El Blackbird cumple tres años abriendo el abanico de estilos

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Muchos decían que era imposible. Que un negocio dedicado a la  música y los conciertos en Santander y centrado en el rock no iba a durar ni un año. Que les iban a perseguir. Que se iban a cansar de ellos.

Pues bien. En el Black Bird están de celebración. Tres años. No es que lo hayan tenido fácil. Han emprendido justo cuando los tanques entraban en París. Pero ahí están. En pie. Soplando velas por todo lo alto. Y ya no lo hacen sólo a ritmo de rock.

Sí, porque este estilo es de donde proceden sus fundadores, conocidos en el mundillo como Chena o Ttboy. Y de eso fueron sus primeros conciertos. Gracias a eso fidelizaron a toda la gente que les conocía tras tantos años.

Pero pronto han visto que abrir el abanico no sólo resulta divertido, sino que ayuda al negocio. En el Black Bird, hoy en día, se habla rock, pero también pop, swing, música latina. Incluso Leonardo Dantés ha danzado el baile del pañuelo.

Esta sala, que antes era un restaurante erótico, ha puesto en valor otra de sus grandes aportaciones: el espacio, las instalaciones, que usan ahora, por ejemplo, asociaciones que enseñan a bailar música latina.

O estilos más, digamos, específicos, o peculiares, e incluso raros sin tonillo despectivo: en el BlackBird se ensaya y se baila swing, lindy hop, gracias a una colaboración con una asociación empeñada en demostrar que no se pasó, ni mucho menos, de moda. La cosa es convertirse en un punto de encuentro de amantes de la música, que al final es una pasión que late en el corazón de todo amante del rock.

Todo sin olvidar los conciertos, esa rara excepción, de inicio, en la ciudad, a la que poco a poco vamos acostumbrándonos.

Y aprendiendo otra gran lección que no tanta gente ha interiorizado en el panorama cultural de Santander: hay que programar.

Hay que crear costumbre de ir a los sitios. Hay que saber que cada día, cada semana, hay algo que ver.. Por eso tienen bandas residentes, asociadas al local, que tocan con frecuencia, Los Cuervos, y las chicas, The Black Girls, o la Karaoke Band, que acompaña a cantantes aficionados.

Sin olvidar eventos temáticos –estos días están con la noche de hombres con falda–, como la fiesta de los 80 , los domingos de vermouth o sus cotillones de Nochevieja.

El tema es acostumbrar al público a ir, ofrecerles una oferta en constante renovación. En definitiva, conseguir que pese a todos los problemas que implica montar un negocio enfocado a la cultura, la música no deje de sonar.

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