Marta Fernández, la administrativo que espera volver a bailar

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La siguiente en la lista es Marta Fernández. Aquí escribo sus nombres y apellidos pero en el tú a tú les hablo por sus nombres de pila. Claro que, como sucedía muchas veces en el colegio, aquí hay dos Martas por lo que en los primeros mensajes las distingo por el nombre completo.

Por desgracia, a ella no puedo entrevistarla en persona. El día a día es difícil y esta semana es complicado cuadrar horarios que le vengan bien. Sin embargo, la bendita tecnología echa una mano y el teléfono es nuestro último recurso para charlar. Ella es la que me llama cuando tiene un rato libre.

Marta, a la derecha, tras la pancarta con chaqueta y pañuelo negro, en una concentración de apoyo a las trabajadoras de AON Mobile.

Pero yo soy una persona a la que la tecnología –que no al revés- ha declarado la guerra sin cuartel. Por eso Marta tiene que esperar un cuarto de hora al teléfono, colgando, volviendo a llamar, ajustando cascos, movimiento ruedas en la mesa de sonido… mientras yo sudo la gota gorda en el estudio de grabación.

El tiempo se hace eterno hasta que consigo que me oiga al otro lado de la línea, pero ella en todo momento es paciente, tranquila y conserva el buen humor, lo que me da unas pinceladas de su carácter.

Días después, en la protesta que hubo porque Alfredo Pérez, uno de los socios de PITMA, se convirtió en presidente del Racing de Santander, por fin la veo en persona y puedo constatar lo que imaginaba. Marta tiene esa amabilidad innata y una discreción que hace que me sobresalte cuando surge a mi espalda  cuando pensaba que ya se había marchado.

Me la imagino trasladándose con ese cuidado por la pista, ya que me confiesa que si algo le gustaba y relajaba era bailar. “Era mi hobbie principal, pero el poco tiempo que me dejaba el trabajo, entre la casa, las cargas familiares y demás lo tenía paralizado y no tenía ningún desahogo para mí”. Algo que lamenta especialmente porque lo consideraba su “vía de escape” particular.

“¿Has vuelto a bailar tras el despido?”, le pregunto. “No, aún no…”, me dice escuetamente. Y sé que su mente está en otros lugares que no dejan entrar a la música y la danza.

“HAY CAMPAÑAS EN LAS QUE NO HAY NI UN SEGUNDO DE PAUSA O DESCANSO”

Serena, paciente y tranquila. Todo ello probablemente le ha ayudado a sobrellevar mejor la tensión vivida en Aon Mobile, porque me cuenta que ella ha “tenido suerte de saberlo llevar” y que “no he sido de las que más le ha afectado esto”. Sin embargo, también me reconoce que en los últimos dos meses sí se encontraba peor e incluso tuvo que cogerse una semana de baja por ansiedad.

Al igual que sus compañeras, me cuenta que el ambiente en Aon Mobile era muy tenso porque “allí las cosas no se piden de buenos modos”. “Si a una persona le tienen que llamar la atención por algo lo hacen en público o echando la bronca a todos”, me explica.

Y luego está el ritmo que marcan, que ya me han contado otras compañeras que, al no regir el convenio del sector, no se permiten ni siquiera los veintitrés segundos estipulados de pausa ente llamada y llamada. “Hay campañas en las que no hay ni un segundo de pausa o descanso. Tan pronto cuelgas como se está enviando la siguiente llamada”, asegura.

Algo que, obviamente “genera mucha ansiedad y es algo que va pesando con el tiempo”. “Por detrás siempre van exigiendo y solo importan los datos”, lamenta. Datos, resultados y beneficios. El bienestar no parece entrar en la ecuación.

“SIEMPRE HE TRABAJADO PEGADA AL TELÉFONO PERO EL ENFOQUE ES MUCHO MÁS AGRESIVO”

A sus 45 años, Marta cuenta con una amplia experiencia laboral, aunque en otro sector. Es auxiliar administrativo y estuvo trabajando en tres empresas diferentes, durante bastantes años en cada una de ellas. Incluso estuvo hasta seis años en la plantilla del Hospital Sierrallana.

