La leyenda de la revolución del Racing

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La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix, en verdiblanco y en El Sardinero, tras la revolución de enero de 2014.

Mi última intervención, después de horas y horas de radio – más las que vendrían-, me salió del alma: “nuestros abuelos estarían orgullosos y se lo contaremos a nuestros hijos”. Fui consciente de la trascendencia del momento, al ver cómo rompía a llorar un compañero con el que había estado brujuleando por toda la ciudad, tratando de descifrar los movimientos, buscando la confirmación del golpe definitivo al régimen de la corrupción que había desguazado el club.

En algún momento del día y de la noche, todos notamos ese nudo que no duele, pero que se hace fuerte, muy fuerte, en la boca del estómago. De los nervios, primero, y después de pura emoción.

La amenaza de la plantilla debía cumplirse, era decisivo: parar la Copa del Rey, en un plante histórico, para forzar la salida del club de Harry y los indignos (que eran una banda pero no de  indie).

Hubo presiones – claro que las hubo- para que aquel ‘Racing de los cojones’, matagigantes en su condición de 2ªB, jugara aquel partido de cuartos de final de la Copa del Rey contra la Real Sociedad.

Muchos intereses en juego, desde la misma televisión que riega de millones el mercado del fútbol y ganó el share aquella noche como menos podía imaginar: mostrando al mundo entero la dignidad de unos privilegiados obreros, el orgullo de todo un pueblo. Narrado en todos los idiomas y portada en prensa internacional (New York Times, L’Equipe, La Gazzetta dello Sport…)

“No se juega, no se juega”, gritaba desbocado El Sardinero, eufórica la grada. Y pitó el árbitro. Sacó una  Real Sociedad de Primera, ante once verdiblancos de 2ªB, abrazados en el círculo central. Tocaron los txuriurdines en su propio campo, sin ninguna intención de progresar. El Racing estoico, unido, en pie. En el centro de todas las miradas.

Y no se jugó. El mejor partido de la historia del Racing no se jugó. Hubo hasta vuelta de honor, por todos los títulos que nunca ganamos. Aquella noche nos vengamos de Pernía, pero también del Getafe de Casquero. Y del Cádiz de Irigoyen. Me acordé otra vez de mi abuelo Paco. “Del Racing, que es de aquí”. Porque el Racing, como la familia, no se elige; se le quiere.

El mejor partido de la historia del Racing no se jugó

Santander ha sido noticia internacional muy pocas veces, y casi siempre por catástrofes. La explosión del Machichaco, el incendio del 41 y el Racing de los indignos. Aquella revolución racinguista fue un icono de rebeldía mundial. La primavera de Praga, los indignados y el plante del Racing. Contra la crisis, contra la corrupción; contra el mal y contra el capital.

Ilusión. El campo casi se llena para ver el siguiente partido, uno cualquiera de la división de bronce española. Y ‘La libertad guiando al pueblo’, de Delacroix, se hizo verdiblanca en la Gradona de los Malditos. Una ilusión, en todas sus aceptaciones.

Como dijo Paco Liaño, tiempo después, ante la ampliación de capital pergeñada por el consejo de administración de ‘transición pacífica’, “si nos vuelven a engañar…” Defendía que había que acudir a la ampliación a pesar de todas las dudas que había entonces (y que sigue habiendo ahora). Y allí que fuimos.

Hoy hemos ganado dignidad, pero falta mucho. Si algo deberíamos haber aprendido en los últimos años, de la gente que sabe más de lucha que nosotros, es que no hay que relajarse: que la presión debe mantenerse para evitar que se relajen los dirigentes.

Son máximas que tienen aplicación en el fútbol. Se juega igual que se entrena, de manera que si dejas de entrenar, no se juega bien ni se consiguen resultados. Desgraciadamente, esto no pasó.

Los más revolucionarios, los líderes de aquella revolución, se volvieron mansos (o colaboradores) con los dirigentes provisionales. Y luego volvieron a oponerse y a criticar a los exjugadores, cuando recuperaron el control del club

Los más revolucionarios, los líderes de aquella revolución, se volvieron mansos (o colaboradores) con los dirigentes provisionales. Y, luego, volvieron a oponerse y a criticar a los exjugadores, cuando lanzaron la iniciativa definitiva para recuperar el control del club. Fue muy evidente.

La revolución del 30 y 31 de enero de 2014 no tiene un final cerrado. Eso puede funcionar en la ficción, pero en la vida real es otra cosa. Por eso, después del plante, nos hemos decepcionado, hemos perdido buena parte de aquella ilusión.

Nuestros abuelos seguirían estando orgullosos de nosotros, por aquella noche y por todo lo que vino después. A fin de cuentas, decepcionarse con los distintos gestores que ha tenido el Racing a lo largo de su historia es de buenos racinguistas.

¿Y a nuestros hijos?¿Qué les contaremos? Habrá una versión oficial, trabajada con perseverancia (hay que reconocerlo) desde el plante histórico hasta nuestros días. Libros, discos, documentales, etc.

Pero algunos les contaremos que El Sardinero es nuestro Teatro de los Sueños, igual que Paco Fernández era nuestro Alex Ferguson. Y allí caben 20.000 versiones de la leyenda de la Revolución del Racing (2014).

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