Eulalio Ferrer revela su travesía del mar hacia el exilio mexicano

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Eulalio Ferrer

El legado del publicista cántabro exiliado en México, Eulalio Ferrer, no deja de crecer tras su muerte, de la que el lunes se cumplirá ya una década.

Este sábado a las 19:00 horas, en la Librería Gil de Santander, se presentará la reedición de ‘Entre alambradas, 41 días en el mar’, libro que engloba los diarios de Eulalio Ferrer en Argeles y otros campos de concentración franceses, adosado con el último de la travesía que lo lleva de Burdeos a Coatzacoalcos, Veracruz.

En la presentación estarán su hija, Ana Sara Ferrer, y el escritor y amigo personal suyo José Ramón Saiz Viadero, depositario de muchos de sus recuerdos y de gran parte de la memoria de ese Santander.

Si bien la parte de ‘Entre alambradas’, en la que se cuenta su estancia en Francia y como descubrió lo que sería una constante en su vida, el Quijote, ya era conocida, este volumen incorpora por primera vez en  España la parte que cuenta su travesía en alta mar.

Ya había sido editada en México, alcanzando cinco ediciones, pero no en España. donde esa travesía ve la luz por primera vez en papel.

«Hace 80 años, España perdió la guerra de la comprensión entre hermanos y hace 10 murió uno de los exiliados que buscaron refugio en Francia.

El estallido de la guerra civil llevó a Eulalio a la milicia, batiéndose en diversos puntos del norte.

Con la llegada del final de la guerra, ese joven santanderino de 19 años, comprometido desde muy joven con ideas de progreso y justicia social, tuvo que huir hacia Francia junto con su padre, pues era la ultima medida desesperada ante el miedo y la represión que se avecinaba en su ciudad natal.

Eulalio Ferrer, de 19 años, quedó varado en el Campo de Argeles sur Mer, en una inhóspita playa cercada por alambres de púas y custodiada por soldados Senegaleses con otros 120 mil.»

El 5 de febrero de 1939 cruzó la frontera por el túnel de Port-Bou, y ambos acabaron en las playas de Argelès-sur-Mer.

Desde el 5 de febrero de 1939 hasta el 7 de diciembre de 1939, Eulalio Ferrer vivió en primera persona un viaje tétrico por diferentes campos de concentración ubicados en Francia, Argelès-sur-Mer, Barcarès y Saint-Cyprien.

Eulalio llevaba siempre consigo unos cuadernos donde iba relatando todo lo que acontecía a su alrededor.

Allí descubrió, una noche, el Quijote, un libro que siempre dijo que le salvó la vida, que le llevó a comparar a todos sus compañeros del campo de concentración con personajes de la obra de Cervantes.

Su devoción por esta figura le hizo ser uno de sus mayores coleccionistas en el mundo de cuestiones relacionadas con el ingenioso hidalgo, del que fundó un museo un México y donó una estatua para Santander, frente a la Segunda Playa del Sardinero.

Además, el joven Eulalio también escribía diarios en su Santander natal durante la guerra, pero los quemó horas antes de que las tropas franquistas tomaran la ciudad.

«Necesito aprender, cultivar esta vocación de escribir que tanto puede ayudarme en el logro de la cultura que necesito, de la perfección humana que ambiciono”
-Eulalio Ferrer Rodríguez-

«El 7 de febrero de 1939, tras cruzar la frontera envuelto en la vorágine que congestionaba todas las carreteras, Eulalio Ferrer y algunos de sus compañeros acamparon en la localidad de Banyuls.

Allí encontraron, sentado en un banco de la placita del pueblo, con la ropa arrugada y enormemente avejentado, al poeta Antonio Machado acompañado por su madre, Ana Ruiz:

“Nos miran con gratitud cuando les hablamos. Nos han prometido que vendrán a recogernos, dice don Antonio. Pero nadie sabe nada de nada. Observa mi capote militar y se lo entrego impulsivamente, como si así quisiera rendir homenaje a este gran poeta que tanto admito”.

Antonio Machado moriría quince días después en el Hotel Bougnol-Quintana de Collioure; su madre lo haría tres días más tarde.»

El segundo diario de Eulalio narra la travesía desde Francia hasta América: 491 eran los exiliados españoles a bordo del vapor Cuba buscando una nueva vida al arribar en México, país que Ferrer llegaría a considerar ‘la prolongación de su patria’.

Esta es la historia de cuarenta y un días de incertidumbre y esperanza entre el mar y el cielo, del no saber cuanto queda o de no saber si de verás llegaremos.

 

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