Hermana, nosotras sí te creemos

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Este jueves a la una el Presidente de la Sección Segunda de la Audiencia de Navarra, José Francisco Cobo, leerá en Pamplona la sentencia del juicio de La Manada.

Al mismo tiempo, en numerosas ciudades del Estado, entre ellas Santander, escucharemos juntas el fallo.

La Asamblea Feminista Abierta de Cantabria nos ha convocado frente a la Delegación de Gobierno, a las 13.00 horas.

Durante el juicio se cuestionó la credibilidad de la víctima

En ese momento todas estaremos pendientes de la decisión del Tribunal, estemos allí o no, porque ella es nosotras. Y es que este juicio no es un juicio más. Este juicio nos tiene el alma en vilo desde que conocimos los hechos de aquel 7 de julio de 2016, sí ya hace casi dos años, y la acusación a estos cinco hombres por la presunta violación en grupo a nuestra hermana. Me cuesta horrores escribir esa palabra, presunta, como si el daño no estuviera ya hecho, como si el sufrimiento estuviera pendiente de ser confirmado por una sentencia. Los hechos. Las leyes.

Este juicio, decía, no es un juicio más, no es un caso más, pese a que no sea el único. Es la muestra más clara y cruel de lo que supone vivir en una sociedad aparentemente segura, donde nosotras jamás podemos bajar la guardia, donde la agresión es una amenaza real, cotidiana, donde, en cuestión de minutos, pasamos de ser quienes somos a ser el objeto de placer ajeno, de él, en este caso de ellos.

Nadie tiene derecho a hurtarnos nuestro ser, nadie tiene derecho a despojarnos de nuestra libertad, nadie tiene derecho a inculcarnos el miedo, a cosificarnos, pegarnos, violarnos, matarnos.

Lo sabemos, y ellos también lo saben, lo sabían, y aun así ocurrió, pese a saberlo ocurre cada día, cada noche. La vanalidad del mal, me viene a la cabeza. ¿Cómo es posible causar tanto sufrimiento sin siquiera plantearse lo que están haciendo? ¿Cómo es posible seguir viviendo como si nada de esto hubiera ocurrido? ¿Acaso no se perciben como sujetos activos de tan terribles acciones? ¿O acaso es que no les parecen tan terribles? El ser humano, por supervivencia, capaz es de justificarlo todo.

Nadie tiene derecho, decía, a inculcarnos el miedo, como tampoco lo tiene a juzgar como se nos juzga, como se le ha juzgado a ella, a insinuar tan sólo que pudiera ser mentira la violación, a levantar el mísero velo de la duda e instaurarla ahí, en la nada que todo lo abarca. Se han dicho muchas cosas en estos meses, se juzgaba a la víctima por sobrevivir a los hechos, que si parecía estar bien, si iba o venía, si sonreía,… como si aquello no hubiera sido bastante como para poner en pausa toda su vida. Como si ya no tuviera derecho alguno a sonreír, a viajar, a estudiar, a vivir,… Porque además de agredidas debemos parecerlo, ¿cuánto tiempo debe pasar para que podamos intentar vivir sin miedo a ser juzgadas, sin miedo a que se ponga en duda nuestra denuncia? ¿Un año, dos años tal vez? ¿Veinte?

Cuanto mal se ha hecho con este caso, cuanto terror se habrá inculcado en víctimas que ahora decidan no denunciar por miedo a convertirse en el foco de la duda. No es medible ese daño, no es calculable el perjuicio de tanta irresponsabilidad.

Muy triste fue escuchar a otras mujeres, movidas por la duda, frases como “algo habría hecho” Me costó mucho tiempo comprender que era un modo más de protegerse, de engañarse también, pero es que es difícil entender que cosas así ocurren y que nos pueden pasar a cualquiera, por ser mujeres, sin más. Huelga decir que nada importa lo que se hiciera o se dijera antes, que nada justifica los hechos.

Pienso en nosotras, pero también pienso en vosotros, en lo terrible que debe ser pensar que hay hombres capaces de todo esto, que formáis parte de ese género y que por su culpa, os encontráis bajo sospecha. No es real, sabemos bien que sois muchos los que compartís nuestra lucha, los que nos veis y tratáis como a iguales, gracias por creernos.

Y gracias, especialmente a todas vosotras, porque, pase lo que pase, ahora sabemos que no estamos solas. Gracias por hacer de esta sociedad un espacio seguro desde el que seguir luchando.

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