“No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás.” fueron las palabras de Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, diputada del PP, cuando su hija le dijo «el traje de Gaspar no es de verdad». Indignadísima de la muerte mostró su enfado por las redes.

Rápidamente, las palabras de la marquesa fueron caldo de cultivo para las bromas en Twitter pero también sirvieron para alimentar a medios y columnistas conservadores disponiendo carnaza para la plebe y tal. O sea.

Dos días antes, en Valencia, la Societat Coral el Micalet quiso recuperar la fiesta del solsticio de invierno, de tradición laica y republicana (celebrada en 1937 para distraer a los niños de los horrores de la guerra; el franquismo la prohibió). En este acto, tres “magas”, Igualdad, Libertad y Fraternidad, fueron recibidas por el alcalde. Y como siempre, la tradicional cabalgata del 5 de enero, con sus majestades venidas y vestidas de Oriente, también se celebró.

La Vijanera

Ante estos graves hechos que perturbaron la placidez de los mortales y que pusieron en jaque el bienestar del mundo civilizado, se alzaron las voces que no podían permitir una afrenta tal: “Es una vergüenza”, “vaya pintas”, “qué es eso de celebrar el solsticio de invierno”, “a qué fin recuperar tradiciones como esas” y demás verdades recogidas en el diccionario español-cuñao, cuñao-español.

A la que esta gente descubra que esas pintas, ese solsticio y esa fiesta recuperada tras el franquismo son puntos comunes con lo celebrado en La Vijanera les estalla la cabeza. Porque son así, son capaces de aplaudir con las orejas una cosa y criticar lo mismo sin despeinarse el mostacho.

Años y años de esfuerzo por parte de los padres para que sus hijos mantengan la ilusión el mayor tiempo posible, años y años de mil y una mentiras usadas (¡si es que está todo inventado!) y que la marquesa no valga para decirle a su hija “esta vez sus majestades han cambiado el vestuario”.

Y ya está. ¡No hay mayor problema! Claro, que a lo mejor Cayetana esperaba una vestimenta de hace 2000 años. O una de su fondo de armario. O que no gobernase Carmena. Pero todo no se puede tener.

Años y años enseñando a los más peques el amor al prójimo, que presten sus juguetes a sus amiguitos, que no se peguen en el patio y resulta que sus padres se llevan las manos a la cabeza porque se celebre un evento en el que se conmemora la igualdad, la libertad y la fraternidad, los que son (o deben ser) pilares básicos para construir una sociedad.

Años y años engañando a los más peques y los que nos movemos en el mundo adulto no espabilamos. Más mentiras y más perdones, según quién las diga o las lleve a cabo.

Por ejemplo, estos días comienza el juicio por el caso del Madrid Arena, en el que murieron cinco chavalas mientras Botella disfrutaba de un spa.

Y no pasa nada, aquí los del mostacho callarán porque en aquella época sus majestades llevaban trajes en condiciones. Y vamos nosotros ahora a comparar. Venga, hombre, por favor.

Más ejemplos, las puertas giratorias habidas y por haber. Esas idas y venidas de gentes superpreparadas y supertituladas que atraviesan pasarelas nuevas que cruzan de Castilla Hermida a la Calle Alta por encima de las vías del tren (y de lo que haga falta).

¿Quiénes somos nosotros, pobres plebeyos sin escuelas de negocios ni corbatas, para ver extraño que tres concejales del ayuntamiento de Santander sean exempleados del grupo SADISA, la misma empresa que tiene la mayoría de los contratos públicos con el ayuntamiento?

A ver, ¿quién? Pues nadie. Con lo bien que estaría decir aquello de “No te lo perdonaré jamás, Iñigo de la Serna, jamás.”

PD: Para los bigotudos que se queden en la primera parte del texto y les dé igual la relación sector público-sector privado mientras que Gaspar vista como dios manda: llevo varios años siendo paje en mi pueblo (y espero seguir siéndolo), en donde se pinta a un blanco para hacer de negro. Si lo hiciese una mujer nadie se daría cuenta pues sólo se nos ven los ojos, tanto a nosotros como a Baltasar. Por otro lado, este año he disfrutado por primera vez de La Vijanera y volveré a ver ese espectáculo pagano de disfraces, colores y tradición…