Winter is coming: el «escalofrío» por VOX llega a Cantabria

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Mitin de VOX en Santander en diciembre de 2017 || Foto: perfil de Santiago Abascal en Twitter

Con lluvia en el Cantábrico recibimos al primer mes del invierno, pero sobre todo entramos en la fase definitiva del juego de tronos preelectoral con el “escalofrío” en el cuerpo por la irrupción de VOX en Andalucía (casi un 11% y 12 diputados) que ha desbordado el pronóstico de cualquier encuesta previa.

Los resultados de Andalucía, la entrada con tanta fuerza de una fuerza “xenófoba”, “machista”, que “quiere acabar con las autonomías” y “antieuropeista”, invitan a una reflexión que hemos compartido en EL FARADIO DE LA MAÑANA con Raúl Gil, experto en comunicación y análisis político.

Gil acaba de volver de Londres y Berlín, de realizar con Volvemos una investigación para el plan de retorno de emigrantes del Gobierno de España, con un eslogan de la estrategia que reza Un país para volver, que como explica es “más un deseo de construir”.

Pero al aterrizar en Barajas este domingo, la expedición de Volvemos se ha encontrado con los 12 diputados de VOX en Andalucía y “desde luego que da miedo”, un miedo diferente al del Brexit que es el que acaban de expresarles los españoles que viven y trabajan en Londres.

“Nubarrones” en la política española, que excede con mucho a que haya un gobierno de un partido o del otro, porque VOX es un partido que tiene “otros valores muy diferentes a los que hemos aceptado como sociedad”.

“Es un partido que pretende expandir el miedo de todos contra todos”, advierte, al igual que ha hecho AfD (Alternativa por Alemania) o el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia “o incluso peor, porque tienen unos tintes franquistas, que es una parte de su electorado”.

“No hemos aprendido nada de Alemania y entre todos hemos metido a VOX en el Parlamento”, lamenta, porque aunque “es verdad que le meten los que le han votado” este ascenso de la ultraderecha en España “se naturaliza”.

“¿Cómo que el resultado de Andalucía abre la posibilidad de un gobierno de centro y derecha? Es ultraderecha”, asevera en rechazo a titulares del día de algunos medios de comunicación.

Raúl Gil ha trabajado mucho con el experto Franco Delle Donne, autor del Factor AfD en Alemania. “Es importante que la gente lo lea, cuanta más gente posible”, sugiere, porque explica “cómo no” tratar el fenómeno. Por ejemplo “dando más alcance a sus mensajes” o “usando terminología del siglo pasado”.

DISCUTIR SUS POSICIONES

En este sentido, rechaza el uso de la expresión “alerta antifascista”, empleado en la noche del domingo por el líder de Podemos, Pablo Iglesias. “Con eso no van a conseguir incluir a nadie; hay que discutirles sus posiciones, sus políticas”.

Así, “no valen las enmiendas a la totalidad”, que no quiere decir que no haya que “señalarles” y “no blanquarles”. “En España no va a haber ese cordón sanitario que hay en Alemania; aquí estamos viendo que PP y Ciudadanos se pelean por los votos de la ultraderecha. Esa es una diferencia importante y hay que señalarla también”, agrega.

Raúl Gil propone “saber en primer lugar por qué los ciudadanos les apoyan”, porque han sido 400.000 andaluces los que han elegido la papeleta de VOX. Además, apunta que “hay que identificar qué proponen y combatir cada una de sus propuestas”.

Pero “no se puede sólo con datos” porque “no funciona” y pone como ejemplo ‘la crisis migratoria’. “No es cierto, pero no se combate sólo con datos”, insiste.

Porque “lo que a ellos les mueve, y es lo que utilizan, son las emociones y la provocación constante”, que es “lo que hace que hace que los medios de comunicación quieran difundir sus mensajes”, con lo que “a más gente llegan”.

Por el contrario, Gil aboga por “hablar de lo que proponen”. “No creo que haya un 10% de españoles que quieran acabar con las leyes contra la violencia de género, terminar con las autonomías, sacarnos de Europa y ser un país agresivo contra la inmigración cuando tenemos 2,5 millones de españoles fuera”.

En su opinión, hay que “rebatir sus mensajes, punto por punto, pero hablar de valores, y confrontar los que creíamos consolidados con los suyos”, porque “ellos mienten para lograr su objetivo”, que es “llegar al poder y destruir los valores que sustentan la sociedad en que vivimos”. “Y eso hay que decirlo alto y claro”, enfatiza.

