De la primavera árabe al invierno integrista: cinco años de errores y caos

Tiempo de lectura: 6 min

||por MARIANO DE MIGUEL, historiador, experto en el mundo árabe||

Todo empezó en marzo de 2011. Anteriormente, Túnez había visto como Ben Alí caía tras 24 años de poder indiscutible. Egipto logró a través de manifestaciones masivas, que Hosni Mubarak, aferrado a su trono de neo faraón durante tres décadas, dimitiese y dejase el mando a un gobierno militar temporal.

Este lunes hay convocada concentración en Santander contra la guerra de Siria.

Este lunes hay convocada concentración en Santander contra la guerra de Siria.

En Libia, no obstante, Muammar Gaddafi no tenía en su perspectiva soltar su puño de hierro, ni permitir que la Jamahiriyyah o “Estado de las Masas”, desapareciese así como así. Su respuesta brutal a las manifestaciones que habían comenzado en Benghazi, dieron pie a otro error, aún más brutal como fue el de la OTAN, que optó por “deponer a un tirano que masacraba a su pueblo”.

Actualmente, la Libia post-Gaddafi, es un estado fallido. Sin poder centralizado (con dos parlamentos), señores de la guerra campando a sus anchas y una perspectiva futura muy negativa. Pero ninguno de estos países, está sufriendo la brutalidad y destrucción global, como le está ocurriendo a Siria.

Efectivamente y como se citó al inicio de este texto, todo comenzó en marzo del ya lejano 2011. Varias manifestaciones en Dera’a, Homs y Aleppo, sacudieron al estado baazista de Bachar Al Assad, que había heredado el poder de su padre, Hafez Al Assad, el cual llevó los destinos de sus habitantes con puño de hierro desde 1970, hasta su deceso en junio de 2000.

El nuevo presidente, de formación oftalmólogo y educado en Reino Unido, fue visto en sus inicios como un “reformista”. Nada más lejos de la realidad. Antes de la Primavera Árabe, Assad ya había dado muestras de unas oscuras credenciales.

Bien fuese encarcelando a disidentes en la terrible prisión de Sednaya, permitiendo el paso de combatientes extranjeros a Irak para luchar frente a las tropas de ocupación norteamericanas en Irak, o dejando ver la estela de sus servicios secretos en Líbano, con el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en febrero de 2005.

Pero nada de ello, fue comparable a la represión más inmediata acometida por el clan Assad en las postrimerías de la Primavera Árabe. La respuesta con fuego real a las manifestaciones pacíficas que pedían reformas y el fin del régimen (lo cual, no implicaba el cese del presidente, si no, la celebración de elecciones democráticas, la supresión del estado de emergencia vigente desde 1973 y el fin de la hegemonía del partido Baaz), tuvieron su repercusión más inmediata en Occidente, que al igual que en Libia, comenzó a armar a una supuesta oposición sin ver las credenciales de la misma.

Por desgracia y ya desde 2012, los opositores políticos, habían sido encarcelados, habían huían o bien desgraciadamente, habían perdido la vida. Las supuestas reformas de Assad, cayeron en saco roto cuando varios ex mandos militares, crearon el Ejército Libre Sirio, que supuestamente buscaba acabar con el régimen y proteger a la población.

Guerra en Siria.

Guerra en Siria.

A fecha actual, ese grupo ha cesado en su existencia y los que se apropian de su nombre, son una pantomima, mercenarios en busca de su parcela de poder y dinero. El propio régimen, en ese año 2012 sufrió un duro revés, cuando en una reunión del consejo de seguridad, un coche bomba, segó la vida de los ministros de defensa, interior y de asesores o secretarios del servicio de seguridad, unido todo ello a la deserción del primer ministro Riyad Hijab.

La “línea roja” fue cruzada por el régimen en agosto de 2013, cuando un ataque con gas nervioso, prohibido explícitamente por la Convención de Ginebra, acabó con la vida de unas 1.000 persona (mayoritariamente, mujeres y niños) en el suburbio de Ghouta, perteneciente a la campiña de Damasco.

El actual presidente saliente de EEUU, Barack Obama y el por entonces premier británico, David Cameron, optaron por pedir el apoyo de sus parlamentos a un ataque preventivo sobre el régimen de Assad. Fracasaron.

Porque esa es otra punta de lanza en esta guerra que ya no es local ni regional, sino global. Pocos países apoyan una intervención militar en Siria, que podría acabar como el caos de Irak. Salvo enemigos acérrimos del país como son las monarquías petroleras del Golfo, Turquía -en su intento de erigirse como poder regional- e Israel, ningún estado ha pedido la deposición de Assad por vía militar, debido a los fiascos iraquí y libio.

Es más, el autócrata sirio, cuenta con el apoyo incondicional del Kremlin, el politburó chino y los ayatolá iraníes, así como la fuerza logística de un actor no estatal como es el Hezbollah libanés. Más aún, un caos peor, indujo a la comunidad internacional a pensar en que Assad era el “mal menor”.

No fue otro caso que el surgimiento del autodenominado “Estado Islámico”, formado por antiguos miembros del desaparecido ejército iraquí de Saddam Hussein, que se unieron a los integristas sirios bajo el auspicio de un oscuro clérigo de nombre Ibrahim Al Samarrai, que acabara siendo conocido como el califa Abu Baku Al Baghdadi, tras autoproclamarse jefe de los fieles musulmanes, tras tomar Mosul, segunda ciudad de Irak.

En septiembre de 2014, las perspectivas reales en Siria eran de espanto: Un 62% de su territorio estaba en manos integristas. Las huestes de Baghdadi, a través del uso de las redes sociales, levantaban el terror a su paso. Los grupos “moderados” habían desaparecido y hasta la filial de Al Qaeda en el país (Frente Nusra) se veía impotente ante este nuevo grupo minelarista.

A ello se uniría un año después la peor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial, en la cual la Unión Europea mostró su cara más intolerante, cerrando sus fronteras a los refugiados y firmando un acuerdo de repatriación “en frío” con la Turquía de Recep Tayyip Erdogan.

Unido a ello, está la intervención de Rusia desde septiembre de 2015 (con un choque de personalidades entre el mandatario ruso y el jefe de estado turco, que bien pudo devenir en la III Guerra Mundial), el cuasi colapso del estado Iraquí, el alza de Irán como ganador en la batalla por el poder regional, la pésima imagen de EEUU en Oriente Medio -una vez más- y por ende el fracaso absoluto de todas las conversaciones de paz en la ronda de negociaciones de la ONU, el gobierno sirio y la oposición, en Ginebra, a través del relator Stepan de Mistura. Paz cada vez más lejana.

El lunes, día 12 de diciembre, en varias ciudades habrá una concentración por la paz en Siria. Quizás, nuevamente los gritos de la gente, caigan en oídos sordos. Pero que no se diga que la sociedad no se movió en esta mal llamada “Era de la Yihad”.

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1 Comentario

  • Frank M Pinon
    22 de diciembre de 2016

    Excelente arículo de apoyo al DAESH y toda la parafernalia pro occidental…asco

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