TÚ DECIDES (stop bulliyng)

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La verdad es que este año no habías tenido suerte en el reparto. Tu apellido no iba cerca del de ninguno de tus mejores amigos. Marieta y Liliana habían tenido más suerte y les había tocado en la misma clase. Cuando se enteraron se pusieron tan contentas que no pudieron reprimirse y empezaron a dar saltos de alegría. Se sentarían juntas fijo, y si no pues tampoco pasaba nada, pues iban estar en la misma clase. Aún recordaban los nervios que les habían entrado cuando les dijeron que el próximo año probablemente deberían separarse y les tocaría en diferentes clases. Eran conscientes de lo importante que a su edad es estar unidas, pues como todo el mundo sabe los mejores amigos, esos que dicen que duran toda la vida, se hacen los primeros años del cole. Y claro, si ya se habían hecho tan amigos, no era plan que ahora les separaban. El vértigo de separarte de tu mejor amigo no es como para tomárselo a broma. Seguro que haces nuevos amigos tan buenos como Marieta y Liliana pero tú no lo tenías tan claro. A Vladimir le había pasado como a ti, le había tocado en otra clase diferente. Nada podía ir peor.

Antes de entrar en clase os habíais reunido en el patio, como siempre. Aunque no lo parezca el patio del colegio es todo un microcosmos de lugares y relaciones donde buscas ese lugar en el que te encuentras más a gusto, en “tu mundo”. Y si, encima tienes la suerte de tener esos amigos, pues es como normal que no te separes de ellos. Por eso cuando sonó la campana para entrar en clase os mirasteis con ese desconcierto de no saber dónde ir al tener que separaros. Al alejaros os mirasteis, sabíais que os veríais en el recreo, pero era raro. Marieta y Liliana de la mano también se sentían un poco raras pese a estar juntas.

 

Todos decidimos…

 

Nadie se había sentado aún a tu lado y te sentías como un extraño. Te ajustaste las gafas, aún no te habías acostumbrado del todo a ellas. Nadie te llamará cuatro ojos le había dicho su padre, además estás muy guapo con ellas. Tú no las tenías todas contigo. Y para colmo, siempre que te ponías nervioso te faltaba un poco el aire y tenías que recurrir al inhalador. Con disimulo metiste la mano en el bolsillo de la mochila y lo sacaste. Si saber por qué te daba muchísima vergüenza que alguien te viera haciéndolo. Si hubiesen estado Liliana, Vladimir o Marieta seguro que habría sido diferente, pero ahora estabas solo y era todo tan desconocido, te sentías tan vulnerable que cualquier movimiento, cualquier mirada hacía sentirte como si estuvieras metido en un mar de arenas movedizas.

Un grupo de chicos estaban riéndose y señalando el lugar donde te habías sentado solo dos mesas más allá de tu mesa. Intentabas hacer como que no les veías, como que no iba contigo y te pusiste a “cacharrear” con el móvil. Sabías que estaba prohibido, pero necesitabas hacer algo que distrajera tu atención, algo que les hiciera ver que estabas a lo tuyo y que no te importaba lo que pudieran estar diciendo de ti. Una silla se estrelló contra el suelo y un chico se dio de bruces contra el suelo. Todos reían mientras otro grababa la escena con su móvil. El pobre chaval desconcertado se había levantado y no podía disimular las lágrimas que empezaban a asomarle por los ojos: Miradle si encima va a llorar, se le oyó decir al que, a todas luces, era el instigador de una broma tan cruel: Siempre tiene que haber uno te dijiste, intentando por todos los medios que tu mirada no se cruzase con la suya. Mientras,  la mayoría  de la clase se había arremolinado alrededor y no dejaban de hablar, señalar al chico y comentar lo que acababa de suceder.

No sabías porqué, pero te daba la sensación de que no era la primera vez que algo así le ocurría. En tu clase habían prohibido los móviles desde que a Joanna le grabaran meándose encima tras haberle zarandeado y arrancado de la cabeza la diadema de princesa que se había puesto ese día. En el recreo todos sabían lo que había pasado. Tampoco para Joanna era la primera vez. Alguna vez había formado parte de vuestro, así que cuando esto ocurrió a ninguno de vosotros os gustó. Jugar y hacer bromas es una cosa pero aunque la crueldad se disfrace de “no es para tanto” sigue siendo crueldad.

Para cuando volviste a mirar de reojo al chaval ya le habían bajado los pantalones del chándal y se había convertido en el centro de todas las burlas. Era inevitable y tu mirada se cruzó con la de él. Se acercó a ti y señalando tu móvil: ¿Grabas a ese pringado y me lo pasas? recordaste a Vladimir, a Marieta, a Liliana, a Joanna y LO HICISTE…

Solo hay dos finales para este relato. El Final SIEMPRE lo decides Tú.

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