Eduki, otro aprender

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(para La Escombrera Habitada. Vicente Gutiérrez, profesor y poeta, es autor del ensayo ‘La tiza envenenada’, que propugna un modelo alternativo de educación||

La abolición de la Escuela es un asunto polémico que desata todo tipo de reacciones.

Curiosamente el rechazo a esta institución puede proceder de posturas ideológicas bien distintas, incluso enfrentadas. No se me escapa el hecho de que, por ejemplo, desde ciertos sectores del neoliberalismo se vea en esa desaparición un nicho de mercado muy apetecible. Podríamos mencionar también el homeschooling católico o ciertos grupos extremistas, como es el caso de algunas milicias paramilitares de Estados Unidos, que ven en la escolarización una intrusión en la libertad individual.

Participantes en el proyecto Eduki

Participantes en el proyecto Eduki

A movimientos excluyentes como estos habría que oponer otros bien distintos, basados en la participación total y en el respeto a los diferentes. En ese sentido creo que ahora más que nunca es necesario repolitizar la educación; hacen falta movimientos urbanos, personas activas que construyan un aprendizaje integrador, basado en la acción directa.

Afortunadamente cada vez son más las familias que, al margen de doctrinas y rigideces ideológicas, han decidido tomarse en serio la palabra “democracia” y dar el gran salto: el de autogestionar el aprendizaje de sus hijos e hijas.

Y no me estoy refiriendo a los padres y madres que se gastan muchísimo dinero en enviar a sus hijos a realizar actividades caras, a colegios de élite o a algunas de las tan extendidas Escuelas Vivas –también caras- que surgen como setas, sino a familias que buscan maneras de fortalecer el vínculo social, haciendo que sus hijos se sientan ligados a los demás, experimentando en plena libertad.

Estoy pensando concretamente en la asociación cultural Eduki. Se trata de un grupo de familias de Balmaseda (y zonas próximas) que han decidido no escolarizar a sus hijos e hijas para proporcionarles otros modos de aprender, principalmente el aprendizaje convivencial, en casa y al aire libre.

Por supuesto, todos asisten con sus hijos e hijas a numerosas actividades culturales pero una de sus propuestas más esperanzadoras y enriquecedoras es la reunión semanal que hacen en un bosque (un bosque, no una escuela-bosque) situado a un kilómetro de Balmaseda.

En su blog podemos leer: “El Bosque nunca fue un proyecto, fue de una realidad brutal desde el primer-primerísimo día. Nunca fue un sueño ni una idea. Nació redondo, perfecto y completo, como nacen todos los bebés; y crece martes a martes libre y generoso como crecen lxs niñxs”. Sin programaciones, sin objetivos (ni procedimentales, ni actitudinales), sin exámenes, sin esa pesada losa del “tener que aprender”, sin horas de apertura y de cierre, sin expertos, sin pedagogías… Tan sólo eso: una realidad brutal, la del bosque.

Habrá quien diga, y con razón, que muchas familias no disponen de tiempo libre para ocuparse íntegramente de sus hijos y acudir a lugares como ese. No niego que muchas familias estén en esa situación.

Por desgracia nos han obligado a vivir en una sociedad cancerizada por el individualismo, la precariedad laboral, el trabajo asalariado y la imposición de unos horarios incompatibles con la vida.

Una forma de plantar cara a todo esto es la de, mediante el apoyo mutuo y la búsqueda de otras familias con inquietudes similares, crear comunidad y redes de ayuda. De ese modo tanto el aprendizaje como el cuidado de los hijos puede ir rotando de unos a otros, de forma solidaria.

Por otro lado es cierto que muchas otras familias no tienen los recursos económicos necesarios para pagar a sus hijos la participación en actividades de carácter educativo (actividades extraescolares, campamentos urbanos y de verano, cursos de idiomas…) pero no todas las alternativas a la Escuela están sólo al alcance de las familias adineradas, ni tienen que darse por mediación del intercambio monetario, como es el caso de acudir junto con otras familias a una playa o a un bosque cercano.

