Las cuidadoras toman la palabra: “Esto no era lo que yo tenía previsto para mi vida”

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La visibilización de los colectivos más menospreciados es uno de los objetivos que persigue la convocatoria de la huelga feminista que se ha programado para el próximo 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Para arrancar motores, desde las promotoras de la Huelga Feminista en Cantabria se ha organizado una cuenta atrás con actividades y charlas sobre esas cuestiones que, sin que casi nadie replique, se ha dado por hecho que son responsabilidad femenina.

Las cinco mujeres que han hablado de la precariedad en el mundo de los cuidados en la ONCE.

Hablamos de la sanidad, especialmente en trabajos de menor categoría, de educación, sobre todo la infantil, o hablamos de la más desagradecida: la que se hace desde el hogar.

En definitiva, toda materia que implique cuidados a terceros se ha considerado desde siempre “cosa de mujeres”. Y no es casualidad que ese tipo de trabajos que, por otro lado, son tan necesarios, estén peor pagados y en el caso de las amas de casa estén directamente ninguneados.

Los datos hablan por sí mismos. Dentro del hogar, las tareas son llevadas a cabo por una abrumadora mayoría de mujeres de la familia o contratadas (sobre todo sin dar de alta), de las cuales el 52% son extranjeras de entre 30 y 59 años.

En el sector sanitario, en las categorías superiores el porcentaje está bastante equilibrado pero según se van descendiendo se nota la feminización. En enfermería, más del 83% son mujeres, mientras que las auxiliares ascienden al 91%.

En la educación los datos son incontestables, sobre todo en infantil y primaria, que ocupan un 97% y un 80% de mujeres respectivamente. Excepto una de las categorías que está curiosamente masculinizada. ¿Cuál creéis que es? Exacto. Gimnasia.

“No es natural, está todo forzado”, opina Nieves Gutiérrez, trabajadora de la sanidad pública, que este lunes ha participado en una mesa redonda, ‘El hilo de los cuidados lo tejen las mujeres’, en la sede de la ONCE en Santander,y que ha reunido a cinco mujeres con diferentes perfiles y la misma cuestión de fondo.

“Estamos sobrerrepresentadas en profesiones de bajos salarios”, ha denunciado, lamentando además que “se están criando y cuidando generaciones enteras niños y niñas que están viendo esto y que considerarán que es lo normal, que es cosa de mujeres y que imitarán modelos”.

También cree que “no es una elección libre de trabajo” sino que las mujeres, con la incorporación al mundo laboral, han ocupado “los huecos y las profesiones que dejan los hombres”.

EL MALTRATO A LAS MUJERES QUE TRABAJAN EN DEPENDENCIA

Y todas estas cuestiones pueden empeorar cuando se trata de cuidar a personas dependientes, como es el caso de las trabajadoras auxiliares de ayuda al domicilio. Este servicio, privatizado pero financiado con dinero público, ha ido precarizándose cada vez más desde el año 2011 en Cantabria.

Una de estas trabajadoras, Concepción Lastra, ha contado cómo el servicio se privatizó, se cambió el convenio, se les amenazó con despidos y cada vez se ha ido abaratando más sus trabajos con recortes en salarios y jornadas.

La empresa puede mandarlas donde decida y con cambios de horarios a libertad, aunque el coste del trayecto se lo deben paggar ellas. En su caso, se hace diariamente una media de 70 a 100 kms que se restan de su sueldo. “Realmente estamos financiando a la empresa y al Gobierno de Cantabria”, ha denunciado.

“SI ALGUIEN COBRA PENSIÓN EN EL FUTURO NO SEREMOS LAS QUE NOS DEDICAMOS A LOS CUIDADOS”

Lo curioso es que en cuestión de ocio, los datos varían. Ahí son más los hombres, un 63,9% que reconocen dedicar casi dos horas al día en vida social y diversión, frente al 57,6% de mujeres que dedica una 1,28 horas al día.

