El caso Racing: el juicio a la era de la burbuja en Cantabria

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La justicia ha cerrado la investigación sobre la gestión del Racing de Santander, en un paso que supone abocar a Cantabria al juicio a toda una era, la de la burbuja inmobiliaria y su posterior pinchazo.

Una época marcada por la connivencia entre lo público y lo privado, volcado al sector de la construcción, en la que el papel de lo público consistía en dar al ladrillo todo tipo de facilidades, burocráticas y económicas, omitiendo la labor de vigilancia y control.

Durante esos años, el Gobierno socialista regionalista de Cantabria, y con el argumento de evitar la desaparición de un símbolo de la comunidad autónoma, rescató sucesivamente a las constructoras de cabecera que han sido propietarias del Racing de Santander en la última década, dejando en el camino mucho dinero público.

Lo hizo perdonándoles deudas y embarcándose en una serie de operaciones financieras que le llevaron incluso a tener que pedir al propio Ejecutivo créditos bancarios para compensar el dinero perdido o dejado de ingresar.

Esa es la historia de fondo que reconstruye la magistrada Paz Hidalgo en el auto con el que cierra la investigación sobre la gestión del club y que señala como responsables de varios delitos a los miembros del anterior Gobierno Agudo, Marcano y Egusquiza, así como a los representantes de las partes privadas Montalvo y Garayar.

EL RESCATE DÍAZ

El primer rescate se hizo en 2005 a Santiago Díaz, del grupo Sadisa (Ascan) a quien el Gobierno le compró el Racing. El club tenía una deuda de 17,5 millones de euros con bancos. El Gobierno puso a un activo inmaterial, la marca, ese mismo valor, pero tuvo que suscribir un crédito bancario y emprender ingenierías financieras varias para poder conseguir que ese dinero fuera de verdad.

El supuesto valor de la marca nunca fue reclamado al club, que recibía año tras año una subvención del Gobierno de Cantabria que no se justificó adecuadamente.

Bajo la gestión de PSOE y PRC Ascán recibió numerosas adjudicaciones de obra pública, algunas tan emblemáticas, como el Puerto de Laredo, el Hospital Valdecilla o Colegios del Mundo, en Comillas, y llegó a presentarse al concurso eólico.

EL RESCATE MONTALVO

El segundo rescate implicó un cambio de pareja de baile: fue a Dumviro, la empresa de la familia Montalvo relacionada con el grupo Silver Eagle, con intereses en la construcción y que fue la siguiente propietaria del Racing tras comprárselo al propio Gobierno de Cantabria.

Para ellos todo fueron facilidades: se les dio un préstamo para que compraran acciones, se le perdonó el pago de una condena judicial heredada de la gestión de Santiago Díaz, se les aplazaron los pagos conforme iban venciendo y se llevó a liberarles de la prenda que implicaba responsabilidades si no lo devolvían, se le perdonaron costes (a sugerencia del empresario beneficiado)

Hasta el propio Ejecutivo llegó a pensar que esa forma de ayudar a Dumviro podía ser mal vista por la Unión Europea, que ve contrarias al derecho y la libre competencia las aportaciones públicas a empresas privadas.

Durante estos mandatos, Silver Eagle se encargó de proyectos como la remodelación del aeropuerto de Parayas, un tramo de la autovía del Cantábrico o la gestión del campo de golf en el Parque de la Naturaleza de Oyambre (por cierto, en el mismo pueblo de Santiago Díaz).

GARAYAR, EL TERCER HOMBRE

Y además de estos dos beneficiarios empresariales, hay una derivada: lo bien que todo esto le vino a un hombre que acabó siendo una empresa en sí mismo.

Emiliano Garayar pasó de trabajar en un despacho de abogados que llevaba inicialmente el tema Racing a constituirse por su cuenta y dar cobertura jurídica a distintas fases del proceso a un coste mayor que el de su antiguo despacho, recibiendo además contratos de un Gobierno de Cantabria con el que trabajaba su anterior despacho y en el que estuvo muy imbricado.

Garayar fue muñidor de la operación del Ecoparque Besaya, un mastodóntico proyecto inmobiliario abanderado por el Gobierno de Cantabria, que enfrentó en los tribunales a las dos empresas de cabecera del Ejecutivo, una despechada Ascan y el grupo Silver Eagle, en un proceso anulado judicialmente para un proyecto que nunca vio la luz.

….Y LA BURBUJA EXPLOTÓ

Al final ni toda la ayuda del mundo impidió que la burbuja del sector explotara, el grupo Silver Eagle protagonizara uno de los primeros concursos de acreedores en la construcción y Ascan tuviera que refinanciar su deuda con los bancos después de acometer medidas en materia de empleo.

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