ambos sin nombres conocidos, pues el autor los omite, pero a los que ennoblece refiriéndose a ellos como Abuela y Abuelo, con esas mayúsculas que elevan a sus depositarios a un grado rayano con la veneración, con el que en medios rurales se honra a los mayores, y que en este caso se rinde a la sabiduría ancestral de quienes han acumulado experiencias, a lo largo de una existencia, que hunde sus raíces en los extensos y profundos ámbitos de la tierra, entendida, no como planeta, sino como en el más grandiosamente humilde de terruño..

No son, los abuelos, la única compañía de la joven narradora: unos tíos, así se refiera a ellos, con nombre propio, que abundan en las enseñanzas de los abuelos, poniéndolas en práctica.

Entre todos completan un puzle narrativo, en el que cada uno de los capítulos del libro es una pieza que encaja con las otras, y con las que autor, auxiliado por la narradora, o al revés, compone un fresco que el lector observa por partes, para dar forma a un conjunto literario, que rezuma en cada línea la autenticidad de una realidad, que cada vez viven menos personas.

“Albricias” es la satisfacción de haber recuperado, no solo un pueblo, sino, sobre todo, y por ello, de haberse reconciliado con lo más puro del corazón humano, que se compadece con la inocencia de la tierra, de la que el progreso tecnocientífico lo ha ido alejando.

La estructura del libro es sencilla. Se suceden 17 capítulos, cuyos hechos y situaciones giran en torno a la casa, que la familia se afana por reconstruir. Es, la casa, como el corazón del pueblo, que en el fondo de sus corazones, la familia no quiere ver terminada, como si concluida, el espíritu que les anima pudiera perder la intensidad del empeño, que les mantiene vivos. Mientras se va rehaciendo la vida mantiene su interés, dentro y fuera de la casa: días de labores en el campo, al calor de sol; noches de relatos y leyendas, al calor de la chimenea.

Antonio Manuel Ramos Martín ejerce como profesor de Lengua y Literatura, y de su condición hace gala mediante de la enseñanza, por boca de uno de los tíos, de qué pautas atender para la construcción de un buen relato, amén de poner en juego una profusión de términos, con los que nombrar a aperos, herramientas, acciones y situaciones, sin los que el campo no sería campo.

Sabedor de que la realidad existe en la medida en la que se la nombra, el autor no escatima palabras que mantengan en la existencia una parte de la vida, la original, que está en vías de extinción, como se lamentan, en los pueblos, quienes presienten el fin de la vida rural parejo al de sus vidas personales.

El escritor no cuenta más que con las palabras, de las que el autor hace un uso, tan atinado como exhaustivo, tanto que no parece el resultado de una mera documentación, como de una experiencia vivida.

Que contenga el texto demasiados puntos y comas, innecesarios y sustituibles, o alguna discordancia verbal, o se haya escapado un leísmo, o puntualmente una palabra se confunda con otra, por si cercanía fonética, no desdice para nada la atinada riqueza léxica y el acierto formal, dotado de un tono irónico, no exento de un humor socarrón, con los que consigue que el lector se compadezca con cuanto tiene que ver con una realidad originaria, sin la que no seríamos quienes somos, pero de la que cada vez estamos más alejado.

El relato de Antonio Manuel Ramos Martín es la redacción que la narradora debe entregar a su profesora, como aquellos estudiantes debían desarrollar, tras su estancia en un pueblo abandona. Con la diferencia de que en “Albricias”, el autor hace pensar si la redacción de la joven es causa o efecto de cuanto sucede a lo largo de los capítulos.

En cualquier caso, el trabajo escolar debe tener el cuidado suficiente la profesora entienda bien, dado el desuso de tantas palabras y expresiones. Es solo una muestra de la ironía y del sentido del humor con la que el autor salpica su obra, en la que no faltan guiños literarios –a G.A. Bécquer, a Wenceslao Fernández Flórez…- Seguro que la joven redactora obtiene una notable calificación por su trabajo, como regalo de su buen hacer, que es también el de Manuel Antonio Ramos Martín: ¡Albricias!

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3 Comentarios

  • Luis
    14 de febrero de 2018

    Me encanta la novela, es fresca, entretenida,tierna, con un toque intimista, se lee con mucha fluidez, y el capitulo dedicado a la lengua, es brillantísima.

  • Isabel
    14 de febrero de 2018

    Me ha encantado el libro tiene un vocabulario muy fluido pero sin ser pesado.
    Aprendes mucho del lenguaje de la familia y lo que es un pueblo.
    Le recomiendo.

  • Reyes
    15 de febrero de 2018

    Una novela que te acerca a la naturaleza , un reencuentro con las raíces de un mundo en el que nos hemos distanciado.Narrado con la sabiduría popular de refranes y por supuesto de su talentoso y meritorio autor.
    Me atalanta Albricias

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