Escucha íntegra la entrevista aquí

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2 Comentarios

  • Fernando Diaz
    3 de diciembre de 2018

    Es habitual oír o leer entre analistas españoles las “(des)calificaciones” de Ultraderecha -y no digamos de fascista- para referirse a determinados movimientos políticos. Y es más lamentable aún ver que esto se produce sobre todo entre supuestos “expertos”.
    De hecho, el término “fascista” ya ha pasado a ser directamente un insulto dirigido a quien está muy lejos de nuestras posiciones, al menos teóricamente.
    Pues bien, esto hay que decir con claridad y contundencia que no es correcto. Sin entrar en grandes detalles baste decir que el fascismo tuvo lugar en un país y un momento histórico determinados, bajo un contexto único que no puede ser extrapolable sin caer en errores inasumibles. Habrá habido experiencias más o menos similares pero con coordenadas diferentes.
    El caso es, parece ser, que recurrir a este recurso facilón y simplista sigue resultando una tentación demasiado fuerte para muchos especialistas.

    Con lo de Ultraderecha -o Ultraizquierda- ocurre algo parecido. Funciona a modo de estigma político rápido y eficaz, especialmente en estos tiempos tan rebosantes de corrección política.
    En España tenemos el ejemplo reciente de Podemos, para los biempensantes: Extrema Izquierda, cuando a duras penas se les puede encuadrar en una Izquierda indefinida de corte más o menos socialdemócrata.

    Evidentemente, lo primero que habría que hacer es empezar por dejar claro qué entendemos por Izquierda (o Derecha), para así saber si estamos ante una versión más o menos extrema de dicha posición. Pero esto ya parece demasiado esfuerzo y rigor en una época donde lo que prima es la inmediatez, la superficialidad, la relatividad y el planteamiento posmodernista, es decir: el concepto líquido.

    Ahora parece que entra en escena el signo contrario: Vox. Y como agita banderas españolas, ¡ya está! bien fácil nos lo ponen: es Extrema Derecha.
    Oigo en la entrevista de El Faradio a Raúl Gil que no, que también son “xenófobos”, yo no detecto odio al extranjero en su programa más allá de estar en contra de la inmigración ilegal, que no es lo mismo.
    Que son “machistas”, palabro éste aparte de simplista, se deduce de oponerse a la Ley de VG, en la cual entre otras aberraciones jurídicas se destruye nada menos que la presunción de inocencia para la mitad de la población.
    “Quieren acabar con las Autonomías”. En su programa solo he visto que quieren hacer cumplir la Constitución y suspender la autonomía catalana (como el PP y C´s) y racionalizar el resto. Propuesta ésta que sospecho tendría un amplio respaldo transversal a nivel nacional.
    Y es “antieuropeísta”. Dicho así, sin matices. Esta postura tampoco parece ya muy original en Europa. Desde hace tiempo habría que buscar con mucha paciencia para encontrar opciones políticas proeuropeas.

    ¿Que en este partido es posible encontrar algún rasgo de derecha extrema? Puede ser, como ocurre con el PP e incluso C´s, pero de ahí a ponerlo en bloque de forma automática en ese apartado político va un un gran salto con tirabuzón y sin red en el vacío.

    Comprendo que es mucho más cómodo poner etiquetas rápidas que reflexionar sobre estas nuevas realidades en estos nuevos contextos. Las políticas de Trump, y por aquí más cerca, el hecho de estar en contra de la inmigración ilegal, tomar medidas contra el islamismo yihadista, la legislación sexista, poner énfasis en una postura patriótica o incluso nacionalista o criticar el autonomismo ineficaz, por ejemplo, me temo que no convierte a un partido en “fascista”, ni tan siquiera en Extrema Derecha.

    – “Su objetivo”, que es “llegar al poder y destruir los valores que sustentan la sociedad en que vivimos””.

    Francamente, este tipo de afirmaciones me parecen, además de alarmistas, poco realistas.

    La sensación es que nos hemos convertido en una sociedad infantilizada, donde el fundamentalismo democrático campa a sus anchas. A quien se aparte, o parezca que se aparte, de la ortodoxia democrático-procedimental enseguida se le coloca el sambenito. Especialmente desde la izquierda, perdida como está hoy entre sus múltiples desvaríos y despistes ideológicos.

  • pepe
    5 de diciembre de 2018

    La aparición de Vox es tan natural como la de Podemos. La vuelta del fascismo es como la vuelta del comunismo, al fin y al cabo comunismo=fascismo=comunismo, todo lo mismo, extremismos violentos basados en populismos e ideas baratas.

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