El abrazo de Atocha

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El abrazo frente al Olvido

El abrazo frente al Olvido

En tu abrazo yo abrazo lo que existe / la arena, el tiempo, el árbol de la lluvia /y todo vive para que yo viva: /sin ir tan lejos puedo verlo todo: /veo en tu vida todo lo viviente. Así se abrazaba Neruda en uno de sus sonetos.

Sin temblor de más me abrazo a tus ausencias / que asisten y me asisten / con mi rostro de vos. Así lo hacía Benedetti en su “Rostro de vos”

La manta, la lechuza marina, / seca el sudor estrellado / que los cuerpos exhalan en la crucifixión, es parte del “abrazo” de José Lezama Lima

Diferentes  formas de abrazar, diferentes arquitecturas para un abrazo. Geografías de los sentidos en el mapa de la memoria.

Callejeros de una democracia que a veces parece llevarnos a un callejón sin salida.

Y en los callejones sin salida la espalda contra la pared improvisa nuevos paredones para pelotones de fusilamiento. “Carguen, apunten: ¡fuego! Y en el suelo los cadáveres de nuevos obituarios para el Recuerdo.

El último aliento de una Libertad arrebatada tras la bomba lapa, tras el tiro en la nunca, tras el ruido de sables en el cuartel, tras el disparo a quemarropa, tras el terrorismo en sus diferentes nomenclaturas: “Carguen, apunten, ¡fuego!”.

Y sus cuerpos, en pie, abrazados antes de caer. Y sus cuerpos en pie, abrazados antes de caer…Y olor a pólvora y Recuerdo cada 24 de Enero.

Y pasan los años  y el abrazo se hace quebradizo, indeciso, distante. Se convierte en un mero formalismo vacío de contenido, de memoria, de razón y de sentimiento, dentro de la liturgia de «las formas sin fondo». Quienes se abrazan lo hacen sin mirarse, ya casi no se reconocen, no se recuerdan,  cada uno lo hace “a su manera” inmerso en su propio “relato”.

Convertido en la versión distorsionada de lo que nunca fue, el abrazo se deshace en la pugna por dejar la huella sobre la que caminen quienes vengan detrás.  Un relato donde la palabra Democracia adquiere solo sentido en la boca de quien la nombra.  Y así siempre se tropieza de nuevo con la misma piedra.

Un abrazo que nacía tras cuarenta años de garrote vil y dictadura. Un abrazo que quería dar respuesta con palabras de democracia, libertad y amnistía  a quienes se habían apropiado de ellas, a quienes las habían secuestrado,  encarcelado y fusilado durante décadas.

Un abrazo (1976) representado en el cuadro de Juan Genovés, que por fin  se exhibe en las paredes del Congreso de los Diputados.

La obra conocida también como “Amnistía” ya que el autor la escogió como imagen del cartel que pedía la amnistía para los presos políticos. La misma obra que sería modelo  para el monumento  homenaje a los abogados laboralistas de Atocha asesinados en 1977: “Y sus cuerpos en pie, abrazados antes de caer…Y olor a pólvora y Recuerdo cada 24 de Enero.”

La misma obra  considerada como alegoría de la reconciliación nacional, uno de los grandes referentes simbólicos de la Transición española, tras la muerte del Dictador: “Quienes luchamos en la resistencia teníamos una idea fija, la reconciliación de los españoles” decía el autor en una reciente entrevista.

Quizás, por eso, ese “abrazo” responda a una época, a un contexto histórico que le da sentido en la voluntad de quien lo propone, en el anhelo de quien sueña con hacerlo posible.

Un abrazo que nacía en oposición a una historia representada por el “Duelo a garrotazos de Goya”, de lucha fratricida en torno a dos bandos que desde el s.XIX  venían enfrentándose, en sus diferentes versiones, y que desembocará en el golpe de estado  de Julio de 1936 y  la posterior Guerra Civil.

Un abrazo cansado de tantas «hostias». Un abrazo que ahora duda. Y quizás debamos preguntarnos por qué se está convirtiendo en un abrazo forzado

Y así el arte como notario de una memoria perdida y enterrada en las cunetas de la historia de los que pierden. El arte como “Resistencia”.  El arte como clavo ardiendo.

Y abrazos como el de Genovés como pinceladas para dar voz a quienes se la negaron, a quienes se la arrebataron, a quienes se la arrancaron.

Un abrazo en memoria de quienes lucharon por una democracia y  una libertad que aún hoy nos cuesta definir, y por eso las escribimos con minúsculas, pero que para ellos y para ellas era horizonte de utopía, ideal arrebatado por el que merecía la pena luchar, por el que muchos dieron sus vidas.

Un “abrazo” colgado en una de las paredes de  un despacho de abogados laboralistas de Comisiones Obreras y militantes del Partido Comunista de España, situado en el número 55 de la calle de Atocha.

Un abrazo tiroteado, con cinco agujeros de bala y dejando heridas a cuatro. Un abrazo mutilado en un “sábado santo rojo” con “pasos” de duelo. Entre tantas fechas arrancadas del calendario por los relojeros de la Desmemoria: “Y sus cuerpos en pie, abrazados antes de caer…Y olor a pólvora y Recuerdo  cada 24 de Enero.”

Y un abrazo a quienes se fueron, a quienes siguen, a quienes vendrán…

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