El fin del sueño de una noche de verano

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(DE LA SERIE ‘GUERRAS OLVIDADAS’)

El 8 de agosto de 1988, la República Socialista de Birmania, se levantó con una revolución interna. La “vía birmana al socialismo”, había cosechado un monumental fracaso, al intentar unificar un amalgama de budismo y marxismo. Siendo gobernado el país desde 1962, por un régimen de partido único, bajo el puño de hierro del caudillo Ne Win. El estado había pasado a ser uno de los más empobrecidos del sudeste asiático y su economía caótica, insufló diferencias irreconciliables entre las diferentes etnias que formaban el país; muchas de las cuales derivarían en choques violentos. Las protestas iniciadas en la por entonces capital, Rangún, en la fecha anteriormente citada (de ahí su nombre popular, “Movimiento 8888”), por médicos, monjes budistas, médicos, estudiantes…fueron duramente reprimidos por los cuerpos de seguridad del estado y policía secreta.

Represión en Birmania

El fin del sueño democrático se dio el 18 de septiembre de 1988, cuando una Junta Militar, dio un golpe de estado sangriento, ejecutó a miles de disidentes, e instauró el autodenominado “Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo”, que regiría al nuevo estado de la República de Myanmar, hasta 2011. Sería en esta época, cuando surgió la voz de una activista por la paz y los derechos, humanos: Aung San Suu Kyi. Premio Nobel de la Paz en 1991, e hija del artífice de la independencia birmana, con respecto al Reino Unido, Aung San.

Fue juzgada y condenada a arresto domiciliario en el país, ahora regido por un triunvirato de generales. La situación en el mismo empezó a cambiar otro mes, de agosto, este; de 2007. La represión gubernamental, en la cual perdieron la vida no menos de 172 personas, entre ellas un fotoperiodista japonés; causó amplias críticas contra la Junta.

Se optó por nombrar a un primer ministro de corte aperturista -el ex general Thein Shein-, que asimismo negoció un acuerdo con el FMI y el fin de hostilidades contra ciertas minorías (excluyéndose la keren y los “bengalíes” rohinyá, una minoría de credo musulmán). Shein asimismo, abolió el puesto de jefe del ejecutivo, pasando a ser presidente del país en Marzo de 2011.

De poco sirvió. La Junta Militar, se encontraba en las postrimerías de su poder y en las elecciones legislativas de noviembre de 2015, perdía el poder; que cedería pacíficamente en Marzo de 2016. Suu Kyi, incapaz de ser elegida presidenta, al estar casada con un no birmano -la constitución prohíbe específicamente ese hecho-, pasó a ser consejera del gobierno, acumulando un poder inmenso en sus manos. Desgraciadamente, su récord de defensa de los derechos humanos, ha caído en picado desde su ascenso al poder. No sólo se ha negado a conceder la nacionalidad birmana a los rohinyás residentes en el país -unos 730.000- según la ONU.

También ha negado que exista una campaña de limpieza étnica, desplazamientos forzados o reubicación forzosa (principalmente hacia Bangladesh, Sri Lanka e Indonesia), contra dichas personas, cuando el relator de la ONU para Myanmar; habla de no menos de 172.000 muertos desde verano de 2015. Nada dijo tampoco del llamamiento a asesinar a personas de esta etnia, por parte del monje Ashin Wirathu, el “Bin Laden Birmano”. Y unido a todo ello, el levantamiento en armas, una vez más (el cuarto desde los años 60 del siglo pasado), de la minoría keren, a través del Ejército Budista Democrático Karen. Ambas etnias, han sido masacradas por el ejército birmano, el temido Tatmadaw. Nunca juzgado por ninguna corte internacional. Y los sueños de agosto de 1988, 2007 y 2011…se han convertido, de nuevo, en cenizas.

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