También ellos dedican más horas al trabajo, 8,1 horas frente las 6,3 de las mujeres. Y, dentro del hogar, el 89,7% de las mujeres dedica una media de 4,29 horas al día al cuidado de la familia frente al 67,2% de hombres que dedican 2,7 horas.

Las franjas que se dedican “en exclusiva” a las labores del hogar supone un 44% de las mujeres frente al 9% de los hombres.

Son los datos que se han reflejado en la mesa redonda, que ha estado compuesta por cinco ejemplos que han demostrado cómo el sector de los cuidados está menospreciado y precarizado y, especialmente, feminizado.

Lo cuenta Aura Díez, trabajadora social a tiempo parcial y madre de dos niños que, pese a tener un currículum al que no le falta nada, debe conformarse con dos trabajos a tiempo parcial y de duración determinada, porque la maternidad la frenó aun cuando pensaba que su carrera ya había despegado.

“Esto no era lo que yo tenía previsto para mi vida pero el tema de los cuidados recae directamente sobre las mujeres”, ha contado en la charla, donde ha denunciado que “el trabajo doméstico y de los cuidados no se tiene en cuenta en absoluto”.

Esto, por supuesto, recaerá también en las pensiones que se cobrarán en pocos años. “Si alguien las cobra en el futuro no seremos las que nos dedicamos tanto a los cuidados”, tiene claro. Y lo dice alguien con carrera universitaria, máster, idiomas y experiencia laboral. “Tanta formación y tantas ganas de una independencia económica para lo que ha quedado…”, se lamenta.

“HE TRABAJADO DE TODO Y NO NOS ASEGURABAN”

La situación más desgarradora la ha puesto sobre la mesa, sin duda, Lourdes León, una mujer de etnia gitana y madre de ocho hijos que, desde que la casaron a los 13 años, ha luchado por sacarlos adelante prácticamente sola.

Lourdes no solo ha contado la mala vida que le dio su marido, con el que vivió en Galicia antes de venir a Cantabria junto al resto de su familia. Allí trabajó con la chatarra, marisqueando, en la lonja… En Cantabria, ha narrado como, durante años, trabajó en diferentes restaurantes del Barrio Pesquero. “He trabajado de todo para sacarlos adelante y nunca estuvimos aseguradas. Siempre nos hacían escondernos cuando venía la inspección”, cuenta. “He pedido también… He hecho de todo menos meterme con nadie y hacer nada malo”, añade.

Actualmente vive con su hijo mayor, que está enfermo, y con los dos hijos de éste, que quedan a su cargo. El único ingreso que tienen es la ayuda de su hijo, de menos de 500 euros, y la que le ofrecen algunas señoras que le dan cosas cuando pueden.

La quinta elementa de la ecuación ha sido Inma Palacio, con discapacidad visual y madre de dos niñas de 5 y 9 años con su mismo problema.

En el momento en el que las tuvo percibió una cosa. “Desde entonces parece que ya no tienes una discapacidad”. Sus esfuerzos ahora van dirigidos a que sus hijas “no pasen lo que he pasado yo” porque, incluso en un mundo cada vez más concienciado, “como no te pongas el cartel de ciego viven situaciones fuertes”.

Al estar afiliada a la ONCE, Inma sí cuenta con una ayuda, al igual que sus hijas, pero la integración laboral es más complicada. “Casi lo entiendo, si puedes elegir entre contratar a alguien discapacitado y alguien que no…”. Ella siempre tiene en mente sacarse oposiciones. Claro, siempre que quede un momento para estudiar tras cuidar de sus niñas.

Todos podemos mirar alrededor y ver algún caso que reconozcamos. El más común y menos valorado: las amas de casa que dejaron sus vidas aparcadas para cuidar a su familia y que viven dependientes de sus maridos o hijos, a expensas de cumplir años que les permita cobrar una pensión no contributiva que, en ningún caso, será suficiente para cubrir las necesidades más básicas. ¿Hasta cuándo?

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