Una celebración de muerte

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El pasado 1 de Julio se cumplió en 50 aniversario de la unión aduanera en la Unión Europea, un paso más para quienes querían ver en el proyecto de construcción europea la oportunidad de avanzar hacia una Europa sin fronteras, una Europa que dejara de ser escenario de guerras,  masacres, de una pugna por la hegemonía de un continente que, a su vez, era la primera batalla en una guerra de fronteras más amplias.

“Los otros Aylan Kurdi, y cada ve hay mas” ¿Qué hay que celebrar?

“Los otros Aylan Kurdi, y cada ve hay mas” ¿Qué hay que celebrar?

La experiencia heredada del holocausto como (pen) último escalón en el ascenso a la barbarie debía ser el termómetro que marcara las políticas que desde la forma del tratado de Roma en 1957 profundizasen en esa Europa hija bastarda del holocausto, porque nadie quiere reconocer a unos padres así, aunque la sombra de sus actos sea tan alargada que te persigue toda la vida.

Esta “refundada” Europa quería ser la mejor versión de sí misma. Aquella que recogiera el testigo ilustrado, de los valores universales que sustanciaron una forma de ver el mundo. La superación del Antiguo Régimen, del pensamiento Absolutista, del irracionalismo y dogmatismo teocrático.

Europa quería ser lo que soñó con ser y que quizás nunca había sido, lo que soñó con ser y se convirtió en la más terrible de las pesadillas. Una Europa que intentaba rehacerse sobre unos principios reales, duraderos, sobre el compromiso de no repetir el pasado, de no saltar otra vez por los aires. Sus mitos fundacionales hablaban de crear espacio de libre comercio, que como mencionara el artículo 9.1 del Tratado de Roma de 1957, constitutivo de la Comunidad Económica Europea, se basara en  una unión aduanera como como fórmula de construcción política y democrática de un espacio supranacional. La eliminación de aranceles interiores y la desaparición progresiva de estas fronteras y barreras interiores debía estar directamente vinculada al proceso de construcción de esa Europa política, de esa Europa de los valores.

Pero las barreras solo desaparecen para la venta de concertinas que luego se ponen en lo alto de muros cada vez más altos para que si alguien se atreve o logra escalarlos no podamos ver quién o qué es, no distingamos su humanidad, creamos que solo es un punto en el horizonte de nuestras vidas hechas  a la medida de dejar de ver lo que sucede.

Y así vemos solo el punto de fuga de nuestras propias conciencias. Si por casualidad acaba cayendo a nuestros pies sus cuerpos, tan desfigurados por el golpe, nos harán pensar que es un terrorista suicida que se viene a inmolar y que amenaza nuestra trabajada seguridad. De esta forma dejaremos que construya muros y muros más altos, y dejaremos de preguntarnos incluso qué hay detrás de ese punto en el horizonte de la concertina, porque incluso ya no veamos concertinas,  ni alambres de espinas, probablemente creamos que vemos las estrellas, y cada jirón de piel será como una estrella fugaz.

Así pediremos un deseo, el de un mundo mejor, a esa estrella hecha con la piel de otra vida que se apaga, de otra vida que apagamos. Y cuando nos demos cuenta (si nos damos cuenta) pasará como con las estrellas que, aunque veamos su luz, aunque queramos verla, será demasiado tarde por están tan lejos que ya están muertas. Y todo gracias a esos barreras tan altas, a esa distancia construida a golpe de día a día, de dejar de ver, de no mirar, de mirar para otro lado, o de normalizarlo todo tanto que normal sea igual a “me importa una mierda”.

Según esos principios que mencionábamos “las aduanas europeas protegen a los ciudadanos y al medioambiente de mercancías peligrosas; combaten la falsificación y la piratería; combaten el fraude, el crimen organizado, el tráfico de drogas y el terrorismo. Al mismo tiempo facilitan el comercio legítimo, mejoran la competitividad de la economía de la Unión Europea, aseguran el pago correcto de aranceles de aduanas e impuestos aplicables a las importaciones a la Unión Europea y aplican medidas de política comercial común de la Unión Europea. En todos los Estados Miembros de la Unión Europea se celebrarán actos conmemorativos del 50 aniversario de la unión aduanera. La Comisión Europea ha creado una página web dedicada a este aniversario. La Agencia Tributaria, en la que se encuadra la Administración aduanera española, ha incorporado a su página web el logo conmemorativo del aniversario con un enlace a la página web de la Comisión.”[1]

Quizás sea que cada persona que huye de la guerra, de la miseria, y que intenta sobrevivir lanzándose al Mediterráneo sea una amenaza contra nuestro medioambiente, o  sean mercancías peligrosas. Quizás sean falsificadores, crimen organizado, traficantes de drogas y terroristas.

Quizás sean esa amenaza construida a la medida de ver lo que queremos ver para no ver lo que realmente está pasando, el papel que cada uno de nosotros desempeñamos. Quizás el Mediterráneo sea el cielo y las concertinas sean estrellas, y los jirones de piel sean las banderas de nuestros derechos humanos.

Quizás los cuerpos de cada uno de los 200 migrantes que han muerto ahogados en el Mediterráneo el pasado fin de semana y que eleva a más de un millar los muertos en el Mediterráneo en 2018, sea el homenaje de esta nueva Europa soñada. Quizás ese sueño sea ya una pesadilla. La pregunta es ¿Otra vez?.

 

[1] Información sacada de Agencia Tributaria

 

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