La tripulación del Aquarius se «deja la piel» para atender a los migrantes a bordo

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En algún lugar del Mediterráneo, a 35 millas náuticas de la costa italiana y a 27 de la de Malta, está el Aquarius, barco de la ONG Médicos Sin Fronteras, varado en una especie de tierra de nadie flotante ante la negativa de Italia a permitir que entre en cualquiera de sus puertos.

Barco Aquarius (Foto: ABC)

 

Eso supone agravar la crisis humanitaria de una embarcación en la que navegan más de 600 personas migrantes rescatadas en alta mar, más de un centenar de ellos, niños.

La Generalitat valenciana ha ofrecido el Puerto de Valencia para que desembarque, y el Ejecutivo central ha aceptado asumir ese ofrecimiento, pendiente ahora de su concreción, según contaba a EL FARADIO, Saro Alonso Esparza, periodista cántabra de Radio Nacional de España embarcada en el Aquarius.

“Sabemos que el Gobierno ha hecho ese ofrecimiento porque tenemos acceso a redes sociales e información, pero aquí adentro nadie nos ha confirmado nada”, explicaba, precisando que “el Gobierno español no tiene potestad suficiente” ya que “aquí se trabaja en coordinación con las autoridades italianas” con las que “tendrá que negociar”.

Y dentro la situación es difícil: Valencia está a 700 millas náuticas de esa tierra de nadie en que les han confinado. Una cifra que no hace falta traducir a kilómetros: son tres días de navegación y la comida se les acabará esta noche.

Esto se debe a los días sin atracar que vienen acumulando como consecuencia de estas trabas: zarparon de Catania (Sicilia) el pasado viernes a las seis de la tarde, y sólo en llegar a la zona de rescate, en la que había embarcaciones a la deriva, se tardan 30 horas.

Allí participaron en varios rescates, uno de ellos especialmente “crítico” porque era de noche, con menos visibilidad, y una de las barcas se “quebró”, cayendo 40 migrantes al agua.

En este punto, la periodista hace hincapié en que durante el proceso contaron con la ayuda de la marina italiana, con un helicóptero “haciendo luces” para ayudar a localizar si quedaba alguno en el mar, además del propio rescate a una embarcación mayor.

Es decir, las autoridades italianas vienen colaborando con los rescates en alta mar, como no puede ser de otro modo, ya que las leyes internacionales obligan a una “estrecha” colaboración para salvar vidas.

Otra de las embarcaciones fue interceptada por los guardacostas libios y devuelta a Libia, es decir, a la esclavitud, las cárceles, las violaciones de las mujeres, a un estado fallido en el que apenas hay ley.

Mientras esperan instrucciones, a bordo “el personal humanitario se está dejando la piel, sin parar, noche día, en tratar a esta gente como personas, como seres humanos, de forma digna”, según contaba a EL FARADIO Sara Alonso.

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