Estado profundo, víctimas globales

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Una vez más, el terrorismo global ha golpeado a la República de Turquía, esta vez en el principal aeropuerto del país, que lleva el nombre del padre fundador de la patria (Mustafá Kemal Ataturk).

Lógicamente, y tras los últimos embistes sufridos, el primer dato a reconocer por el gobierno, ha sido que uno de los principales ingresos del país, el sector turístico, sufrirá otro varapalo, sumado a la bajada de afluencia de visitantes tras los ataques sufridos en Ankara e Istanbul, junto a la guerra asimétrica vivida en las provincias orientales (el Kurdistán histórico del país), han hecho que la otrora candidata a la entrada/ascenso a la UE, haya pasado a ser un “vecino incómodo” en esa zona conocida como Eurasia.

El último atentado en Turquía ha causado más de 40 muertos

El último atentado en Turquía ha causado más de 40 muertos

Sin lugar a dudas, el descenso al caos de la patria otomana, comenzó en agosto de 2013, con el caos durante los “indignados del parquee Gezi”.

A las quejas de grupos ecologistas y movimientos cívicos, que protestaban frente a la conversión de un antiguo solar en un previsible centro comercial, se acabaron uniendo activistas pro-democracia, ante el giro autoritario del por entonces primer ministro, Recep Tayyip Erdogan. El jefe del ejecutivo no sólo disolvió las protestas con un asalto policial de inusitada virulencia — incluso para los estándares de este país–, sino que también cortó temporalmente el acceso a Facebook, Twitter y Youtube.

Erdogan, ante las quejas de la oposición y Bruselas, no sólo no moderó su discurso, también sacó a relucir los aspectos del nacionalismo turco más ultramontano: búsqueda de la destrucción de Turquía por parte de Europa debido a su carácter o herencia islámica, la existencia de un complot de oligarcas y militares…para finamente quedar dicho discurso en agua de borrajas tras descubriese, en diciembre de ese 2013, una trama de corrupción institucionalizada de al menos 6 de sus ministros -entre ellos el de Interior y el de Hacienda-, junto a los negocios ilícitos de su hijo Bilal en la compra de bonos buitre.

El golpe global llegó pocos meses antes de que renunciase a la jefatura de gobierno para optar a la presidencia de la República e intentar, así, enmendar la Constitución del país, pasando este a ser un estado presidencialista, al estilo francés o ruso.

En su retiro alzó en el congreso del partido gobernante, del cual es fundador (Partido de Justicia y Desarrollo), a su ministro de exteriores, Ahmed Davutoglu, (que no ha llegado a los dos años de mandato como premier, tras los sucesivos choques con el ahora jefe de estado, destapado todo en el “Caso Pelícano”), justo en el momento en el que un nuevo “actor” aparecía en escena.

No es otro que el mal llamado Estado Islámico o DAESH, principal sospechoso de los atentados de ayer en Istanbul.

Las huestes de Abu Bakr Al Bagdadi, si bien inicialmente sólo se centraron en atacar al enemigo cercano a sus feudos en Siria e Irak , desde que Ankara optó por unirse a la coalición liderada por EEUU tras la proclamación del Califato Universal en Mosul, hace exactamente dos años y que amenaza a todo el planeta, optaron finalmente por el asalto a la patria turca, oficialmente causante de la abolición de la tierra del Califa en 1924, de ideología secular y enemigo a batir para los integristas, junto al Irán Hereje (chiíta).

Recep Tayip Erdogan

Recep Tayip Erdogan

Del mismo modo, no se puede olvidar algo básico: El Estado Profundo Turco, desenmascarado por ensayistas como Jean Pierre Filiu, engloba a no menos de 5 subdivisiones, a cada cual más distinta, pero entrelazadas todas ellas, en el corazón del país.

Desde integristas de cofradías suníes financiadas por Arabia Saudí o Catar, el Hezbollah Turco (diferente del libanés), clanes mafiosos y de barones de la droga, militares o los ultranacionalistas de los “Lobos Grises”, la amenaza dentro del propio país, es un hecho.

Activistas, docentes, periodistas, minorías como los alevíes y mención aparte, los kurdos -que una vez más (la quinta desde la guerra abierta iniciada en 1984 entre Ankara y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán o PKK ) han sido masacrados- han visto peligrar su forma de vida por el auge autoritario de un presidente y partido similar a Vladimir Putin y Rusia Unida en otro país, donde el índice democrático brilla por su ausencia.

Por último, pero no por ello menos importante, se ha de enfocar el ataque de ayer junto a los últimos sufridos por Turquía dentro de un esquema muy claro: si Ankara opta por seguir apuntando a un grupo autodenominado “Halcones del Kurdistán” del que nadie supo nada hasta 2015, quedará claro que Erdogan opta por usar “banderas falsas» para atacar al movimiento autonomista kurdo.ç

Si el mismo atentado fue obra del DAESH, la criatura, a la cual Ankara y sus servicios secretos, ampararon -y financiaron- para derrotar a Bashar Al Assad, ha optado por morder la mano que le da de comer, como tantas veces ha pasado, junto a descubrirse el lucrativo negocio para el gobierno turco de obtener petróleo a través de los integristas que controlan los pozos de oro negro en el lodazal sirio.

Y todo ello, causa un hecho espantoso: que se olvide el pacto de devolución en caliente de refugiados sirios firmado por Erdogan y la Comisión Europea no hace ni 3 meses…que demuestra lo obsceno de todo un suceso que sin duda empezó en 2011 en Dera’a, Siria con una manifestación de opositores al régimen baazista. Y que hoy ha causado un conflicto global, sin fin próximo a la vista.

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