¿Ser o no ser: dirigentes y dirigidos?

Tiempo de lectura: 4 min

||por RAMÓN QU, periodista y escritor||

La izquierda hace camino al andar; la derecha posee los caminos, es decir, el estado y las conciencias.

La falta de unidad de la izquierda no procede de una tendencia congénita al cainismo, sino de la fragmentación socio-económica objetiva de los de abajo.

Sobre esa fragmentación objetiva opera la derecha, ya atrayendo a posiciones “reformistas” o “conservadoras” a las capas más altas del pueblo, ya encenagando a los sectores más pobres o marginados en posiciones de extrema derecha.

Por supuesto también hay una cara “ideológica” en las divisiones de la izquierda que procede de las diferentes valoraciones analíticas sobre la realidad: análisis concreto de la situación concreta, que lleva a distintas conclusiones sobre el estado de la hegemonía y de la correlación de fuerzas.

Sin embargo, no debemos olvidar el componente “humano, demasiado humano” de esta cara ideológica. Los dirigentes de la izquierda son en su amplia mayoría miembros de la pequeña burguesía y trabajadores intelectuales. Este origen de clase no es baladí pues es una de las bases de la estructuración de sus conciencias y visión del mundo.

Dos polos se pueden dar en estas conciencias o visiones del mundo: el izquierdismo, como mirada infantil, apocalíptica y falsamente radical sobre la realidad; y el reformismo, como fruto de la capacidad de cooptación del sistema y justificación pretendidamente pragmática sobre el «estado de cosas».

La capacidad de cooptación del sistema a través del reformismo es muy grande:

-Ideológicamente opera la potente idea de la “naturalización” del sistema existente: este es el único modelo social posible.

-Humanamente funciona el deseo de felicidad, transmutado en la actualidad en la más prosaica “capacidad de consumo”. Sin olvidar – algo que no suele tener en cuenta la izquierda – la muerte y su concepción actual: solo se vive una vez.

-Económicamente, las posibilidades de enriquecerse si uno “se pasa” a los que mandan saltan a la vista de cualquiera.

-Socialmente, el desclasamiento es el miedo más profundo, y el medro la aspiración más oculta de la pequeña burguesía, “pasarse” a los que mandan exorciza el primero y posibilita cumplir la segunda.

-Políticamente, el paso al “reformismo” permite tocar poder y es en los salones donde Julien Sorel siempre anheló estar.

Por lo tanto,  el sistema se reproduce ideológicamente domesticando a los de abajo a través del miedo y la persuasión, del palo y la zanahoria; y trata de llevarlos, con éxito indudable, ya a la adhesión, ya a la indiferencia, ya al fatalismo, ya al simple y llano egoísmo.

Por lo tanto,  el sistema se reproduce ideológicamente reduciendo a los en potencia “intelectuales” críticos gracias a la oferta de prebendas y a la amenaza de clausurar sus “carreras”; y pretende conducirlos, con excelente resultados, a la integración entusiasta, al sueño reformista o al canto del pragmatismo.

Sin embargo, la base esencialmente explotadora del sistema, la inevitable producción de dolor y de infelicidad que el capitalismo lleva en su “sangre”, las crisis cíclicas que son parte inextirpable de su funcionamiento provocan un permanente “temblor” de fondo que agrieta el, en apariencia, sólido edificio del sistema social capitalista.

Son estas grietas – lucha de clases – las que abren la posibilidad de un cambio de sistema en las relaciones del hombre con el hombre.

Volviendo a y concluyendo con las relaciones entre los “intelectuales” críticos y “los de abajo” quizás conviniese recordar la tercera tesis de Marx sobre Feuerbach que dice en sus primeras frases:

“La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado”

Esta doble necesidad de los hombres de ser educados y de la propia educación de los educadores, podría apuntar a la necesaria construcción de una teoría y una práctica de una relación pedagógica de ida y vuelta entre los “dirigidos” y los “dirigentes”: es tan vital que los “dirigentes” eduquen a los “dirigidos”, como que los “dirigidos” eduquen a los dirigentes… en el horizonte – al menos normativo – de romper ese reparto de papeles de dirigentes y dirigidos.

Pero para ello no bastan palabras bellas, ni buenas intenciones. Son necesarios unos fines políticos, una praxis cotidiana y unas estructuras organizativas, no ya renovadas, sino fundamentalmente nuevas.

¿Cuáles?
Ramón Qu

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2 Comentarios

  • marta gonzález
    23 de mayo de 2017

    Muy bueno tu artículo.Mi opinión es que todo poder es piramidal y despótico que tiene la función de deseducar,atemorizar,controlar y acomodar,encargandose de anular el pensamiento crítico,la creatividad y la novedad.

  • Daniel
    23 de mayo de 2017

    La derecha vende intereses y dinero; la izquierda vende ideas y debates.
    La derecha es capitalista y fascista; la socialdemocracia es capitalista y antifascista, la izquierda es anticapitalista y antifascista.
    El drama de la izquierda es la falta de propuestas, claras y comprensibles, para la destrucción del capitalismo. Esta ausencia de propuestas anticapitalistas hace que la «sociedad» apenas distinga la izquierda de la socialdemocracia y, en consecuencia, prefiera más las reformas, superficiales o profundas, que los cambios.
    El futuro de Europa occidental es España porque es el único país que después de la segunda guerra mundial quedó, políticamente, neutral. Es decir, que lo mismo puede pedir «créditos» ( y otras cosas) al eje capitalista Estados Unidos-Alemania…, que al eje anticapitalista Rusia-China…¿Será capaz UNIDOS PODEMOS de seguir por este camino?. Si no se atreve, acabará como Izquierda Unida, con cinco en el Congreso…, y miles de ideas verdaderas en la calle.

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