Mis cabalgatas de reyes

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||por ENRIQUE GORDALIZA||

Una vez,  hace demasiado tiempo, fui niño como algunos de vosotros. Digo algunos porque tras asistir al  ya  tradicional debate sobre la cabalgata de reyes, pienso que hay mucha gente que nació mayor.

Por fortuna, aún conservo en mi mente imágenes de aquellas cabalgatas, recuerdos de aquel tiempo en el que todo era posible gracias a tres personajes que venían de Oriente con regalos. Sí, me daba lo mismo lo que hubiesen hecho dos mil años antes,  si venían en camellos o en descapotable, si sonaba música militar o religiosa.

En unas fotografías que tiene el CDIS  he visto que también había anuncios. En concreto se muestra una carroza con publicidad de Vidal de la Peña y la marca DAUPHINE, año 1.962. Años después seguiría habiéndola pero yo no lo recuerdo y supongo que me dio igual.  Era muy niño.

Las carrozas estaban escoltadas por policías nacionales, los grises. Posiblemente el oficial al mando fue un fascista, vete tú a saber. Pero a mí eso no me importaba. Era un niño.

Es muy probable que el rey Baltasar tuviera la cara pintada y se tratase de un concejal falangista pero tampoco me importó. Era un niño.

Los coches de bomberos eran casi tan primordiales como los reyes. Sin sus escaleras no se podía subir a los balcones. Eso sí me importaba. Era un niño.

Iba mucha gente subida en Vespas, desconozco el motivo, pero tocaban el claxon y te saludaban. Eso sí que me importaba. Era un niño.

De todo aquel conjunto de imágenes entremezcladas, me queda un recuerdo tan nítido y real que cuando escribo esto lo percibo como en aquella ocasión.

Puedo jurar, porque así lo sentí, que en una ocasión los reyes estuvieron en mi casa. Con la disculpa de su llegada te acostaban pronto pero no te dormías. Permanecías en una especie de duermevela donde se juntaban sueños e imaginaciones. En algún momento de aquella larga noche  se abrió la puerta de la habitación y sentí que me daban un beso. Yo continué con los ojos cerrados, muy quieto, me dormí y a la mañana siguiente se lo conté a mi madre: “Mamá, anoche un rey mago me dio un beso”.

Pasados los años, mi madre me confesó que el  beso me lo había dado ella. Para simular la barba había pasado su cabello sobre mi rostro.

Esto es lo que me queda de aquellas cabalgatas, que cada uno piense en las suyas –si es que las entendió- y saque sus propias conclusiones.

Disfrutad de la noche de reyes, para una parte de la población es la mejor noche del año. Respetad su ilusión.

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