Impresionismo poético

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No toda composición poética de tres versos de 5-7-5- sílabas métricas, respectivamente es un haiku. Y si quien lo escribe es un occidental, con frecuencia es una impostura poética. Lo plantan en una hoja en blanco, sin haberse ocupado de cultivarlo en su espíritu. Otra cosa es que la influencia del haiku se deje notar en la obra de algún poeta, como es el caso de Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, donde hay más de haiku que en supuestos haiku escritos por poetas españoles, cuyos nombres es ocioso decir, sus lectores les conocen.

Portada del libro

“Cuarto menguante” es un librito de haiku, escrito por Ana Rodríguez de la Robla, y publicado en la Colección de poesía de “A la sombra de los días”. El diminutivo está referido solo a las dimensiones de la publicación, y a la extensión de su contenido: 36 composiciones, distribuidas a partes desiguales en seis secciones. Solo a eso, pues, sus escasas páginas, a la vez, galería de pinturas minimalistas, del gusto japonés, y auditorio para músicas de cámara.

La poeta no siempre se atiene a la métrica generalizada, porque sabe que el haiku también admite otras. Tampoco se atiene a los tres versos, siempre. Pero siempre están impregnados sus versos de la sensibilidad originaria del haiku o, por mejor decir, de la impresión que en el espíritu deja la sorpresa en la contemplación del espíritu del mundo, que se expresa en manifestaciones de belleza. Los haiku de Rodríguez de la Robla tienen mucho de impresionismo pictórico y musical, de impresionismo poético, al fin, que es sabida la influencia del haiku en ambas expresiones artísticas.

Si, como tengo para mí, todo poema debería leerse como se mira un cuadro y como se escucha una pieza musical, y música y cuadro deberían escucharse y mirarse como se lee un poema, la sugerencia vale especialmente para un haiku, cuando lo es, cuando no son meras descripciones espacio-temporales o expresiones de una experiencia superficial de la vida cotidiana.

Los espacios de los haiku de Rodríguez de la Robla no son espaciales, por más que pinten cuadros; no son temporales, los tiempos, por más que compongan música. Tampoco Imaginarios ni de ficción. Son espacios y tiempos sin duración, sin extensión. No son sus versos pasos en el espacio y el tiempo, sino huellas en el espíritu. Impresiones emocionales en el corazón, como los infartos, que también son sorpresa, las dejan físicas.

Leer los haiku de “Cuarto menguante” es ver trazos de rastros y rostros mitológicos, dibujos en la arena, filigranas en el aire, bosquejos de juegos siderales…Y es, al tiempo, escuchar melodías de estrellas, de fuego, de mar, de oscuridad, de ramas, de flores, de luz…Y, de cuando en cuando, la del deslizarse de un gato, misterioso animal, con legendaria fama de ser dispensador de energía positiva, que orienta a los terrenos de la paz espiritual, con sus ronroneos.

Vivencias, estos haiku, dichas con palabras justas y ajustadas, sin artificios adjetivos. Y que dejan impronta.

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