Pero, como muchas mujeres, ella hizo un parón en su vida laboral tras el nacimiento de su segunda hija, que actualmente tiene ocho años. A su vuelta al trabajo, hace cuatro años y medio, el puesto de teleoperadora en Aon Mobile le pareció adecuado porque le quedaba cerca de casa y el horario de mañana era cómodo para compaginar con la vida familiar.

“No es que me costara mucho porque siempre he trabajado pegada al teléfono y hablando mucho con los clientes”, recuerda, aunque aclara que, de teleoperadora, “el enfoque es mucho más agresivo y no tiene nada que ver”.

De hecho me toca un tema que casi todos conocemos al otro lado del teléfono: el del cliente. “Es cierto que la ciudadanía en general tira para atrás cuando llama un teleoperador y trata de librarse o directamente cuelga”, confirma. “Cuando no hacen más que pedirte datos y resultados ese estrés también se une”.

MARTA VE LA JUSTICIA COMO ALGO MÁS ALLÁ DE SU CASO: “POR MI HIJAS”, DICE, “QUE NO TENGAN QUE PASAR POR ESTO”

Marta vive en San Felices de Buelna, aunque es de Los Corrales. Está casada y, además de su hija pequeña, tiene otra mayor de 15 años. Al igual que hizo Virginia con su hija, a ella le ha explicado las cosas “con la verdad y la realidad por delante”.

Incluso me cuenta que antes de producirse el despido ella ya conocía la realidad de su día a día en la empresa. “Ya estaba al corriente de lo que eran este tipo de trabajos: los descontentos, los agobios y las ansiedades”. Cuando decidieron formar la lista electoral de Comisiones Obreras, ella también lo sabía y lo entendía. “Y cuando nos han despedido ya le he contado que es porque no nos han dejado defender nuestros derechos y nos han echado injustamente”.

Me confiesa que en su familia todos le han apoyado sin reservas aunque sus padres están algo más asustados. “Les gustaría protegerme y no pueden evitar ese miedo”, me dice. “Es normal”.

Al igual que la mayoría de sus excompañeras, ella no había pertenecido a ningún sindicato antes. “Nunca había estado ni afiliada pero llega un momento en que te ves, atrapada, sin ningún tipo de derecho y con menos de los que había cuando entré hace cuatros años, y te dices que no puedes continuar así”, exclama endureciendo un poco el tono de voz. “Es que se están vulnerando derechos tan básicos como el de la Constitución”, añade con un bufido que llega desde el otro lado del teléfono.

También me dice que ahora está más tranquila; “solo el hecho de salir y rebajar la tensión ya ayuda”. Pero que se siente incómoda según se acerca la fecha del juicio porque “no sé cómo va a terminar”. Buscan la readmisión y volver para terminar lo que empezaron: “formar el sindicato y defender lo que queríamos para nosotras y todos los trabajadores que están y que vengan”.

Ese sentimiento de justicia nace de dentro, de las entrañas y de la necesidad de crear un futuro mejor. Un futuro que ella ya ve con los ojos de una madre, las cuales siempre acaban poniéndose a sí mismas en último lugar. “Mirando a lo lejos, por mis hijas”, me explica. “A ver si pueden tener trabajos mejores en el futuro pero, que si algún día tienen que pasar por un trabajo así, que no tengan que pasar por esto”.

Interiormente yo también pido otra cosa: que el resultado le dé la tranquilidad que necesita para volver a bailar. “Bailar, andar… lo que sea. Pero despejarme”, me dice sabiendo que necesita sacar el tiempo y las ganas para cuidarse un poco a sí misma.

Conoce mejor a Las 9 de Aon en este reportaje de Eva Mora

I – Virginia, la delineante de la construcción que quiere que su hija la vea luchar

II – Isabel, la más antigua y a la que le rebajaron el puesto tras su embarazo

III – Eva, la más joven que fue despedida con un mensaje de texto

IV – Patricia, la diseñadora de interiores que quiere regresar «por dignidad»

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