La madriguera XLIV: «Yo antes…»

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YO ANTES…

Isabel García de Juan

 

Yo antes cogía cuadernos y abrazaba hombros

Y respiraba muy cerca haciéndome un oído en los sufrientes.

Y sufría llorando sobre el hombro y sobre el verso.

Y sí, como en aquella obra con nombre de jardín de Umberto Eco, es decir,

Me chupaba el índice para pasar de página los folios…

Yo antes tenía dos manos y una boca y no era extraño abrir

las bolsas y los sobres con los dientes.

Me tocaba la cara, y nunca, nunca, salía sin sonrisa.

Yo antes me sentaba bien cerca de los otros

Y jugaba a aspirar perfumes y destellos.

Y dejaba gustosa probar mi propio plato.

Yo antes, tenía en mi aula mil caras y una pantalla

Y ahora es al revés pantalla sin mil caras.

Me dejaba la piel por explicar de cerca

Y prestaba la tiza de blanco inmaculado.

Acostumbraba, culpable, a tomar “boli” de otros

Y, debo confesar que soy de las que muerden

el lápiz mientras piensan.

Yo antes Explicaba de a una y luego me acercaba a rescatar perdidos.

Yo antes, no era la de ahora, experta en fotogramas

Y hablando a las pantallas.

Y besaba ¡Oh Dios, cuanto besaba! , para empezar dos besos, si te reconocía.

Ahora agradezco mis ojos expresando

Pues cuando, tras la máscara, sonrío al otro lado

El mundo está más ciego y nadie puede verlo.

Sin embargo hoy, me han hablado de la India, de Timor oriental, Senegal y del Congo, de Brasil y de México, Bolivia y Atambúa, Guinea ecuatorial y muchos otros sitios donde los míos sirven … donde el virus llegó, donde es mucho peor. No sé expresar con palabras lo que siento, en dos meses y poco el mundo ha enloquecido por un monstruo transparente que viene a coronarnos.

He pensado en la playa para expresar qué siento quizá porque una vez escribí un poema que decía: estoy barriendo la arena de la playa, y barro y barro y siempre hay más…

Quería reflejar la angustia. Hoy retomo esa imagen de la playa. En ella, como niños hacemos un castillo…

“Se hizo con el tiempo, de arena, un castillo, era fuerte porque la arena fue roca, se supone. Al castillo se le añadió un foso para que tras él, el refugiado no pretendiese refugio. Y en palas de argamasa se vertió, sobre todo: La pesada humedad que todo lo juntaba.

Cavamos muy hondo desechando la arena libre y seca, poniendo por ventanas conchas de marfil, o la mitad de un todo, palitos de madera, cosas innecesarias decorando castillo tras castillo en grandes playas creyendo ser el mundo.

Sin embargo, dejamos de recordar  nuestro cuerpo de arena, nuestro tiempo de arena, el frágil reloj que marca el tiempo.

Y vino transparente la marea o la ventisca o la galerna….deshaciendo el castillo

Sintiéndonos muy niños, cuando llego la ola o la tormenta; se nos cayó el castillo

El caso es que en dos meses, se borraron las huellas de las playas. Deshicimos almenas, se nos fundió el castillo entre arena y marea, no distinguiendo grano sobre grano, Cayendo a nuestros pies, enterrando el camino. E igual que en la  resaca un día de bandera amarilla  se te hunden las piernas Creando un suelo nuevo donde te tambaleas, aguantando las olas y el arrastre en la orilla fuimos, somos, como niños mojados, escocidos de arena y perdiendo el castillo que con tanta ilusión habíamos hecho.

Corrimos frustrados  intentando ducharnos  la arena acarreada como el virus… con agua muy fría y rastros invisibles en los pies temiendo llevar en la pisada algunos granos…los restos del castillo entre los dedos.

Más tarde con el paso del tiempo descubrimos  de nuevo que ningún horizonte es línea recta. Que ningún horizonte fue final a pesar de que náufragos encerrados en islas nos mirábamos  temiendo en cielo y tierra la siguiente tormenta…Hombres en golpe de resaca, frágiles, muy frágiles, en tormenta de arena.

Y mientras esto pasa, unos soplan contra los ojos, otros cavan pozos y construyen puentes. Pero, muchos, muchos otros solo saben a Mar, se entregan en marea. Bañándonos la arena y cualquier duna. Entregando su vida por salvarnos.

Nunca fuimos dueños de la tierra, ni de los castillos ni del tiempo.

Todo cambia, como dice “El principito” lo esencial es invisible a los ojos.

Esta vez, el monstruo invisible que es el virus, ha vuelto visible lo esencial.

 

Imagen cedida para «La madriguera» por su autor Juanjo Viota

Nota: Para publicar en “La madriguera” podéis seguir enviando vuestros textos, poemas, reflexiones etc…a Jose Elizondo: granmeaulnes@hotmail.com

 

 

 

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