DIARIO DE LA RECONSTRUCCIÓN

Cantabria, día 1

Cantabria ya no está en Estado de Alarma. Sin las restricciones de la cuarentena, pero sin vacuna, comienza la reconstrucción. Más de tres meses en los que hemos pasado de salir a aplaudir a las ventanas y balcones a los profesionales sanitarios a ir regresando, poco a poco, a algo parecido a los que teníamos antes del 14 de marzo
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El 14 de marzo, es decir, hace ni más ni menos que 96 días, una crisis sanitaria sin precedentes nos llevó a recluirnos en nuestras casas,forzosamente.

Antes de todo el coronavirus, o covid19, era un runrún que sonaba en los programas matinales, que cada vez ocupaba más minutos y que parecía lejano pese a empezar a centrar todas las conversaciones, cada vez más.

Esa semana todo empezó a precipitarse: las cifras de infectados y fallecidos o los cierres de los colegios, primero en Madrid o País Vasco, y finalmente en Cantabria, un día antes del Estado de Alarma.

Fueron los días de las compras sicópatas, del hacer acopio para no se sabía qué, del papel higiénico, la levadura o el alcohol. Del qué hacer con los niños, del engancharse al zoom y al teletrabajo. Eso los que no eran ESENCIALES, un término al que nos tuvimos que aprender y que puso en valor trabajos tan importantes para la sociedad como los sanitarios o de seguridad, pero también otros que habíamos maltratado como cajeras, limpiadoras o camioneros.

Fueron también los días en los que el rato que salías a la calle podías encontrarte directamente con el Ejército, la UME, en tareas de desinfección: sus visitas se hicieron tan frecuentes que en cuestión de semanas dejaron de sorprendernos. De sorprendernos algo de todo esto es nuestra capacidad de naturalizarlo todo.

Hubo dos frentes fundamentales: el sanitario y el de las residencias. En ambos, con muchas dificultades: la principal, la falta de información sobre algo que era nuevo, pero también, las dificultades para conseguir equipos de protección. Aunque, todo hay que decirlo, en eso Valdecilla fue por delante y aquí no se vivieran esas escenas que sí se produjeron en otros puntos del país. E incluimos en el frente sanitario al frente científico, el que produjo los isopos, los tests.

En todos ellos, fundamentalmente en los sanitarios, pensábamos cuando salíamos a aplaudir. Un gesto de agradecimiento que también se convirtió en un momento de socialización: de ver caras en los balcones que a veces no habíamos visto antes.

Y hubo un tercer frente, muy importante: el del apoyo mutuo, el de apoyarnos entre todos, el que nos demostró que somos capaces de lo mejor. Los makers, la red cantabra de apoyo mutuo, Cantabria Respira, y muchas otras, algunas de ellas más calladas y silenciosas. Después vinieron los bancos de alimentos, los repartos de comida.

Hubo semanas muy duras, en las que no se sabía cuando iba a acabar todo esto, mientras se prorrogaba y prorrogaba el estado de alarma.

Con cada nueva prórroga, subía un grado más la crispación política. No es que viniéramos de una balsa de aceite, pero todo eso fue a peor. Al menos conseguimos que toda esa ola no llegara a Cantabria, no sabemos si por ese efecto Foehn o por ese otro efecto de que en los sitios pequeños somos todos primos,

Noventa y seis días, más de tres meses: hemos pasado de casi la primavera a casi el verano. Hemos parado el país y ahora tenemos que activarlo. Nos pilla a las puertas de la temporada estival y toca pensar en la hostelería, los primeros que cerraron. Pero hay muchos sectores más: automoción, aerolíneas… El confinamiento ha devorado discursos liberales y ahora todo el mundo reclama las ayudas que en el pasado descalificaban como paguitas para comprar votos. Porque hace falta, igual que hace falta el Ingreso Mínimo Vital y, en general, un esfuerzo colectivo como sociedad.

209 personas han perdido la vida en Cantabria:nos acordamos de ellas, y hay tantas formas de llevar los lutos como personas. Algunos pensamos que la mejor forma es recordar lo mejor que tenemos, lo mejor de lo que fuimos capaces.

Todo eso es lo que queda ahora atrás, es el relato de lo que pasamos. Es tan reciente, pero tan antiguo; ha durado tanto, pero tan poco, que cuesta tener la perspectiva, la visión global.

Sobre todo,porque aunque el Estado de Alarma fue un poco un Estado de Shock, un punto de inflexión que lo cambió todo de golpe, en realidad lo que hizo fue acelerar tendencias sociales y sensibilidades personales.

Y la desescalada ha sido tan gradual (nos suena tan a fase cero aquello de los paseos a las ocho) que en las últimas semanas costaba recordar, en un panorama de bares y comercios abiertos, que seguiamos en Estado de Alarma. Por eso, porque ha sido gradual, nos costará tener la visión global de todo lo que ha pasado: no veremos de golpe el paisaje después de la batalla, pasarán meses y será cuando nos preguntemos: ¿qué fue de este local, de esta empresa, no volvió a abrir?

Pero desde anoche ya no estamos en Estado de Alarma en Cantabria: sin la tutela del Estado, sin limitaciones y en breve estará así todo el país. Tenemos que aprender a convivir con el virus y de paso recuperar la convivencia política: no puede ser que nos llevemos mejor con un enemigo invisible que con alguien que simplemente no piensa en todo como nosotros. Todo el esfuerzo que hicimos para no saturar las UCIs, para no perjudicar a nuestros mayores, podemos focalizarlo ahora en luchar contra las desigualdades, en ser nuestra propia red y la de todos, y en afrontar la reconstrucción.

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