Es más, creo que un niño que se educa en un contexto así va a aprender mucho más de la vida real que aquellos que van de academia privada en academia privada.

LAS I JORNADAS SOBRE SOBERANÍA DEL SABER

El caso es que hace un mes tuve la suerte de ser invitado a participar en unas jornadas organizadas en el Edificio Kultur Etxea de Balmaseda por esta asociación, las “I Jornadas sobre Soberanía del Saber”. En su página web aclaran que el objetivo principal de las mismas es el de “abrir vías de reflexión y de debate acerca de la relación entre sociedad y saber, entre sistema y conocimiento; generar discursos nuevos y nuevos enfoques en la cuestión educativa”.

Durante su desarrollo fui testigo de cómo se implicaba a los menores en la organización misma, a la hora de acondicionar los espacios, o de cómo ubicar las mesas o los paneles informativos; los padres y madres, en vez de tratar a sus hijos como individuos pasivos, pedían en todo momento su opinión, con total naturalidad.

Es más, durante las charlas y debates, todos los niños y niñas estuvieron presentes en el salón de actos; unos jugaban chillando, yendo de acá para allá con total normalidad, otros guardaban silencio y algunos intervinieron en el debate de forma espontánea, aportando sus opiniones y experiencias.

Las Jornadas

Las Jornadas

Pero en Occidente, en vez de permitir su presencia, los excluimos. En el fondo, la idea de “niño” que nos hemos hecho todos es nociva puesto que nos predispone a infantilizar nuestro comportamiento ante ellos, como si fuesen idiotas, y eso hace que les apartemos. Si realmente apostamos por una educación convivencial, societaria, que se integre en el tejido social al completo, su compañía no debería espantarnos.

Los encuentros se abrieron el pasado 18 de enero de este año con la proyección de la película «Ser y llegar a Ser» y su correspondiente debate. Para el segundo día Jon Igelmo Zaldívar presentó su muy recomendable libro “Desescolarizar la vida”, que desgrana la vida y la obra de Ivan Illich. Mi intervención fue el tercer día, con la presentación de mi libro “La tiza envenenada”. Me limité a lanzar algunas posibles vías de debate, entre las que destaqué la importancia de la convivencia de los niños y niñas con personas de distintas edades y las desastrosas consecuencias de la pedagogización de la vida. También puse sobre la mesa un debate espinoso: el riesgo de que la educación en casa sea igual de nociva que la educación escolar.

El debate posterior fue muy nutritivo, en todos los sentidos. Había allí más de una veintena de familias, con los hijos e hijas siempre presentes. Aunque disentimos en muchos aspectos -algo que enriquece cualquier reunión- sí que la mayoría nos mostramos alarmados ante la fuerza con que la cultura del individualismo competitivo se ha instalado en nuestra sociedad. Una de las madres asistentes, por ejemplo, se lamentaba de la dificultad a la hora de entablar relaciones con sus vecinos, afirmando que: “Necesitas tener familiares que tengan tiempo y piensen como tú”. Y es verdad. El problema es, ciertamente, que no hay comunidad, que las familias están cada vez más desintegradas y dispersas.

Añadió: “Si yo decido no trabajar para criar a mis hijos, sigo necesitando algún lugar o alguna institución. Y si pudiese ser gratis muchísimo mejor. Pero te vas dando con las esquinas porque ves que no es tan fácil encontrar a gente que quiera compartir, o espacios gratuitos. Haría falta que más personas pensásemos igual para encontrarnos a más familias en la calle o en un centro cívico, o en actividades alternativas gratuitas, para que haya más convivencia, más relación”. Uno de los padres, procedente del medio rural, agregó por su parte que además de incluir en la crianza los aspectos recreativos “habría que plantear la vida con ellos también en lo productivo; hacer conservas, plantar una huerta, cardar lana…”

Otro asunto delicado que salió en el debate fue el de la alfabetización. Un asistente de más edad, que había acudido solo, se lamentaba de que hemos perdido muchos de los saberes vinculados a la oralidad, e insistió en que hay muchas formas de alfabetizar y en la idea de que los niños aprenden a leer y escribir sin que nos demos cuenta.

