Altamira, una oportunidad perdida

Tiempo de lectura: 4 min

||por JESÚS CHOYA ZATARAÍN, director del blog de cine LA LLAVE AZUL||

El pasado fin de semana llegaba por fin a las salas de cine españolas ‘Altamira’, una producción de clara ambición comercial, rodada en inglés con un cartel de nombres de cierto prestigio en el panorama cinematográfico internacional, que se había convertido en uno de los eventos más esperados de la cultura audiovisual cántabra.

Rodada en paisajes naturales de Cantabria, ‘Altamira’ narra la historia del descubrimiento de las famosas pinturas rupestres por parte de la pequeña María Sautuola y la posterior lucha de su padre, el más conocido Marcelino Sanz de Sautuola, por hacer frente a la campaña de difamación de la Iglesia y ver así reconocido su hallazgo por parte de la comunidad científica internacional.

El estreno en más de doscientas pantallas por parte de la ‘major’ FOX de esta historia basada en hechos reales – cuyo rigor histórico, no obstante, ha sido cuestionado en los últimos días por expertos en la materia – se ha saldado en su primer fin de semana con unos resultados discretos (tercera en taquilla, pero sin alcanzar el medio millón de euros recaudados) para una producción de más de nueve millones de presupuesto – cuatro veces más que la media en el cine español – aunque muy exitosos si nos circunscribimos exclusivamente al territorio regional, donde ha superado a grandes blockbusters de Hollywood como ‘Batman V Superman’.

Desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, ‘Altamira’ es un biopic hagiográfico rancio y antiguo que despliega una narrativa confusa y llena de decisiones de escritura incomprensibles que van desde maltratados e insustanciales secundarios que entran y salen de plano sin aportar valor dramático alguno a sonrojantes escenas que combinan didactismo, condescendencia y una pretendida trascendencia que no acaba de cuajar en ningún momento.

Ni la historia familiar sustentada más en la telenovelesca sombra de un posible adulterio – estupendos Golshifteh Farahani y Pierre Niney en dos papeles en esencia interesantes pero pobres en desarrollo que, no obstante, defienden con magnetismo y mesura – que en la absolutamente plana relación paterno filial – cuyo clímax, la alucinación en la nieve, se basa en un despliegue de cantosos y nada lucidos efectos visuales – ni el conflicto entre fe y ciencia, carente de cualquier tipo de épica o emoción y profundamente reiterativo, funcionan en casi ningún aspecto.

Incluso el eficaz pero nada espectacular apartado técnico comandado por una dirección de fotografía irreprochable en sus juegos de luz por parte de José Luis Alcaine, una apropiada ambientación y una solvente banda sonora del mítico Mark Knopfler acaba por quedar tristemente empañado por la inexistente intencionalidad artística y la apuesta por un clasicismo anodino de Hugh Hudson, que mantiene la producción alejada del más mínimo ápice de creación y riesgo.

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Resulta triste que una película que argumentalmente trata de referenciar en varios momentos la posición de las pinturas de Altamira como germen más remoto del séptimo arte, no aproveche ninguna de las posibilidades que hoy en día ofrece el medio audiovisual.

‘Altamira’ no muestra una Cantabria mucho más bella o espectacular de lo que todos conocemos ni de lo que puede hacerlo un documental de La 2 de TVE.

Y tampoco sirve como homenaje a la figura de uno de los mayores descubridores de la historia contemporánea de nuestro país, pues ni la indudable presencia en pantalla de un esforzado Antonio Banderas da empaque a un Marcelino Sanz sin perspectiva.

Argumentalmente deshilvanada, ‘Altamira’ es un documento que fracasa tanto en su enfoque como en su construcción, que se mueve entre la propaganda turística y la ambición académica.

Quizás, visto el ínfimo valor artístico que el filme de Hudson tiene como película, esta producción no es un material destinado a las salas de grandes multiplex comerciales sino a ser proyectada como material didáctico para escolares antes de una visita guiada por la neocueva santillana.

 

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1 Comentario

  • Ni eso
    9 de abril de 2016

    Nada, yo creo que no es buena tampoco para los escolares. Para eso, un buen documental que se deje de tonterías pseudorrománticas y tenga rigor histórico y científico. Y lo demás es un mal anuncio.

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