CAPÍTULO 3: La troika de la balsa

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GUÍA PARA NAVEGANTES

PREVIOUSLY ON A TODA VELA: Francisco Trápaga ha llegado desde Madrid para hacerse cargo de la gestión del Campeonato Mundial de Vela, envuelto en la polémica por las acusaciones de desfalco que, según han comprobado los Montes-Valdivia, son responsabilidad de su familia rival, los Fernández de la Barca. Francisco es un viejo conocido de Marina Montes-Valdivia, acusada del desfalco. Pero su patriarca, Anselmo, todavía tiene margen de acción para librarse y pasa en parte por utilizar a su hijo Sergio, ex de Marina. Ella sabe que tiene que adelantarse a su jugada.

Susana no sabía cómo había llegado a pasar, pero daba igual. Su cama era como el resto de un naufragio y allí estaba ella en su isla, sólo con Jacobo. No quería que nadie les fuera a rescatar, pensaba mientras le miraba.

Pero llegó el sol y él también despertó. Tenían que seguir con el plan y conseguir la documentación sobre los negocios y las operaciones de Anselmo que aún quedaban en el Centro Global de Convenciones Mundiales. Debían hacerlo con mucha cautela, para que el personal del centro que ejercía de espía para Anselmo no se diera cuenta. Ni Sergio. Resultó más fácil de lo que pensaban, y eso que al salir se cruzaron con él. Susana rezaba para que no reparara en la carpeta que llevaba. Parece que no fue así. Y por fin Susana consiguió su objetivo: entregar en mano a Marina los papeles que incriminaban a Anselmo. El fin estaba cerca.
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Hay sitios de la ciudad por los que tienes que pasar en persona si eres un hombre influyente. La tienda Edmundi es una de ellas. Sus camisas, pero también sus boinas, se pueden ver en las mejores terrazas, en las principales oficinas bancarias.

Así que los principales prohombres, esos que apenas se dejan ver, a veces tienen que hacer el esfuerzo de acudir a este céntrico establecimiento. A regañadientes, como Fernando Montes-Valdivia, el padre de Marina, que fue arrastrado por su mujer. En general no le gustaba acudir a ese tipo de sitios.

Hoy iba a encontrar un motivo extra para el disgusto. “No me lo puedo creer. Mira, Anselmo”, le dijo Astrid. La misma conversación se producía enfrente. “Y encima está con ella”, le decía, en paralelo, Gladys, a su esposo Anselmo. “Tranquila, vivimos en la misma ciudad. No habíamos coincidido todos desde hace cuarenta años. Algún día tenía que pasar”, trató de tranquilizarla, impasible, Anselmo Fernández de la Barca.

“Hombre, Fernando, ¿qué tal tu hija? Espero que no fuera muy desagradable su paso por prisión”. “Tranquilo, Anselmo, no es para tanto. Ya lo comprobarás”, replicó Fernando. En el fondo, a Anselmo le divertía esto. Se le había olvidado ese ingenio que tanto le agradaba de su antiguo amigo.

En paralelo, también conversaban las esposas. “Estás muy cambiada, con lo poco que te gustaban estos ambientes, Astrid”, recriminaba Gladys a la mujer de Fernando. “Me sorprende que te acuerdes, al fin y al cabo, tú los acabas de conocer, sigues siendo una recién llegada”, respondía Astrid, con inquina.

“Bueno, Anselmo, ha sido un placer volver a verte. Un día tenemos que quedar los cuatro a cenar” Fernando empleaba su mejor tono irónico.

“Podíamos volver a quedar en una balsa, como aquella vez. Por los viejos tiempos”. “Ya, pero es que falta gente. Creo que he perdido el contacto con algunos. Recuerda que no estábamos solos en aquella balsa”. Anselmo había conseguido lo que siempre quería: marcharse diciendo la última palabra.
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Marina estaba posponiendo todo lo que podía lo inevitable, pero no podía retrasar más el encuentro con Francisco Trápaga, el supervisor nombrado desde Madrid para controlar el ya demasiado polémico Campeonato Mundial de Vela. La reunión fue tensa, con Trápaga poniéndola constantemente a prueba, recordándola errores pasados, buscando las trampas. Se conocían, y Francisco tenía motivos para desconfiar de ella. Lo único que Marina quería es que no la metiera en el mismo saco de este Campeonato, y que Francisco dejara de mirarla así. ¿Podía ser más tenso el encuentro? Sí. Se abrió la puerta y apareció Sergio. “Francisco, luego nos vemos, que tenemos pendiente temas. Me voy al despacho”.
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En una ciudad tan pequeña conviene ser muy prudente con las conversaciones que se mantienen en los sitios públicos. Nunca se sabe quién puede estar escuchando. Normalmente Asdrúbal lo tenía controlado. Era político, así que sabía que tenía que andarse con ojo. Pero esa noche le costaba pensar con claridad.

Entre copa y copa, le contaba a su acompañante como le habían arrebatado su oportunidad de demostrar lo que valía por sí mismo, sin ese Fernández de la Barca que tanto le había marcado, asumiendo la dirección del Campeonato Mundial de Vela. “Y en el último minuto aparece ese tipo de Madrid y me lo quita. Pero da igual. Lo tenemos todo bajo control. No van a poder con nosotros. Mi padre ya le ha dado instrucciones a mi hermano Sergio para que limpie el rastro. Y te digo otra cosa. El tipo ese de Madrid se va a llevar un susto de los buenos. Y en el momento en que menos se lo espere”.

En el otro lado de la barra, desde hacía un buen rato, escuchaba la conversación Jacobo, el hermano de Marina.
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Cuando sonó el timbre de su apartamento, Marina no se imaginaba que iba a ser Sergio. “Desde que te he visto esta mañana en la oficina no he podido dejar de pensar en ti. Me he puesto muy celoso al ver como te miraba el tipo ese. No quiero que nadie te mire así”. Sin saberlo muy bien, Marina empezó a perder la memoria: ya no recordaba lo de Méjico, ya no recordaba las amenazas de Sergio en la cárcel, ya no recordaba por qué se habían enfadado. Sólo se acordaba de sus noches, y sin saber muy bien cómo, volvieron a subirse a la barca.

Al amanecer, Marina se dio la vuelta en la cama para comprobar que el otro lado estaba ya vacío. No se dio cuenta de cuando se había marchado Sergio. Ya le llamaría luego. Se levantó para ir a darse una ducha, y entonces una duda le asaltó. No, no podía ser. Pero al girarse comprobó que la carpeta que le había traído Susana, con los papeles que incriminaban a Anselmo, no estaba en la mesita en la que la había dejado.

¿Se ha llevado Sergio los papeles utilizando a Marina? ¿Avanzará la relación entre Susana y Jacob? ¿Cuál es el “susto” que va a recibir Francisco? ¿Vencerá Francisco la desconfianza hacia Marina? ¿Qué paso entre los Fernández de la Barca y los Montes-Valdivia en aquella balsa hace cuarenta años?
CONTINUARÁ

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