CAPÍTULO 5: Hora de visitas

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GUÍA PARA ORIENTARSE EN A TODA VELA

PREVIOUSLY ON A TODA VELA: El Campeonato Mundial de Vela que está a punto de celebrarse en la ciudad es el escenario de la batalla entre dos influyentes familias. Marina, de los Montes-Valdivia, llega tras un tiempo fuera para dirigir el evento, y se encuentra con múltiples problemas financieros y las trabas de los Fernández de la Barca, cuya influencia llega a la organización y hasta el Ayuntamiento. Las presiones hacen tambalear su relación con Sergio, hijo de la familia rival. Todo estalla cuando Marina se interesa por las cuentas: su despacho es asaltado de noche y ella es detenida, acusada del desfalco en las cuentas.

 
En la prisión de El Tieso, Marina recibió tres visitas.

La primera, la de Asdrúbal, que, como «deferencia” a su cargo y su familia, le explicó la situación. Finalmente la policía había decidido acometer la investigación que ella misma solicitó, y al acceder a su ordenador personal, descubrieron que una serie de movimientos bancarios desde las cuentas de la organización sospechosos que Marina había ordenado. En resumen, que faltaba dinero. No estaba acusada formalmente de nada, y podría abandonar la prisión en cuanto abonara la fianza. “Nadie quiere hacer de esto un escándalo, aunque claro, ha resultado imposible evitar que el asunto llegue a los medios” le escupió Asdrúbal, displicente.

CárcelLa segunda visita fue la más dura. Sergio. Le arrojó los periódicos del día con las acusaciones de robo y de manchar la imagen del deporte que él tanto amaba. Y con la noticia de que había sido destituida de la dirección del evento.

“¿O sea que para esto querías organizar la gala benéfica? Por eso tanta insistencia en mirar las cuentas y controlarlo todo. Al final has acabado haciendo caso a tu familia. No soportáis que la mía tenga éxito y tratáis de boicotearlo como sea. Debí hacer caso a mi padre. Esto se ha acabado, Marina. Y cuando salgas de aquí, te voy a vigilar muy de cerca. Recuerda que yo también estuve en Méjico, y sé lo que te pasa cuando estás bajo presión. No vas a durar mucho”.

Cuando llegó la tercera visita, Marina ya había terminado de llorar y había conseguido aclararse y trazar un mapa mental de la situación. Los abogados de la familia se hicieron cargo de la fianza y un coche la estaba esperando para llevarla a la mansión de los Montes-Valdivia. Su padre tendría muchas cosas, pero desde luego sabía cómo reaccionar en situaciones de riesgo.
Marina sorteó la nube de periodistas y cámaras que se agolpaban a la salida de la comisaría. Trató de no escuchar las preguntas ni las acusaciones, y se subió al coche.

Ya en la mansión desde la que se divisaba toda la Bahía, su padre, Fernando, la explicó que toda la familia se había movilizado. Su madre, abogada, estaba consultando a otros abogados y jueces que conocía para saber las consecuencias que podría tener todo para ella. Y su hermano trataba de enterarse de lo que se comentaba en los locales nocturnos para saber la gravedad del alcance a la reputación de los Montes-Valdivia.

Pero lo fundamental lo tenía Fernando en un abultado sobre que entregó a Marina. “Esto puede ayudarnos a saber por qué está pasando todo esto. Ellos tienen a la Policía, pero nosotros tenemos detectives”.

En el dossier que habían conseguido se dibujaba un panorama de las empresas de Anselmo muy diferente al que contaba la televisión local:

-el banco del que era propietario tenía abiertas numerosas investigaciones por la venta de productos tóxicos a sus clientes

-sus empresas en el Puerto arrastraban años de pérdidas: exportaban a países en conflicto, una mala temporada de lluvias había arrasado con los cultivos que vendían, y los agricultores indígenas de un país en el que trabajaban se habían levantado en huelga

– y en su industria química resulta que se estaban vendiendo productos sin la autorización pertinente.

Faltaba transparencia, ni siquiera se sabía que muchas de esas empresas eran suyas, pero los registros oficiales así lo confirmaban, al igual que la identidad de sus testaferros.

Pero las cuentas eran claras: Anselmo se había endeudado para llevar sus empresas a países en los que creía que era barato invertir y que al final acabaron contagiados por tormentas financieras.

El dossier revelaba una agenda frenética de contactos con entidades de préstamo y numerosas conversaciones con instituciones, entre ellas con el Ayuntamiento que se comprometía a “echarle una mano si todo estallaba”.

Marina se tomó un minuto para digerir la información. Se asomó a la ventana y, al hacerlo, nerviosa, tiró el bolso, del que cayeron unos papeles. En ese momento se dio cuenta: la detuvieron nada más salir del banco y hasta ahora no había recordado que tenía todos los extractos bancarios.

“A ver”. Se pusieron a revisar los movimientos, no sin cierta incredulidad. “El Mundial está en la bancarrota. Faltan 2.000 millones de euros, sin ellos no se puede celebrar”. “Esa cantidad es equivalente a las pérdidas y los créditos suscritos por las empresas de Anselmo”. “Pero, ¿A dónde ha ido el dinero? ¿Según los convenios, la financiación estaba garantizada!”. Y entonces llegó la clave: había numerosas transacciones de partidas a bancos en Andorra y otros países.

Se miraron a los ojos y lo vieron claro: Anselmo había desviado el dinero del mundial a paraísos fiscales para evitar que la quiebra de su grupo empresarial afectara a su patrimonio. Y el Ayuntamiento estaba dispuesto a hacer un rescate al evento hipotecando a la capital durante décadas para cubrir ese agujero. “Si cumple sus planes, no va a haber ni mundial ni futuro para la ciudad”.

EN LA PRÓXIMA TEMPORADA…
Con Marina fuera de juego del Campeonato, Anselmo se siente más libre para completar su plan. Está dispuesto a todo lo que haga falta contra quien se meta en su camino. Marina y su familia intentan recuperar el control, pero tienen un mínimo margen de acción que intentará apurar. Los organizadores tratan de fingir normalidad y eligen a la mascota.

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