Dijo concretamente que “los niños aprenden aunque no queramos” para después criticar esa obsesión de que los niños y niñas tengan que aprender cosas a toda costa, o estar permanentemente haciendo cosas para que no se aburran. Otros opinaban que los niños y niñas van a aprender a leer y escribir tarde o temprano, y que este proceso de aprendizaje no tiene por qué darse en la Escuela o en casa. Y otro padre allí presente opinaba que la alfabetización es, en el fondo, una forma de controlar a la población.

Otra vía de debate en la que se profundizó mucho tuvo que ver con la idea de que el homeschooling no es ninguna solución si se va a hacer lo mismo en casa que en la Escuela, lo que permitió que afloraran las diferentes posturas entre el homeschooling y el unschooling. Es cierto que el homeschooling ha creado en muchos padres y madres la necesidad de adquirir un sinfín de materiales; manuales, libros, juegos de mesa o ciertos programas informáticos.

Por ejemplo, el libro de texto, ese poderoso e infame dispositivo, se ha infiltrado paradójicamente en muchas casas en las que se ha optado por la desescolarización. En ese sentido se pronunciaron varios de las participantes; una de las madres comentó que una casa está llena de materiales con los que experimentar y aprender lo mismo que se aprende en las Escuelas. Otra madre dijo otra gran verdad: “De qué te sirve que desescolarices a tus hijos si tienes el currículo en la cabeza; habría que quitarse esas listas de contenidos de la cabeza”.

Otra madre de Eduki comentó la dificultad de asistir a numerosos actos culturales con hijos. Puso un ejemplo concreto: acudió a un Centro de Adultos de la zona para matricularse en ciertas enseñanzas pero cuando preguntó si podía asistir acompañada de sus hijos le dijeron tajantemente que no, que imposible. He ahí un ejemplo de cómo la adultocracia en la que vivimos limita el acceso a los menores a espacios esenciales como son los centros de aprendizaje de los adultos.

Actividades

Actividades

En ese sentido se pronunció un hombre de más edad al exclamar que “los niños necesitan niños, necesitan viejos”, ante lo cual una de las madres de Eduki le invitó a que acudiera un martes al bosque al que ellos van con sus hijos. Aquel hombre propuso además una “insurrección escolar”, instándonos a todos a que acudiésemos con nuestros hijos a los colegios e institutos y ocuparlos, para darles otra utilidad.

El problema no es solo que el Estado “proteja” y aísle a los niños de una sociedad construida a la medida de los adultos sino que nosotros, a su vez, también nos protegemos de ellos, prohibiendo su asistencia a charlas, coloquios o conciertos. No hay más que echar un vistazo a los pocos entornos donde los menores puedan jugar u opinar; principalmente recintos acotados de grandes centros comerciales o en pequeños parques municipales, limitados con vallas del tráfico circundante.

Siempre infantilizados, siempre aislados. La forma de vida actual, sobre todo en las ciudades, las conurbaciones y los pueblos urbanizados, imposibilita la experiencia abierta de los menores. Es más, los niños y niñas no conocen nada del entorno en el que viven. Para ellos la ciudad en la que viven, por pequeña que sea, no es más que un gran laberinto. Tara, una de las organizadoras de las jornadas, manifestó en cierto momento algo muy significativo: un niño no es realmente libre si no sabe dónde está su madre ni cómo llegar hasta ella.

