Luis Oyarbide, tres años después

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Para las artes escénicas, en general, y, en particular, para el teatro, hoy, 19 de febrero, es un día para la memoria, que no olvida a quien fue uno de sus protagonistas más reconocido en Cantabria, en los últimos años. Ese día de 2016 murió Luis Oyarbide, actor.

Luis Oyarbide

Seguí a Luis en la mayor parte de sus trabajos escénicos, todos ellos con La Machina Teatro, Compañía de la que fue parte humana principal. Le bastaban unos minutos sobre las tablas Para dejar constancia de su alta calidad interpretativa.

Una de las últimas funciones, breve, con Luis como único actor fue ·Soliloquio de un fusilado goyesco”, en el MAS de Santander. En ella encarnaba tres personajes, entre ellos el que es objeto de atención (foto) en el cuadro de Goya “Los fusilamientos de la Moncloa”, entre otras denominaciones. Con esa representación se clausuró un ciclo de actividades conmemorativas de los 200 años desde que Goya retrató al rey Fernando VII, “feo, fofo y felón…” La función tuvo lugar el 12 de febrero de 2015, apenas un año antes de la muerte de Luis. El espectáculo duró 20 minutos. En ese tiempo, sin desperdicio de un segundo, Luis demostró, una vez más, que “un buen actor consigue que el público solo vea al personaje y se le olvide el intérprete”, como escribí en la reseña para el acontecimiento. Y Luis fue un actor excelente.

Dejó dicho el filósofo Spinoza que sin pasión no podía hacerse nada grande. Y yo añado que sin ternura no puede hacerse nada bonito. Luis engrandeció en los escenarios personajes rayanos en la pequeñez y embelleció los afectados de sordidez, reforzando, paradójicamente, por obra y gracia de su grandeza y belleza interpretativas, la sordidez y la pequeñez de esos personajes.

El apasionamiento y la ternura fueron los ingredientes con los que Luis aliñó su arte, que lo vivió como un trabajador de la actuación teatral. Sí, ya sé que todos se considerarán a sí mismos trabajadores de la escena. Pero no de todos se podría decir, si bien en Cantabria no faltan, que sean artistas-obreros, con permiso de los obreros, que no quieren serlo. De Luis, sí se podía decir, y dice mucho de la persona, que albergaba al actor.

La sencillez, la naturalidad, la honestidad, la humildad –no confundir con la odiosa, por siempre falsa, modestia- fueron cualidades personales, que Luis incorporaba al actor. Y la alegría, impulso motor de una vocación artística. Y la fortaleza, física y de ánimo, que le permitían afrontar con éxito empeños actorales, no exentos de dificultades añadidas. Y la generosidad, de la que yo, entre muchos otros, fui beneficiario.

Y ¡cómo olvidar su voz, hermosa, que no hemos dejado de oír en los escenarios de nuestra intimidad quienes queremos y admiramos a Luis Oyarbide! Tres años después.

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