Hazme un hueco en tu mirada

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A veces la vida sale mal, pero eso no significa que fracasemos”, son palabras de Iñaki Elorriaga, afectado de ELA. A veces la vida sale mal y una hora dura un segundo, un día un minuto, un año se reduce a  una semana y la medida del tiempo se vuelve loca cuando la ELA llama a tu puerta. Quieres hacerlo todo y que todo esté resuelto para ayer, decía Iñaki. No te puedes ni siquiera permitir pensar demasiado, porque si lo haces se te olvida vivir al máximo cada momento, porque de lo que se trata ahora es de sentir, de sentirlo todo con la fuerza de un recuerdo que se fabrica a contrarreloj. Todos nos moriremos decía Iñaki y quizás esa sea la clave, la parte del cuento que no queremos ver. No es nada nuevo, pero por alguna razón tendemos a olvidarla hasta que algo hace saltar esa falsa eternidad en la que vivimos inmersos; la muerte o a la enfermedad de alguien cercano.

¿Qué querrá decir Iñaki con “vivir al máximo”? Quizás algo más allá que ese  vivir rápido,  tirándote en paracaídas o viajando a los lugares a los que no has ido.  Ese tipo de cosas que nos recetan en cápsulas publicitarias a golpe de una adrenalina a la medida de nuestra cuenta bancaria. Quizás el máximo de cada día de Iñaki, se mida en contar que cada instante cuenta, que cada momento necesita alargarse tanto como pueda en ese combate entre lo que necesito vivir y lo que me queda por vivir. Porque lo que te queda es todo, y todo es lo que te queda. A lo mejor es vivir con uno mismo sintiéndose más, en el reto de olvidar el tiempo, la medida del tiempo, el calendario, el reloj. Detenerlo todo en el “carpe diem”, de hacer que cada “ahora” se convierta en un siempre, porque el presente es el único tiempo verbal que no termina. Iñaki nos cuenta que ha decidido “gestionar el tiempo que le queda”, como le da la gana, porque su tiempo y su vida le pertenecen.  Ha decidido DISFRUTAR al máximo y DAR el máximo. Ha decidido ser generoso, porque él, ahora, siente la libertad y la obligación de “permitirse”  elegir lo que quiere hacer consigo mismo.

 

La ELA en vela»   hizo escala en Santander el pasado Domingo, con Iñaki Elorriaga, afectado por ELA, en su periplo por diferentes puertos del cantábrico. Imagen: Daniel Pedriza: El Diario Montañés

 

Escuchando a Iñaki me pregunto dónde nos hemos quedado. En qué momento nos perdimos. ¿En qué momento empezamos a pensar que lo importante era justo lo que menos importancia tiene? ¿Qué hacemos poniéndonos objetivos empresariales que aumenten semanalmente? ¿Qué hacemos discutiendo tanto? ¿Qué hacemos viendo el fin del mundo en una gestión con Vodafone? ¿Qué hacemos que no amamos más, que no hablamos más, que no nos escuchamos, que no reímos y que no nos permitimos ser más felices porque quizá no hayamos sufrido lo suficiente para merecerlo?  ¿Qué hacemos que no tiramos a la basura esta herencia del sufrimiento y el rendimiento que nos está matando silenciosamente?  Todo esto, lo más sencillo y lo que quizás nos podría hacer un poco más felices, no vale dinero y está al alcance de todos. Los límites los pones tú  y apuesto a que no los conoces. El “ahora” es ya un concepto manido a base de tanto betseller y tanto libro de autoayuda, de tanto tutorial y tanto “couchin” que nos explica en dos minutos como manejar unas emociones que ni siquiera conocemos. Como si fuera tan fácil…

Nos cuesta la vida darnos cuenta de que la vida sucede “ahora”. Es sólo ahora cuando podemos decidir, cuando podemos luchar, cuando podemos sentir. Sólo ahora es cuando nuestros sentidos nos responden. ¿Qué queremos hacer ahora? ¿Quiénes queremos ser? tenemos la oportunidad de decidirlo justo ahora, sin excusas o con ellas, como quieras. Con miedo o sin él. Tú decides. Al final, hagamos lo que hagamos, seamos o no conscientes,  estamos haciendo algo. Sin hacer nada, estamos haciendo algo.  Es cuestión de elegir qué y cómo. No se trata de hacer grandes cosas, ni de volverse loco, ni de romperse la cabeza contra el espejo de lo inevitable. Quizás mirando de otra manera, con las gafas de cerca, de lo cotidiano, de la caricia, del gesto amable, del abrazo sin tiempo,  del te echo una mano con esa bolsa, del pasa tú que yo espero al siguiente, del tómate el tiempo que necesites. Y así,  los no tengo tiempo para esto sean disparados y abatidos, haciendo nuestro el tiempo  y siendo cómplices de nuestras propias vidas. Porque todos moriremos. Y quizás Iñaki sea uno de los pocos que viva en plena consciencia cada día, decidiendo ser lo que quiera ser, en lo que decida hacer. Quizás no todos podamos decir lo mismo. Así que, tal vez, la vida no salga del todo mal si le damos la vuelta, como Iñaki, y cada afectado por la ELA se la dan al reloj de arena cada día. Y hacernos un hueco en la mirada de quien sea, empezando por la de Ellos, por  personas que, como Iñaki, se aferran a la vida, como la mar a una gota de lluvia. Como tú al aire que respiras. Porque “todos moriremos”: vivamos.

 

Nota: Artículo escrito en colaboración con Maria Castillo

 

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2 Comentarios

  • Lipi
    17 de junio de 2018

    Unos pensamientos muy reales dentro del aparente mundo que soñamos y que pueden hacer que el sueño sea agradable en vez de la pesadilla que vivimos. Sencillamente sé, que aunque no quieras o no lo sepaa, estas siendo ahora.
    Gracias por el artículo, aunque sea parte del sueño, lo hace mas bonito.

    • Jose Elizondo
      Jose Elizondo
      23 de junio de 2018

      Gracias a ti Lipi, de todo corazón y con todo el cariño y la fuerza del mundo. Un fortísimo abrazo…

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