Es tanta la virulencia que lleva el ferrocarril: 150 aniversario del Santander-Madrid
Es tanta la virulencia que lleva el ferrocarril, que se planta en hora y media de Molledo a Portolín. Con aquel cántico popular, que todavía pervive en nuestras memorias, se celebraba tan importante innovación en La Montaña.
Este viernes, día 8 de julio, se cumplen 150 años de la terminación de la gran obra ferroviaria que supuso el enlace entre Santander y Madrid. No había en aquel verano de 1866 muchos puertos unidos a la capital del reino. No era entonces nuestra ciudad y región ningún coche escoba. No era nuestra clase dirigente una complaciente aduladora de los próceres madrileños.
La intensificación de las obras de esas infraestructuras desde el paso de los progresistas por el gobierno, diez años antes, es la base de la crisis financiera y económica que acabaría formalizando una de las mayores convulsiones de la España contemporánea. La revolución de 1868, el destronamiento de la reina, el sexenio revolucionario… la entrada de España en la anormal normalidad que se impuso con la Restauración.
Tramo | Fecha de inauguración |
Alar-Reinosa | 1857 |
Los Corrales-Santander | 1858 |
Sanchidrián-Medina-Valladolid-V. de Baños- Alar | 1860 |
Bárcena-Los Corrales | 1860 |
Madrid-El Escorial | 1861 |
El Escorial-Ávila-Sanchidrián | 1863 |
Reinosa-Santiurde | 1866 (2 febrero) |
Santiurde-Bárcena | 1866 (8 julio) |
En la tabla se puede apreciar, con las fechas de apertura de los diferentes tramos, las dificultades técnicas a veces impuestas por la orografía y no solo en nuestra cordillera. Muy cerca de Madrid, en El Escorial, la línea no estuvo terminada hasta tres años antes. Ese es el momento en que se culmina la posibilidad de viajar desde Paris hasta la capital de España.
No quiero establecer paralelismos con ninguna situación actual, que por otro lado se establecen solos. La nueva red de alta velocidad y ancho europeo se ha financiado en buena medida con fondos europeos y aunque no ha desatado una crisis similar a la de hace 150 años tampoco nos hemos librado de una de envergadura similar. Esa red ha ignorado y va a seguir ignorando nuestra ciudad. Tampoco ha sido la salvación de futuro para otras ciudades que tienen vía y estación hace años y no tienen pasajeros.
Del tiempo relativamente reciente en que un ministro de Fomento con cara blindada ofreció y nuestro gobierno regional adquirió con pocas dudas, no una línea, no, como en los huevos duros de los hermanos Marx nos iban a poner dos, hemos pasado a la idea de las altas prestaciones –más sostenible desde el punto de vista técnico, ambiental y financiero- y más recientemente un tren rápido. Esa era la denominación que la Renfe convencional de los años 50 y 60 daba a algunas de sus combinaciones. Las fotos muestran unidades de lo que en cada momento significaba un tren rápido, más rápido que los demás. No vamos a tener por aquí una muestra de lo que son trenes rápidos en España desde 1992.
Estamos a punto de celebrar que dentro de no se sabe cuántos años la alta velocidad desde Alar o Aguilar reducirá el tiempo de viaje a Madrid y lo dejará en unas tres horas. O sea, lo que había ofrecido otro ministro de Fomento de cara no menos dura hace ya 16 años.
Cantabria se ha quedado, 150 años más tarde, en el fundido en negro en el que no se quedó al final del segundo tercio del XIX. El escalón Bárcena-Reinosa lo seguiremos salvando a una velocidad media muy poco vertiginosa y además hemos renunciado a otras inversiones que supongan una base firme para un despegue que llegue un poco más allá de los buenos deseos, cuando sean buenos, de los políticos regionales.
Un ferrocarril costero de ancho y velocidad europea convencional nos uniría a la frontera de Irún y al valle del Ebro y Barcelona y ayudaría a que nuestra insularidad no siga aumentando. Ayudaría a que la Cantabria oriental siga siendo Cantabria. En estos días un foro académico que se reúne en nuestra ciudad puede que aborde algo de esto. En 1991, con motivo del 125 aniversario, Renfe no consideró oportuno ningún encuentro académico. Lo recuerdo porque fui yo quien lo propuso.