¿Democracia o Super Bowl?

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Candidatos y presentadores posan antes del debate ‘decisivo’ || Foto: Atresmedia

Coca-Cola debería mirar hacia España, 2019. Dentro de cuatro años, el intervalo de una final del Mundial de Fútbol, se celebrará uno de los eventos más seguidos del año en este país: el debate de ‘x’ candidatos a la Presidencia del Gobierno de España.

Porque si viéramos Borgen un poco más, Alberto Garzón, por más que no represente a ninguna Unidad Popular, y Andrés Herzog, por más que no le conozca ni su padre, merecían estar en el #debatedecisivo.

Por bastante menos dinero de lo que se gastan las grandes compañías en la Super Bowl, arrasarán en audiencia los anuncios que precedan al minuto de oro, ese momento decisivo que sólo el paso del tiempo desencripta: porque la niña de Rajoy era Soraya Sáenz de Santamaría. Y sólo lo hemos sabido ocho años después.

Pero es que es verdad. Los grandes grupos de comunicación en España, y Atresmedia en particular, han dado con una tecla que combina el incremento del interés por la política en nuestro país con la insaciable capacidad de los espectadores de consumir espectáculo.

Y así, el debate definitivo ha tenido un seguimiento similar a la final de la Champions League del Barça en Berlín, con varios días de previa televisada, hasta la llegada de los equipos al estadio-plató, con las aficiones concentradas luciendo los colores de sus respectivos equipos, y sólo a falta de bengalas y confeti para recibir a sus ídolos.

Luego, la cámara ha seguido a los candidatos por el túnel de camerinos. A nivel de negocio, es sugerible que el próximo producto político-mediático se ponga los cascos de Neymar Jr. y le haga guiños a la cámara o se marque un baile de moda en Brasil. Michel Teló.

Hemos tenido imágenes del calentamiento. Ya en el estudio, el saludo con los árbitros, brillante Vicente Vallés y demasiado protagonista Ana Pastor. Y tras el partido, los candidatos y la número dos del PP han pasado por la zona mixta para hacer declaraciones sobre el encuentro.

Podríamos invitar a Beyoncé y a Millán Salcedo, para el espectáculo del descanso

Leído en Twitter: Ferreras ha conseguido la chiringuitización de la política. Es tan cierto que el formato lo devora todo, en una deriva de la política hacia la anunciada futbolización, o peor aún, hacia la belenización de la política, como que 9,2 millones de espectadores se pusieron delante de la tele para contemplar el evento, el más seguido del año 2015. Un evento político.

La apuesta empresarial es de éxito; la democrática nos debería hacer dudar, al menos.

Porque la gravedad democrática de la ausencia de Rajoy en el debate decisivo se ha relativizado: en realidad, no sabemos si eludió ir a un debate con sus principales adversarios o si renunció a entrar en la casa de Gran Hermano en Guadalix de la Sierra. Y si es lo segundo, es hasta bueno para él. Mejor incluso que la clave estratégica que marca todas sus decisiones.

En las calles se pidió democracia real y lo que realmente ha cuajado es una teledemocracia, con nuevos líderes teledemócratas que erosionan el espacio de los partidos clásicos a cada duelo que mantienen con Sánchez o con cualquier representante del PP y del PSOE en la tele.

Rivera e Iglesias, Iglesias y Rivera, según se prefiera, están tan entrenados en el medio y en el formato que no hay títere de plasma que se les resista: los fagocitan, y no tanto por sus aciertos como por el propio formato.

La risa nerviosa de un Sánchez que resucita el doberman de Felipe contra Aznar, pero esta vez frente a Pablo Iglesias (¡Uh! La Unión Soviética, ¡Qué miedo!) es la prueba de que donde mejor estaba anoche Rajoy era en el Palacete de Doñana. ¿Os imagináis al candidato a la reelección en el bloque de corrupción? “Ehhh, mire ushted”. Pues eso.

Por el contrario, la tele y los nuevos formatos televisivos son el escenario ideal para los efectos. Los domina un Rivera que hace más kilómetros que el mejor Xavi del Barça de Guardiola. Y desde luego, los maneja un Iglesias que, ni siquiera cuando se confunde – glorioso House Water Watch Cooper– podemos saber si es una dislexia o un efecto bien interpretado.

El último minuto fue para enmarcar, con su “no olviden” las tarjetas black, la Púnica, la Gürtel, los ERE de Andalucía, los recortes, etc. Para enmarcar, en el sentido de que se nos había pasado la precampaña sin hablar de corrupción y, a 12 días de que los españoles decidan, ha sido el primero en activar lo que ha sido en realidad esta legislatura. En unos pocos segundos.

Y sí, claro que estaba preparado – en la tele no hay lugar para la improvisación- pero queda oficialmente enmarcado que PP y PSOE han sido dos partidos condescientes – siendo muy moderados con el calificativo- con la corrupción. Partidos a los que hay que querer demasiado para votarlos.

Y de eso va esta campaña electoral: de nuevos partidos que se manejan muy bien en la tele y que le pueden quitar de una tacada 100 diputados a los clásicos.

Ciudadanos y Podemos tienen más mérito que el papelón de Soraya, disciplinada, pero más habituada a pactar preguntas tras el Consejo de Ministros que a debatir cara a cara en la tele.

El mismo formato en el que han crecido Iglesias y Rivera no puede ser bueno para Soraya, para Sánchez, ni mucho menos para Rajoy, más acostumbrados a tratar de controlar el mensaje que a reaccionar como Eminem en 8 mile.

Otro ejemplo de lo perdidos que andan los partidos convencionales: el vídeo del hípster del PP, que debe ser el único que además es vegano.

Aceptamos que pueda haber hípsters que votan al PP. Vamos a admitir que puede haber un hípster que además es vegano, porque hay gente p’a tó, aunque casi seguro que votaría a Equo. Y vamos a admitir que se utilice la comedia en un vídeo de campaña, un género muy recomendable.

En realidad vale casi todo… Pero entonces no puedes ir con el lema España en serio. Eso no.

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