LIBRES se concentra en la UIMP contra la medalla de honor a Durao Barroso
La Universidad Internacional Menéndez Pelayo, marco incomparable, da inicio a su actividad académica: el Palacio de la Magdalena se alborota y se pone bonito para recibir alumnos, ponentes y autoridades. El primero en pisar Santander es el todavía presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ex primer ministro portugués y en su actual cargo desde 2004.
Durao ha venido para recoger la Medalla de Honor de la UIMP, un reconocimiento que más tarde, durante su discurso, asegurará recibir con orgullo y enorme alegría. No todos muestran las misma satisfacción que el presidente. Los miembros de la Asamblea Cántabra por las Libertades y Contra la Represión – LIBRES – no aprueban el galardón y se concentran a las puertas del Palacio para expresar su protesta. Recuerdan las responsabilidades de Durao Barroso en la guerra de Irak y tachan de “antisocial” su gestión al frente de la Comisión Europea, trabajo que, según sostienen, consiguió gracias a una foto junto a George Bush, Tony Blair y José María Aznar en las islas Azores, cuando Irak disponía de un supuesto arsenal de armas de destrucción masiva que amenazaba la seguridad del mundo.
Son alrededor de cincuenta personas. “Lo que está sucediendo en Europa tiene nombres y apellidos, y uno de los responsables de la situación es Durao Barroso”, explica una de las asistentes. “Pensamos que una medalla de este tipo debería estar dedicada a gente marcadamente sobresaliente desde el punto de vista de la cultura, y no debería entregarse a alguien como Durao Barroso”, subraya otro de los participantes.
Desde LIBRES aseguran que el presidente de la Comisión es responsable de haber creado, junto al Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional “el instrumento más dañino y antidemocrático de Europa desde la II Guerra Mundial: la troika”. Sostienen que su gestión ha permitido una “reducción de los derechos laborales” y ha abocado a Europa a una “pérdida de soberanía frente al capital financiero”.
Han venido para exigir a las autoridades de la UIMP que rectifiquen una decisión «que terminará pesando sobre sus conciencias y sus currículos, cuando la ciudadanía consiga que las instituciones salgan de la burbuja y el desatino en que se encuentran envueltas”.
No parece, sin embargo, que la institución tenga intención de atender a sus reivindicaciones. Durao ya está en el palacio, y la Universidad decide cambiar el planning del evento. La entrega de la medalla se iba a realizar en el Paraninfo, pero a última hora, por motivos que no se consiguen aclarar, el acto se traslada al propio palacio. Los manifestantes, atendiendo al cambio de planes, suben la cuesta y se dirigen hacia allí.
Durao mientras tanto recibe halagos en uno de los salones del palacio, sonriendo con gesto de político curtido cada vez que alguna de las autoridades deja caer un piropo en mitad del discurso. El alcalde de la ciudad, el presidente de la comunidad autónoma, el rector de la institución académica: todos arrojan su carta más alta sobre la mesa. Durao es “el rostro humano del sueño de Europa”, dice Diego. Durao es “el artífice de la simbiosis entre ciencia y humanismo en la Unión”, dice Nombela. Durao ha llevado a cabo “una extraordinaria tarea de servicio a la sociedad”, dice el acta del jurado que ha otorgado la medalla de honor de la UIMP al ya saliente presidente de la Comisión.
Cuando finalizan las intervenciones, Durao se levanta para recoger el galardón. Apretón de manos. Al fondo se escuchan gritos: son los cámaras de televisión, que protestan porque alguien se ha levantado para hacer una foto. Hay un amago de aplauso mientras el ex presidente portugués se dirige al atril para su speech. El público está cansado después de hora y media de conferencia, el personal de la universidad está desbordado y los periodistas estan nerviosos porque la aglomeración en la sala dificulta el trabajo. Hay quien no está muy dispuesto a aplaudir y quien no sabe si el protocolo aconseja esperar hasta el final del discurso.
Mientras tanto, Durao se aclara la voz. Se expresa en un castellano más que aceptable: “Europa es un ágora empeñada en el progreso”. Mira al frente, no lleva preparado ningún discurso en papel: “Hemos superado la crisis con valores, principios y con la fortaleza de nuestras instituciones”. A veces cecea, dando a su discurso una extraña evocación gaditana: “Europa es la mejor vacuna frente a los extremismos y el nacionalismo excluyente”. Cita a Lula da Silva: “La Unión Europea debería ser declarada Patrimonio de la Humanidad”. Termina dando las gracias a todo el mundo y vuelve a su asiento con la misma sonrisa que exhibió en la cumbre de las Azores.
Se levanta la sesión y los guardaespaldas del presidente de la Comisión mueven una ceja y se ponen en movimiento. Han permanecido inmóviles todo el tiempo, como muñecos de playmobil sin ninguna sonrisa dibujada. Durao desaparece de la sala y la acción se traslada fuera del recinto, donde continúan las protestas.
Los manifestantes agitan pancartas. Llevan desde las doce menos cuarto en el prado. Varios policías nacionales han colocado una cinta plástica para impedir que se acerquen a la carretera, una de esas cintas bicolores que se ven en las películas para delimitar la zona donde se ha cometido un asesinato. Una gran pancarta anuncia: Fuera la troika, la deuda no la pagamos. También hay pancartas unipersonales: cartulinas blancas con mensajes en rojo.
Alguien ha escrito un mensaje en portugués, en deferencia al políglota Durao. Cuando empiezan a pasar coches oficiales, oscuros, con los cristales tintados, serios como deudos en un funeral, los congregados gritan que no están dispuestos a aceptar una situación de la que ellos no son responsables. Durao va en un uno de esos coches. Le exigen que dé la cara. Pero los vehículos atraviesan la escena a toda prisa. Dos minutos escasos. Durao se ha dejado todas las sonrisas y todas las palabras bonitas en su discurso.
Los comentarios de esta noticia está cerrados.