Charlando después con Cristina, otra de las organizadoras de las jornadas, cuando le pregunté sobre la planificación de actividades en el bosque me dijo que ”en cuanto llegamos al bosque, los niños desaparecen”. Qué mejor forma de explicar ese resorte de la infancia en el que uno se deja llevar por el arrebato de la exploración. Qué distinto de las típicas rutas guiadas por el bosque que organizan a veces determinados centros educativos.

Otra de las madres implicadas en el proyecto me comentó cómo los niños y niñas van adentrándose poco a poco el bosque, indicando que cada vez van más lejos, explorando de forma natural y espontánea sus límites. Pero a esas reuniones en el bosque no sólo acuden familias con hijos sino que también lo hacen personas que, sencillamente, quieren compartir experiencias y aprender, como es el caso de una chica actriz, que en el bosque suele proponer actividades relacionas con el teatro.

El sábado, durante todo el día, se realizó un tipo de actividad conocida como “Open Space”. Se trata de un encuentro en el que todos los participantes proponen temas para debatir. Después se forman diferentes grupos y cada uno acude al que quiera. La única norma es la “ley de los dos pies”, mediante la cual cualquier persona puede cambiar de un grupo a otro. Un facilitador ayuda a repartir los tiempos y los espacios.

Para el “Open Space” del sábado la sala se dividió en tres zonas: “Basoa”, “Plaza” y “Hondartza”. Y durante todo el día, por la mañana y por la tarde, se distribuyeron los grupos de debate. Los temas a tratar fueron diversos: “Democracia Vs. Dictadura”, “Recursos en familia, gratuitos y accesibles”, “Recursos sin escuela”, “Tecnología en los niños”, “Nuevas tecnologías, cómo afrontarlas”, “Lecturas, filósofos, pelis”, “Homeschooling or Unschooling”, “Colapso”, “Acciones de visibilidad”, “Propuestas para las II Jornadas”, “Redes de apoyo”…

Yo, personalmente, fui de uno a otro, pues la verdad que todos me parecieron interesantes. Durante estos coloquios la mayoría de los niños estaban jugando por los pasillos de la biblioteca con total libertad, algunos entraban y salían de la sala mientras que otros decidieron participar en alguno de los grupos temáticos. El domingo se dedicó a las conclusiones y se realizaron varias mini-conferencias mediante el formato TED; breves exposiciones que sugieren debates abiertos posteriores. Entre los participantes se encontraban, por ejemplo, los responsables de Abraza House, un centro de estudios ecológicos situado en el Valle de Aras, en Cantabria.

Me llevé gratos recuerdos de estas actividades y por supuesto muchas ideas para generar otros modos de aprendizaje, otras forma de hacer que los menores y los adultos experimentemos con la realidad, recuperando los espacios naturales que nos han sido arrebatados por el desarrollismo.

Este es un buen camino, uno de los muchos posibles, para empezar a desmercantilizar la educación y construir una nueva sociedad. Creo que en esta fase de tránsito hacia un mundo post-petróleo en la que ya hemos entrado, habrá que ir construyendo espacios de autogestión vecinal similares a los descritos, lugares de aprendizaje comunitario que sean reconocidos por todos como espacios educacionales valiosos -sirva de ejemplo el centro social okupado Kukutza de Recalde, por desgracia ya desalojado por la policía- pero a su vez, serán necesarias también nuevas instituciones -que tenderán a desaparecer con el tiempo- y que podríamos llamar Centros de Aprendizaje Convivencial, donde generar cultura y compartir conocimientos entre todos y todas, independientemente de la edad. Los propios movimientos sociales serán los que se ocupen de vigilar tales instituciones para que no se conviertan en meras herramientas del control estatal o de las grandes empresas.

Después de todo somos las propias personas las que debemos gestionar nuestro propio aprendizaje, un aprendizaje más vinculado con la naturaleza y con el propio cuerpo, en el que no sobre nadie y que se de siempre en condiciones de equidad y de justicia.

 

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