La edad, un debate falaz lleno de perversas intenciones

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||por MARCOS GUTIÉRREZ SEBASTIÁN, profesor de Trabajo Social||

Recientemente, con la visibilización de la defensa de las pensiones que los jubilados están desarrollando estos días en algunas ciudades españolas y al calor del lógico y justo debate sobre las pensiones, surge una falaz y peligrosa línea argumental que es la siguiente: “lo relacionado con las pensiones se come la mayoría de los recursos que debieran de estar destinados al futuro, a los jóvenes”. Como quiera que he escuchado eso y tibiamente comienza aparecer en algunos medios me gustaría opinar al respecto.

Un niño en el Primero de Mayo bajo la pancarta de los pensionistas

Parto de que intentar “colar” estos falaces argumentos en un debate tan necesario y serio como el de las pensiones tiene intenciones bien perversas estando en la base de las mismas la división de la protesta, la provocación de la insolidaridad generacional y el objetivo de enturbiar un debate urgente pero complejo.

Se dice desde esas tribunas que “los mayores” acaparan un importante monto de los gastos sociales, dando el dato que en el periodo de la crisis 2008-2017 los jubilados han salido mejor parados subiendo su poder adquisitivo y comparando sus pensiones hoy son mejores que los salarios de quienes en la actualidad se van incorporando al mercado laboral.

Falta un dato esencial: ¿de dónde venimos?

Echemos un vistazo hacia atrás. Quienes nacimos entre los años 50-60 vivimos, a parte de en una gris dictadura, bajo unas rentas inferiores, al menos en cinco veces, a las actuales. A la ausencia de libertades había que añadir la condena a emigrar muchas veces y la ausencia de futuro.

Es al inicio de los setenta cuando mi generación comienza a incorporarse o bien al mundo universitario (pocos, menos de un 20%) o bien al laboral. Será pronto cuando las crisis comiencen a aparecer , crisis con el correspondiente paro: a la del 73-74 que nace con un 3,9% de paro se le juntan otras que desembocan en 1984 ante una crisis que sitúa el paro en un 21,59%.

Las sucesivas reconversiones desde el 83 (aceros especiales, astilleros, bienes de equipos) diezman el mercado laboral, destruyen comarcas enteras pudiendo decir que aquello no ha sido un camino de rosas. Bajo una dictadura que había sumido al país en el subdesarrollo ha sido donde hemos ido construyendo parte de nuestra vida social y generacional. Hoy, abocados a la vida de pensionistas, las cosas vuelven a ser complejas. Vivimos con pensiones de menos de 735 euros mes. Si las cosas siguen así quienes nacimos entre los 50-60 al final de nuestras vidas habremos perdido cerca de un 30% de poder adquisitivo.

Ahora cuando esta generación tratamos de hacer visible en la calle con las movilizaciones la delicada salud del sistema de pensiones aparecen los argumentos mezquinos intentando demostrar que una franja de edad tiene privilegios sobre otra más joven. No es la edad un elemento con el que operar en la defensa de una sociedad más justa con sistemas de bienestar sociales dignos. No es la desigualdad generacional si lo son la económica y la social. Claro que es necesario, estudiar y mejorar nuestros sistemas de pensiones.  Pero en base a la cooperación y a la solidaridad, el conflicto generacional no es el problema, es la trampa.

Quienes desde antaño hemos apostado y apostamos por una sociedad más justa y solidaria no debemos de caer en la trampa de la edad que enfrente a mayores y jóvenes, nietos y abuelos. La desigualdad que nos hace daño es la económica y la social.

 

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