Regiones diminutas, ecos globales

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||De la serie CONFLICTOS OLVIDADOS||

Esta semana, el terrorismo volvió a golpear. Esta vez no fue en la Unión Europea, si no en una potencia global intercontinental, como es Rusia. La elección del lugar de ataque no fue al azar. San Petersburgo, antigua capital imperial de la dinastía Romanov, sigue siendo la Tercera Roma para la cristiandad ortodoxa conservadora (tras la ciudad fundada por Rómulo y Remo y posteriormente Constantinopla/Bizancio).

En el momento de redacción de estas líneas, el número de fallecidos era de 14 personas; junto a un total de 98 heridos -varios de los mismos, en estado crítico-.

Tras las primeras pesquisas, el Servicio Federal de Seguridad, admitió que el atacante, podría ser un ciudadano ruso de etnia kirguís. Kirguistán, era una de las 4 repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS, de lenguas predominantemente turcófonas, credo musulmán sunita e intereses tribales. Toda ella, aglutinada desde el fin de la revuelta basmachi (en 1922) en el distrito del Turkestan y posteriormente -tal cual en el Cáucaso-, subdividida a escuadra y cartabón por Iosiv Stalin en las repúblicas constituyentes de la patria soviética, citadas con anterioridad.

Si bien es cierto que esa zona, es desde hace décadas, caldo de cultivo para integrismos fértiles, la realidad pasa por una fecha y región. Que no es otra que Chechenia y el año de 1992, aquel denominado por George H. Bush como de “Nuevo Orden Mundial” y por el politólogo Francis Fukuyama como de “El fin de la Historia y el último hombre”.

Atentado en Rusia

Atentado en Rusia

La república de Chechenia había proclamado meses antes (el 1 de Noviembre de 1991), su secesión de la URSS. Y tras la disolución de la patria diseñada por Vladimir Lenin, el otrora único general checheno del ejército rojo (amén de veterano de Afganistán, Yojar Dudayev), se negó a unirse a la Rusia de Boris Yeltsin. El ex general declaró una independencia total, iniciando una gira por varios países de Oriente Medio, con presencia de la diáspora chechena (principalmente, en el Reino Hachemita de Jordania).

Los improperios contra Boris Yeltsin fueron in crescendo, máxime, cuando el jefe de estado ruso, ante un posible impeachment contra si persona en 1993, tomó el parlamento o Casa Blanca rusa a cañonazos y destituyó al presidente de esa asamblea, justamente, otro checheno (Ruslán Jasbulatov).

Finalmente en los inicios de la Navidad de 1994, el ministro de defensa ruso,-Pavel Grachev- intentando lavar la corrupción endémica de su ministerio; optó por lanzar un ataque masivo sobre la capital de la república rebelde.

Sus palabras “Tomaremos Grozny con un batallón de paracaidistas”, entrarán en las postrimerías de la incompetencia militar. Para el 29 de diciembre de 1994, las bajas rusas, superaban las ocho centenas. Se intentó un bombardeo masivo sobre el parlamento checheno, para liquidar a Dudayev y sus asesores -quienes ya habían huído a la región montañosa de Dishne-Vedeno-.

La incompetencia de los mandos rusos, quedó demostrada , cuando se vio que el artífice de la defensa rebelde, no era otro que un ex coronel soviético de artillería, destinado entre 1982-1987 en Hungría (Aslán Masjádov).

El sector laico, fue paulatinamente desplazado por miembros del denominado “Islam Militante” cuyos líder local, Shamil Basayev, contaba con la ayuda financiera e monarquías petroleras del Golfo Pérsico y un veterano de la yihad afgana, el jordano Ibn Jattab. La guerra se prolongaría hasta agosto de 1996, con un total de 220.000 muertos (Dudayev incluído), la desastrosa retirada del ejército federal y una república destruida, junto a la aparición de un movimiento integrista en auge, que atacarían el corazón de Rusia.

El ex coronel Masjadov, ganó unas elecciones limpias en Enero de 1997 y prolongó a 2001 el estatus definitivo de la república (de facto, independiente de Moscú). Nada de ello evitó la anarquía y atentados por la región y zonas adyacentes. El momento crítico fue la invasión de la vecina Dagestan, por parte de Basayev.

El primer ministro y posterior presidente ruso, Vladimir Putin, acusó a Masjadov de terrorismo y la segunda guerra chechena, comenzó en octubre de 1999. Masjadov en la clandestinidad, acusó al Kremlin de la desestabilización en la zona y Basayev llamó a una yihad contra Rusia en todo el Cáucaso. Moscú optó por crear la táctica de “chechenización”: Se nombró al ex muftí de la república, Ajmat Kadyrov, como líder de la misma, posición que refrendaría en unas elecciones en 2003 de dudosa legalidad.

Nada de esto evitó que el antiguo rebelde muriese despedazado por un atentado con bomba en el estadio Dinamo de Grozny, el 9 de mayo de 2004, durante la celebración del día de la victoria frente al enemigo fascista. Poco después, la toma de rehenes en el colegio n.º de Beslán en Osetia del Norte, dio carta blanca al Kremlin para liquidar al movimiento independentista. Movimiento, que tras la muerte de Aslán Masjadov en combate contra tropas federales en marzo de 2005, caería en manos integristas. Basayev fue abatido en Julio de 2006, pero la llamada a la rebelión de todos los musulmanes del Cáucaso, contra el invasor ruso, era un hecho.

Dokka Umarov, heredero de la “presidencia chechena” declaró el Emirato del Cáucaso Norte en noviembre de 2007. Y a pesar de también fallecer -en este caso, envenenado-, el mismo grupo militante, ha traspasado fronteras. Hasta llegar a Siria, donde hasta hace poco, era parte de la rama local de Al Qaeda (Frente Al Nusra). Y ayer, como muchos temían, los terribles sucesos de suicidas en las calles rusas, han retornado. Pero no ya con las imágenes pavorosas de “viudas negras”. Si no con antiguos ciudadanos soviéticos, reconvertidos en integristas de tercera generación. En un conflicto; sin visos de acabar a corto plazo.

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