(Ni) Una más….

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Tenías que ser tú, esa primera del año, ese dígito que da comienzo al contador que se pone a cero como si nos diera miedo seguir contando desde donde lo dejamos hace solo unos días, antes de las doce campanadas, de las uvas, los buenos deseos. Como si todo empezara de nuevo, lleno de nuevas oportunidades, de posibilidades para reinventarnos, de crear expectativas fiadas a 365 días vista. Luego volveremos a hacer balance y tú ya no estarás. Otros números se habrán ido incorporando a los ordinales que tus cardenales avisaban. No sé cuántos….Es como si contigo comenzara de nuevo un contador que no se para nunca ¿Cuántas llevamos ya? ¿Desde cuando empezamos a contar? ¿Quién fue la primera? ¿Y la anterior a la primera? ¿Dónde están las que no se conocen? ¿Las que se quedan en las cunetas de las cuatro paredes de una habitación insonorizada? Porque por más que escuchamos sus gritos, por más que cubrimos sus rostros no hicimos lo suficiente. Por más que el silencio nos revienta los tímpanos no hicimos lo suficiente para que tu nombre no forme parte del grupo de las asesinadas, de las negadas, de las invisibilizadas, de las maltratadas, violadas, acosadas, ninguneadas, de las “otra más”.

Tenías que ser tú la primera del año, la última de esa lista donde el tiempo es la medida de una muerte más. De un asesinato machista más. Tú nombre, tu edad, tu origen, tu vida será expuesta durante unos días en el ágora virtual y mediático, en el espacio público donde se habla de todo sin saber la medida real de lo que sucede. Donde tu muerte abrirá un debate que no se ha cerrado nunca, en el que habrá quien diga a VoX en grito que tu origen, tu situación personal, tu clase social, son algunas de las causas a tener cuenta, y desmenuzará tanto tu vida y tu recuerdo sin conocerte. Y cubrirán tu cuerpo muerto, asesinado, tantas capas de análisis, opiniones, retóricas y discursos a la medida de cada cual, que poco a poco nos iremos olvidando de ti. Serás la primera en la fila de los cardinales, porque fuimos incapaces de que no fueras la última.

En el dilema entre el derecho y la moral Platón nos recordaba con su relato sobre el anillo de Giges:
“Un anillo que tenía el poder de hacer invisible a quien lo portaba y gracias a él cometía todo tipo de crímenes.”

El anillo del machismo, del Patriarcado como modelo que se asume como natural a la hora de entender y explicar las relaciones de poder entre las personas, los hombres y las mujeres, sus condición y conductas sexuales, la moralidad que se deriva de las mismas, los modelos de familia, pareja etc…

Llevamos puesto ese anillo, conscientes o inconscientemente, como sociedad, y quitárnoslo pone en evidencia el grado de responsabilidad de cada cual, nos desnuda frente al espejo de crímenes como el de tu asesinato. No hacerlo nos lleva a dejar de verte progresivamente, a normalizar la barbarie de tu asesinato, a no profundizar en el análisis de un modelo de sociedad que nos lleva al lugar en el que tú te encuentras ahora. Él, si Él, te ha asesinado, pero nosotros como sociedad somos los responsables de ir echando tierra sobre tu tumba, de que las paladas te hundan tanto que nos olvidemos de tu nombre, de tu historia, de quienes somos nosotros, de dónde, cuándo, cómo y porqué heredamos, forjamos o compramos nuestros anillos de invisibilidad y de qué hacemos con ellos.

El filósofo inglés Jonathan Glover en su “Historia moral del siglo XX” donde analiza el recorrido y debilidad moral de sociedades que auspiciaron los totalitarismos y el pensamiento que marcó una época nos dice: «Quienes dirigen la política están muy lejos de los muertos». No sé lo lejos o cerca que estoy de ti, me gustaría haber estado ahí para avisarte, o un poco antes para pararlo a él, o un poco antes para evitar que hablaras con el monstruo, o que el monstruo se convirtiera en eso, o que, aun peor, se creyera, lo viéramos como una persona normal.

Hablo por mí, me represento únicamente a mí. Este “nosotros” nace de la necesidad de encontrar respuestas, de la responsabilidad social y política que entiende que la política somos todos y debemos medir la responsabilidad individual y colectiva. Pero también reclamar y exigir que se den políticas reales que nos quiten este maldito anillo.

Hoy que sabes que eres la última, y a la vez la primera. Todos nos miramos el dedo y nos cuesta mucho no ser conscientes del anillo. De como señala la crueldad de tu asesinato. Sabemos quién asestó esas veinte puñaladas, pero no podemos quedarnos solo en el filo de la navaja. Te lo debemos, te lo debo a ti, la última de una lista, la primera de la otra, la misma en todas. Sentimos-siento-, de una u otra manera la marca de su circunferencia en el dedo corazón. Y ojalá ese dedo no se convierta en otro corte de manga a los derechos humanos, a tu memoria, a ti.

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